Buen martes,
Marian, del Bazar de Letras del Centro Cultural , nos envía el Pregón de las Fiestas de Torreciega ya que este año ha sido la orgullosa pregonera y lo quiere compartir con tod@s nosotr@s.
Hola,
bienvenidos.
Me llamo
Marian. Y os puedo decir que cuando me pidieron que hiciera el pregón
de 2015, mi primera sensación fue de sorpresa, y también de susto
por la responsabilidad de expresar ante todos, lo que significa este
barrio que tan bien nos ha acogido, y en el que se vive ¡de
perlas!, porque
siendo vecinos de poco tiempo/ puedo decir que nos sentimos como de
toda la vida, apreciamos el ambiente tranquilo y sencillo, y al estar
rodeados de campo, imprime costumbres parecidas, a las de antaño en
Cartagena. En mi niñez en la calle del Alto, se sacaban las sillas
de anea a la puerta, sobre el adoquinado en cuesta, para platicar/
acompañados con la radio y el botijo para refrescarse.
No hace
mucho, con la desaparición de esta calle y parte de la calle del
Ángel, descubrí que nací sobre asentamientos romanos, o tal vez
más antiguos quizás púnicos, íberos o fenicios, ......
Siento en
mis genes, de dónde venimos. Somos herederos de aquella mezcla de
sangre. Siento la gran influencia que tiene para mí, la historia de
nuestra tierra, Mi gusto por conocer las vidas de nuestros
antepasados.
Y
curiosamente, nuestro último lugar elegido para vivir es
¡Torreciega
nada menos!
Aquí se forjó parte de nuestra historia, y aquí perdura el
monumento romano del siglo I antes de Cristo. ¡Antes
de que Jesús naciera en Belén! Desde
mi terrao se divisan parte de las cinco colinas, y montes majestuosos
y eternos abrazando al puerto. A la izquierda, montes generosos,
descubrieron en sus entrañas el rico mineral. A la derecha el
Roldán, vigilante de la costa.
Otros
ojos, otras civilizaciones contemplaron y quizás sintieran como yo,
que vivir aquí es “regalo
de dioses”.
El
monumento sepulcral, “en
memoria de Tito Didio/hijo de Tito, de la tribu Cornelia”,
mutilado de su airoso remate, se le llamó Torreciega, por carecer de
puerta o ventana. Está recubierto de rombos de piedra volcánica,
perfectamente ajustados unos a otros, formando algo así como el
tejido de una red.
Se eleva
junto al pasillo que constituyó el istmo, entre la ciudad y los
campos cercanos. Era en sus principios, en forma de templo o torre de
casa. Se menciona en el siglo 16, la existencia de otros 10
monumentos funerarios, alrededor del hoy conservado, que formaban
parte de una necrópolis donde se hallaron, urnas cinerarias de
cristal, recubiertas con láminas de plomo. En el interior de una de
ellas, se encontró el ajuar de la persona incinerada, y se conserva
en el Museo Arqueológico Municipal.
Se habla
de túneles en esta zona de la necrópolis, al igual que los
encontrados en Sevilla en 2010, pertenecientes a la necrópolis de
Carmona. También por este barrio, como todos sabéis, tenemos bajo
nuestros pies, la calzada romana, llamada Vía Hercúlea o Augusta.
Era la más larga de la Península Ibérica, con casi 1.500 km
recorría todo el litoral mediterráneo, conectando Roma con
Hispania, desde los Pirineos al Norte hasta Cádiz al sur.
En época
más cercana este barrio no existía, eran tierras de labor sedientas
de agua, que con el esfuerzo de los labriegos, y la ayuda inestimable
de la noria y su incansable asno, sacaban agua para la cebada, el
trigo y la avena.
En
aquellos campos, como los de ahora, se cultivaban también higueras
verdales, chumberas y la rica hortaliza, que tanto nos gusta a los
cartageneros comerla, con una miaja de salao y un vaso de vino. Ya
los romanos apreciaban, el salazón y las alcachofas de Cartagena.
En 1935
por esta zona, se construyeron grandes cuadras, donde descansaban por
la noche, las recuas de mulas, que tiraban de los carros cargados de
mineral, procedentes de las minas para embarcar en el puerto, de
camino a diferentes países.
Por aquel
entonces, vivía un matrimonio, que se encargaba de cuidar los
animales. La mujer se llamaba Sorra de apellido, con
S.
Cuando se inauguró el tren de vía estrecha, se dejaron de utilizar
las mulas, y las cuadras se fragmentaron en varias viviendas,
conocidas con el nombre de casas del “Zorra”, quizás recordando
el apellido de la mujer.
El
desarrollo industrial, trajo a Torreciega La Española del Zinc.
Empleando a 400 personas, regenerando un poco la zona, a pesar de que
gran parte de los beneficios salieran al exterior. ¡Lástima
que también contaminara!
Los métodos de extracción y tratamiento, crearon un gran problema
ecológico, que persiste en las tierras que ocupó.
En 1962
se creó en el barrio la Asociación de Vecinos, siendo su primer
presidente D. Pascual Alonso Sanabria, que con su junta directiva,
consiguió el alumbrado público, la red de agua potable y el
alcantarillado.
Seis años
después, Don Teodoro Rodríguez Fernández,, gran persona y buen
profesional, fundó con alegría de todos, el colegio ASTUR. Fue
autor de los libros: “Besullo en la mente de Nardín”,
autobiográfico, y “Ramillete de leyendas”
Otro
presidente de la Asociación de Vecinos, a destacar, fue Don
Bartolomé García Yepes, impulsor del “I Certamen de poemas a la
Torreciega” en el año 1988.
Y
llegando a la actualidad, no puedo dejar de resaltar a estas mujeres
y hombres valientes, agradeciéndoles el trabajo incansable que
hacen, con toda disponibilidad y alegría.
Pero,
¡que
me perdonen los hombres!,
porque al venir aquí, descubrí la generosa actividad de sus
mujeres, que todas a una, dan vida al corazón del barrio: la
Asociación de Vecinos.
Quiero
destacar su esfuerzo, porque atendiendo sus casas, a los hijos y
nietos, son capaces de ofrecernos, festejos y actividades todo el
año, con total dedicación, y por el bienestar de todos.
Estoy muy
orgullosa, de poner mi granito de arena y pertenecer a esta
asociación.
Con todo
mi cariño, os invito a las fiestas, últimas de esta temporada. ¡Y
después de vacaciones/ más!
¡Que
lo paséis muy bien!
La comisión de vecinos ha trabajado mucho para que las disfrutéis.
¡Viva
Torreciega! ¡Vivan sus mujeres! ¡Viva Cartagena! ¡Viva San
Ginés!
Enhorabuena a la pregonera. De haberlo sabido habríamos estado allí, aunque no fuesemos del barrio.
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