Buenos días,
Evidentemente esta publicación fue programada con antelación porque, como sabéis, hoy empieza el período de matriculación aquí en la Universidad Popular de Cartagena y no vamos a tener tiempo ni de respirar.
Menos mal que hace unos días nuestra amiga Pilar Galindo, del Bazar de Letras del Centro Cultural, nos envió un relato que nos recuerda lo mucho que nos gusta leer. Esperemos que lo disfrutéis.
Taller de Isabel 19-10-16
Accésit concurso
Literaula 2017
Portada Botas de lluvia suecas.
Amanecer
La primera luz extingue la noche
La primera luz bosqueja
la silueta de un mundo dormido.
La primera luz trajo a Martina.
El hombre baja a la playa con la
primera luz. Camina por el embarcadero hacia la claridad naciente,
como si saliera al encuentro del día. Mira las olas que llegan
hasta la orilla, la acarician y se marchan. No traen a nadie con
ellas. Quizás mañana…
Es fotógrafo y le han encargado que
capte el amanecer. La cámara gira en sus manos expertas, cambia de
posición, sentado, tumbado, en pie. Quiere apresar muchas auroras,
para que su jefe pueda escoger la más hermosa, la que pille
desprevenido al día que balbucea. De pronto, una figura blanca se
cuela en el objetivo de su cámara. La silueta se recorta contra un
horizonte malva, Conforme avanza, se distingue un rostro de pómulos
altos, ojos un poco separados de más, el pelo muy corto, del color
de la paja, un resplandor azul bajo los párpados. El fotógrafo
dispara su cámara sin cesar, persiguiendo todos los movimientos de
esa visión que llegó con la primera luz.
Un golpe lo tumba boca abajo en la
arena. La cámara rueda lejos, una bota implacable la machaca ante
sus ojos. La voz amenazante grita Qué haces, no tienes
derecho…Vamos, Martina, vamos… Se incorpora dolorido, con la
boca llena de arena. Un rayo de sol ilumina la soledad de la playa.
El hombre busca a Martina por las
calles vacías del pueblo. Solo algunos paseantes madrugadores
contestan a sus preguntas con extrañeza. No, nadie la ha visto.
El artista conserva en su retina el
rostro de la mujer, pero teme a la corrosión del tiempo, al olvido.
Su cámara murió, llevándose con ella la figura anhelada. Su
trabajo le permite tener cada día ante su cámara bellas mujeres,
que serán portada de revistas, icono de nuevos perfumes, modelos de
la primavera. Al terminar su jornada, el fotógrafo inicia su
búsqueda: ojos, pómulos, barbillas, labios… como los de Martina.
Quiere reconstruirla para que sus rasgos no se borren jamás.
Han pasado años, las cartulinas se
amontonan en su estudio. Pero no ha logrado rehacer a la mujer de
blanco. Por eso decide volver al pueblito donde trató de capturar la
aurora y la encontró a ella.
Tal vez esté allí…
Así que, todos los días baja a la
playa con la primera luz. Camina por el embarcadero hacia la claridad
naciente. Mira como las olas llegan hasta la orilla, la acarician y
se marchan.
Hoy no traen a Martina con ellas.
Quizás mañana…
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