Terminamos el fin de semana paseando de faro a faro, como nos dijo Carmen Conde. Esperamos que este relato de nuestra amiga Pilar Galindo, del Bazar del Centro Cultural, nos ayude para enfrentar la semana que mañana comienza.
Del Faro Verde al Faro Rojo
Del Faro Rojo al Faro Verde
He abierto la madrugada
caminando de Faro a Faro
La Luz y el Faro
La hacedora de versos duerme y sueña. Para ella, dormir y soñar es la
misma cosa.
Alrededor
de su cabeza, que alberga tantas fantasías, revolotean extrañas mariposas, que
describen círculos, canturrean en su oído y golpean sus párpados cerrados. Al
fin, después de entrar y salir de la oscuridad, jugando con las sombras, las
mariposas se aquietan. Ahora son letras aturdidas, inconexas…
¡Pobres!,
no saben como agruparse para formar bellas palabras. Y acaban llamando --Carmen, Carmen.
Carmen
despierta, mira por la ventana, contempla la noche y el mar. Está sola, pero su
nombre sigue sonando…
--Carmen
¡Ayúdanos! Somos letras que vuelan perdidas, tenemos cosas que decir, pero
¿cómo?
—Sois tan
hermosas, ¿qué me queréis contar?
-- Estamos
muy tristes, nos han pedido que llevemos mensajes de amor en medio de la noche,
pero no sabemos cómo ordenarnos para tener sentido y contar la historia. Es una historia que
hace llorar a la madrugada.
Ya no es un
vuelo silencioso de extrañas mariposas, sino un eco que le golpea el corazón
–Carmen, Carmen, escucha a la noche, ella quiere que pongas en palabras un amor eterno e imposible…
Y la poetisa,
qué remedio, se pone a escribir…
--Eres muy
hermosa, tus destellos son caricias que trepan por estas piedras que me impiden
abrazarte.
--Qué atrevido,
mira, me has hecho enrojecer. No hago sino iluminar caminos en la noche.
--Si yo
pudiera apartar estos muros, me fundiría contigo, me bebería tu reflejo sobre
el agua.
--No desees
imposibles, estamos atados a nuestro destino.
--Es tan
dulce, tan saltarina tu estela en la mar
-- Gracias,
amor, desde aquí admiro tu fortaleza, coronada por el verde que te ha prestado
el mar. Y más aún, esas palabras que siempre me hacen ruborizar.
Y Carmen
domesticó las letras dispersas y las hizo música y piropo y recados de amor que, obedientes, volaron del Faro a la Luz, y de la Luz al Faro,
llenando la madrugada de versos y la mar
de huidizos senderos de plata.
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