En la edición de este curso del Certamen de las Jornadas Carmen Conde de Barrio Peral, tuvimos el gusto de leer y premiar este relato de Milagros Márquez, del Bazar del Centro Cultural. Esperamos que os guste.
MI
NOMBRE SE DICE PRONTO (….)
SE DICE
SUAVE Y SUENA A PLATA OXIDADA.
SE
GRITA Y CONTESTA EL MAR
Me
llamo Ahmed. Soy estibador en un puerto del Mediterráneo español, donde llegué
hace años en una patera, tuve esa suerte, muchos se quedaron en el cementerio
azul con sus sueños y sus ilusiones. Encontré personas buenas que me ayudaron a
conseguir los papeles y me buscaron un trabajo lejos de aquí, pero no pude
aceptarlo, no puedo separarme de este mar que me une a mi familia y en la
lejanía , me la hace parecer más cercana.
Una
mañana andando por el puerto con mis recuerdos, me llamó un hombre, era capataz
de un grupo de estibadores que necesitaba obreros para dos barcos que iban a
entrar al día siguiente, dijo que se fijó en mí por ser alto y fuerte, y aquí
sigo no un día, sino años.
Cerca
del puerto hay una pequeña playa a la que acudo todas las tardes y grito mi
nombre una y otra vez, como en un ritual, pensando que mi mujer o mis hijos al acercarse a la playa,
que durante tantos años fue mi casa, recogerán de las olas las letras y así sabrán que no les olvido.
El mar
me trae también sus nombres escritos
con sonidos cambiantes, furiosos
en la tormenta, suaves en las placidas tardes del verano, amorosos como el
fuerte abrazo de las olas rodeando las rocas
Un día
pensé que si los escribo arrojándolos al mar en una botella, él sabría en qué
playa depositarla para que ellos la encontraran y como el genio de la lámpara
al abrirla, saldría de ella todo mi amor
y los envolvería en un largo y cálido abrazo
Otras
veces escribo sus nombres con piedrecitas, y sueño que alguna de las
innumerables gaviotas que me rodean, como en los cuentos, haya aprendido a
leer, y las transporte en su pico para formarlos en otra arena de otra playa
donde ellos aguardan mis noticias.
¡Qué
envidia me dan esas gaviotas! Pueden volar por encima de este mar y volver, sin
importarles que los hombres pongan alambradas y puertas. Pero ¿quién puede
poner freno a la desesperación?
¿Cuánto
tiempo tendrá que pasar para que nos podamos reunir en una de las dos orillas?
Me
llamo Ahmed, mi nombre sabe a sal y suena en la música de las olas a tristeza y
desesperación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario