¡Buenos días pre-primaverales! Un año más, la Asociación de Mujeres Amanecer nos acogió con todo el cariño en sus Jornadas Carmen Conde para recordar la obra y la vida de la fundadora de la Universidad Popular.
Hoy queremos compartir con vosotros los relatos ganadores del Certamen que celebramos el pasado jueves 13. Esperamos que os gusten tanto como al Jurado.
¡A leer!
PREMIO LITERARIO ASOCIACIÓN DE MUJERES “Amanecer”
1º Premio:
- Elena del Baño por La Joyería (Bazar Miércoles Tarde Centro Cultural)
LA JOYERÍA
En mi barrio había una frutería a la que los vecinos llamábamos La Joyería, seudónimo que carece de originalidad pues cualquier comercio con buen género y precios desorbitados, recibe este apodo.
Que la fruta y la verdura se vendan como objetos de lujo ya sabemos que no es un capricho de los tenderos. La falta de lluvias ha llevado a los campos españoles a un estado de emergencia donde el producto, por escaso, se ha vuelto exclusivo.
Por este motivo han aumentado las importaciones, siendo Marruecos y Perú dos de nuestros principales países proveedores. Es una curiosa coincidencia que este largo viaje lo realicen por igual tanto las frutas como las personas.
La familia que regentaba la Joyería también vino del Perú. Desconozco la historia que había detrás, pero intuyo, siguiendo con mi falta de innovación, una búsqueda de mejores oportunidades laborales y el anhelo de un futuro más prometedor para sus hijos.
Tenían dos, una chica que estudiaba ADE en la Universidad y ayudaba en el negocio por las tardes llevando la caja y un niño pequeño que era la alegría de la tienda. Jugaba al balón en la calle y, cuando le picaba el gusanillo, entraba al pequeño establecimiento y clareaba un racimo de uva, desgajaba una mandarina o arrancaba un plátano justo a ras del nudo.
Su madre aprovechaba ese momento de calma para recordarle que tenía que hacer los deberes. Una caja puesta del revés servía de asiento y una balda vacía en el mostrador hacía las veces de mesa. Siempre que el niño iba a escribir lavaba delicadamente sus manos. Cogiendo el lápiz con la mano izquierda, rellenaba las fichas de caligrafía con trazos firmes y precisos.
- “¿Qué más te pongo, cariño?” – preguntaba la frutera a una vecina mientras miraba orgullosa a su hijo. “Este también me ha salido listo” - seguro que pensaba, impresionada por la disciplina del chiquillo que no levantaba la cabeza hasta que había terminado.
Por lo que se ve, Perú exporta aguacate Hass, uva sin pepitas, jugosos arándanos y familias de padres trabajadores y niños estudiosos.
Pasado un tiempo, anunciaron el cierre por traslado a una de las calles céntricas de la ciudad. Otro pequeño viaje migratorio, los mismos motivos de antaño.
Accésit:
- Mercè Sànchiz por Se acabó (Bazar de los Jueves Centro Cultural )
SE ACABÓ
Yo se lo cuento, y le prometo que diré la verdad.
No sabía que estaba en casa. No le había oído entrar. Pero cuando volví del desmayo me pareció oír ruidos en el lavabo. Me acerqué hasta la puerta y allí estaba. Tan rubio, tan bonito, tan pequeñito. Siempre que el niño iba a escribir lavaba delicadamente sus manos, como si fueran de cristal.
-Mi niño, ¿qué vas a escribir ahora?
-Mamá, ya no soy un niño y sabes que hace tiempo que no escribo.
Entonces fue cuando me di cuenta de que había sangre en sus manos que iba deslizándose por el lavabo, que su cara también estaba enrojecida y que tenía razón, ya no era mi niño, era un hombre hecho y derecho. Sólo había sido producto de mi imaginación, o de mis recuerdos del pasado, cuando éramos felices.
-Y ¿esa sangre?
-Ya no volverá a hacerte daño.
Me dolían mucho la espalda y la cara, estaba cansada y yo también tenía algo de sangre en la cara. Me miré en el espejo del baño y entonces me acordé de lo que acababa de pasar. Una vez más. ¿Cuántas llevaba ya?
-Ya que tú no eras capaz de ponerle en su sitio, lo he tenido que hacer yo.
- ¿Cómo… qué dices?
- Que ya no recibirás más palizas, que se acabó.
- ¿Has convencido a tu padre de que yo no soy mala?
- ¡Tú no eres mala! El malo, el sinvergüenza, el hijo de puta es él.
- Hijo no hables así, es tu padre.
- ¡Y tú mi madre!
- Pero ahora no sé qué voy a hacer…
Y de golpe se puso a llorar y a golpear la pared. Yo no entendía nada. Intenté calmarle, mientras le secaba las manos y el sudor de la frente. Pero era inútil. Así que me fui hacia la cocina a buscar un Orphidal que, como usted sabrá, es mano de santo para calmar los nervios, la angustia. Yo siempre lo tengo en el botiquín. Seguro que la farmacia se ha hecho rica con todas las cajas que he comprado… Pero, perdone, perdone, que ya sé que esto a usted eso no le interesa.
Y en el pasillo… lo encontré. Sí, sí, a mi marido, claro. ¡No me lo podía creer! Pero entonces entendí lo de la sangre en las manos de mi hijo, lo que dijo de que se acabó, que el malo era él… Y le seré sincera: no sé si sentí tristeza o alegría. Pero lo que sí sentí seguro fue miedo por lo que le podía suceder a mi hijo. Mi pobre niño que además de vivir en un hogar, si me permite la expresión, de mierda, ahora se había metido en un lío de los gordos. ¡Te quiero mucho, Daniel!
Así que si hay un culpable ¡soy yo, Señoría! Por haber aguantado las palizas y los insultos de mi marido, por no haber cogido a mi hijo y salir corriendo a empezar una nueva vida.
Se lo ruego, Señoría, lléveme a mí a la cárcel, condéneme a todos los años que considere de justicia, se lo agradeceré eternamente, porque mi hijo no tiene la culpa, sólo llevó a cabo lo que tantas noches soñé con hacer yo. ¡Y qué Dios me perdone! Pero es la verdad.
-Escuchada la declaración, el jurado se retira a deliberar. Se levanta la sesión.
PREMIO TALLER LITERARIO Jornadas “Carmen Conde”
1º Premio:
- Inmaculada Villalaín por La mujer con nombre de flor
LA MUJER CON NOMBRE DE FLOR
Cuando Manuel nació, sus padres lo recibieron con infinita alegría pues era un bebé muy buscado y deseado. Desde ese día su empeño consistiría en que su niño creciera sano, fuerte y feliz. Así lo hicieron, pero a partir del año y medio empezaron a observar ciertos rasgos en el bebé que les preocuparon: evitaba el contacto visual, se balanceaba a menudo, le gustaba manipular siempre el mismo juguete ignorando otros y a veces no respondía cuando se le llamaba. El pediatra, después de observarle y hacerle diferentes pruebas, les comunicó que Manuel tenía rasgos del espectro autista, aunque en un nivel bajo de severidad y añadió que con el apoyo necesario podría mejorar mucho. Una vez superado el primer impacto se pusieron a ello. Con ayuda de un orientador trabajaron con su hijo de forma perseverante consiguiendo avances en sus comportamientos repetitivos y en su lenguaje, lo cual les llenaba de esperanza.
Al cumplir los tres años Manuel empezó la escuela con bastante incertidumbre por el temor a una reacción de rechazo al nuevo entorno. Manuel lo pasó regular en el período de adaptación, que para él, fue más largo. La maestra, que tenía mucha experiencia, sabía cómo actuar y con cariño y paciencia le enseñó las rutinas diarias para darle seguridad. Le insistía en que le mirara a los ojos, procuraba que no se aislara ni que jugara sólo, le estimulaba a hablar...Y en eso estaba cuando entró en escena una personita que iba a ayudar mucho al crío sin ella saberlo. Se trataba de Margarita, una niña especialmente sensible y cariñosa. Empezó a sentarse junto a él en la misma mesa y a hablarle con tal ternura que él la miraba y le contestaba con palabras y frases cortas. En el recreo le cogía de la mano y paseaban por el patio o se sentaban en el suelo lleno de piedrecitas, y entre los dos llenaban cubos para luego hacer una montaña. Muchas veces se acercaban otros niños y Manuel los aceptaba sin problema. En la clase, cuando había ruido y él se balanceaba nervioso, Margarita le daba un besito y le acariciaba la cara consiguiendo que se relajara. Al cumplir los cinco años descubrieron que Manuel tenía una capacidad extraordinaria en el área de lenguaje y una gran memoria. Aprendió a leer y escribir rápidamente teniendo la habilidad especial de recordar frases de cuentos y poesías que le habían recitado. Las reproducía sin equivocarse tanto oralmente como sobre el papel. Eso sí, siempre que el niño iba a escribir lavaba delicadamente sus manos como su madre le había enseñado a hacer desde chiquitín. Él lo cumplía a rajatabla ya que no le gustaba nada tenerlas sucias. Acabó Infantil y Manuel en Primaría seguía mejorando en compañía de Margarita, a la vez que interactuaba con sus otros compañeros, con los que ya hablaba y jugaba. En esta etapa Manuel destacó por su inteligencia y creatividad y empezó a escribir poesías sencillas y breves historias que gustaban mucho a todos.
Después de nueve cursos en el cole, el chico pasó al instituto pero con la ausencia de Margarita, que inesperadamente se había ido a vivir a otra ciudad, Manuel lo pasó bastante mal porque necesitaba su compañía. Por suerte, se echó un par de amigos con los que compartía su afición por las letras. En estos años leyó y escribió mucho, y no lo hacía nada mal. Sus profesores le animaron a participar en concursos literarios y ganó uno de poesía y otro de relatos cortos. Le encantaba escribir. Además los rasgos autistas cada vez eran menos evidentes, había mucho esfuerzo y empeño empleado en ello. Superó bien la adolescencia, y pasó con nota el bachillerato pero no así la ausencia de Margarita de la que nunca se olvidó.
Manuel fue finalmente a la universidad a estudiar Literatura. El destino o el azar hicieron que en su misma carrera, en el mismo horario y en la misma clase estuviera Ella. Cuando se vieron fue emocionante, se miraron, se abrazaron largamente y empezaron a hablar sin parar. Tenían tantas cosas que contarse. Durante sus estudios, igual que de pequeños, se sentaron juntos siendo ahora cómplices amigos o tal vez algo más. Y fue entonces cuando Manuel escribió un libro de poemas que tituló “La mujer con nombre de flor”, donde expresó sus sentimientos hacia ella. Cuando Margarita lo leyó, le miró con amor y no necesitaron hablar. A partir de ese momento su historia continúa con sus vidas unidas. Ella es profesora de instituto y él, además de dar clase a adultos, es escritor. Y como siempre, cada vez que Manuel va a escribir, lava delicadamente sus manos como lo hacía cuando era niño.
Accésit:
- Alejandra Pardo por Los niños
LOS NIÑOS
Miguel y Pablo eran dos hermanos muy inteligentes, inquietos, nerviosos y muy activos. Se parecían mucho en su manera de pensar y actuar y solamente se diferenciaban en sus aficiones: a Pablo le gustaba mucho la ingeniería en todas sus ramas; a Miguel, todo lo contrario: las letras lo llevaban de cabeza. Le encantaba escribir toda clase de historias, poemas, todo lo que pasaba por su cabeza. Tenía una imaginación prodigiosa y disfrutaba creando historias que luego compartía y leía a su hermano.
Un día Miguel conoció la historia de Antoñito, un niño de una familia muy pobre al que le gustaba escribir pero era tan pobre que no tenía dinero para comprar folios. Iba por los contenedores de basura buscando papel para poder escribir. Las historias que escribía eran sobre la naturaleza: el mar, las montañas, los animales... todo lo que le venía a la mente. Tenía una manera de describir las cosas que resultaban unas historias maravillosas pero no las podía presentar a nadie, y mucho menos a que se las pudieran editar.
Miguel, que era un chico de buen corazón, al enterarse de lo que le pasaba, le preguntó si podía ver alguno de sus escritos. A Antoñito le daba vergüenza presentarlos en esos papeles estropeados y sucios pero Miguel le dijo que no se preocupara, que la calidad del papel no importaba sino lo que en él se decía. Al ver la maravilla de historias que había escrito, Miguel compró un paquete de folios, se los llevó y le dijo "ya puedes escribir aquí tus maravillosos relatos para que todo el mundo pueda disfrutar de tan exquisita lectura".
Cuando Antoñito cogió el paquete de folios, era tal su alegría que no sabía qué hacer con ellos. Cogió el folio para escribir y lo primero que hizo fue lavar muy bien sus manos y secarlas cuidadosamente: no quería dejar ninguna huella sobre el papel, aquel papel que tanto había necesitado y que ahora, gracias a Miguel, tenía y podía escribir sus relatos y presentarlos a todo el mundo.
Antoñito escribió muchos relatos y, con el apoyo de Miguel, los presentó a una editorial a la que le fascinaron dichos relatos. Miguel nunca podría olvidar a aquel niño que, antes de coger el folio para escribir sus historias, lavaba cuidadosamente y secaba sus manos.