17 mayo 2016

Buenos días,

Nuestro amigo Joaquín Campillo del Bazar del Centro Cultural nos sugiere este enlace sobre Julia Asensi. 


Espero que os resulte interesante. Nos vemos en clase, o en la Noche de los Museos, o en Mucho Más Mayo, o en Verso y Fuego, o en La Mar de Letras...

08 mayo 2016

Bueno, bueno, bueno, pero qué abandonadito que tengo el Bazar en esta su versión 2.0.
Menos mal que sois unos santos y unas santas y me recordáis que el blog está para que tengamos un lugar virtual en el que mostrarle al mundo lo que nos gusta la Literatura y lo bien que escribís.
Por eso, procedo a compartir el relato "El tren del ayer" que Pilar Galindo tan gentilmente me ha mandado. El jurado del XII Certamen Dulcineas de El Albujón lo premió con un accésit el pasado viernes 6 de mayo.
¡Espero que os guste tanto como a mí!


                                              En un lugar de….. 
El Tren de Ayer      

En un lugar del pasado, flota un aroma que quiero retener, pero que siempre  pierdo entre los olores del día.
Existe un medio de alcanzarlo; tomaré el  Tren de Ayer.

El Tren es pequeño y juguetón, tiene las ventanillas pintadas de verde y la chimenea deja tras de sí una estela de humo rizado y gris.
Recostada en el asiento, veo desfilar el paisaje que fue, el que la vida dejó atrás.

El convoy marcha muy despacio, tanto que puedo ver al detalle el salón repleto de un público atento, que escucha la melodía interpretada al piano por la mujer que, entonces, era yo. Después de los aplausos, llega papá y me abraza, fuerte, muy fuerte;  huele a tabaco y crema de afeitar, murmura en mi oído—eres igual que ella— y las lágrimas, que bebo despacito de sus mejillas ajadas, me saben a sal. 

El piano quedó atrás, a mis pies se extiende un paisaje nevado. Un hombre se me acerca, besa el aire que roza mis mejillas. Me envuelve el vaho triste de los amores traicionados. Entramos en un bar, pedimos un licor caliente. La nieve golpea los cristales, la frialdad de los gestos de él golpea mi corazón. Me tiende  unos papeles –Acuerdo de Separación- Firmo de prisa, sin leer. Él se marcha bajo la nieve, yo pido otra copa y la bebo despacio. Y me hago pequeña, cada vez más pequeña…

 El tren corre ahora paralelo al atrio de una ermita blanca, rodeada de sauces y nomeolvides. Los novios salen de la capilla flanqueados por gentes ruidosas y alegres, que los bautizan con puñados de arroz. Casi no me reconozco en esa muchacha que arrastra su velo de novia y ríe sin parar. Mucha gente me besa, el aire  huele a espliego, a manzanas y azahar. Quiero bajar del tren, quedarme a la puerta de esa ermita, bebiendo interminablemente  de la boca de él…
Imposible, el Tren de Ayer no se detiene nunca.

El perfume que busco, por el que emprendí este viaje, parece insinuarse entre los tonos malva del atardecer, quiero retenerlo pero se evapora de nuevo. Nos vamos acercando a una pradera verde moteada de blanco. Tiemblo de miedo y pena, hasta mi llega el hedor del cementerio. Frente a una losa cubierta de flores agonizantes, mi padre llora abrazado a la niña que fui —Aquí yace…— no quiero leer ese nombre que tanto se parece al mío, tengo que alejarme para que no me ahogue el hálito de la muerte. Ahora estamos solos papá y yo.

  Un nuevo día nace junto a una luna en fuga. Los efluvios del alba se alían con el soplo que anhelo. Temo perderlo de nuevo, pero ahora no huye sino que se adensa  y me envuelve. En un cuarto lleno de sol, una mujer da de mamar a un bebé. De ella parte el aroma de mi recuerdo, mezcla de leche y besos, de talco y de jabón. Cierro mis manos pequeñas, coloco los puñitos sobre los ojos,  me hago un ovillo y me cobijo junto a su vientre.
El Tren del Ayer se detiene. El olor de mi madre era su destino.