30 mayo 2018


Miércoles, fin de curso. Y Basi Jorquera del Bazar del Centro Cultural nos regala este relato que seguro no os deja indiferentes:


EL ZULO
Estaba agobiado, no podía casi respirar, no conseguía ni rascarse la nariz, la carcasa que albergaba huesos y músculos con el paso de las horas se había entumecido, dormido, anquilosado, y su mano ya no respondía a la orden de su cerebro. La mano, ni ninguna de las partes de sí mismo obedecían a su voluntad. Él quería, pero sencillamente, no podía. Lo intentaba, pero no encontraba respuesta. Era como si su cuerpo y su mente se hubieran escindido. Sí, su organismo por un lado y su conciencia por otro.
Tú a Londres y yo a California. Era consciente, estaba lúcido y eso le hacía sufrir más. Se enteraba, no era lelo, se daba cuenta, porque padecía la dependencia de su cuerpo ¿O de su mente? Aún no lo había averiguado.
Tenía sed. Su boca le pedía agua, su cuerpo le solicitaba algo líquido. Qué placer si estuviera fresca. Allí metido era imposible, inalcanzable, inaccesible, y lo sabía. Pero no podía dejar casi de sentir, de imaginarla pasando por su garganta y refrescándola. El cúmulo de gotas resbalando por las comisuras de su boca. Frescas y húmedas. Sí, pero era como mirar por un telescopio y querer alcanzar la luna: Un sueño, una quimera, una utopía en esos momentos. La lengua pastosa ocupaba toda la boca. No quería tenerla ahí, donde estaba. No, era como un apéndice que sobraba. Algo accesorio a la boca, superfluo, molesto, incómodo. Se la imaginaba cayendo en cascada, fecundando campos, bañando tierras, saciando su sed, pero enseguida recapitulaba interiormente y se decía: tranquilo, no pasa nada, no tengo sed, no estoy aquí. Existo porque pienso, respiro, porque noto mi meñique tocando suave la palma de mi mano. Pero y si todo fuera un sueño, un espejismo. Y si no existiera el aquí y el ahora…
De repente un sopor. El sueño invade todo su ser como después de una comida copiosa. No sabe qué hacer. ¿Qué sería mejor? Nadie a quien preguntar. Está solo. Toma conciencia ahora de ello. Ha perdido la noción del tiempo. Nadie le puede ayudar. Depende de su sangre fría, de no perder los nervios, de su valor, de confiar en sus fuerzas. Confianza en sí mismo. Sí, eso y valor. No por favor, no te dejes llevar por el adormilamiento. Resiste. Aguanta. No te dejes vencer. Tú puedes. Claro que puedes. Los párpados poco a poco se le van cerrando como persianas al anochecer. No puede más. Se esfuerza, pero es inútil. La sensación de abandonarse le vence. Es más fácil eso que resistir. No quiere, pero no puede.
Cierra los ojos y en ese momento intuye que es el fin. En un milisegundo sabe que todo va a terminar. Y se da cuenta de que no le importa; de que al fin y al cabo va a descansar; de que su lucha interior va a acabar. Venga ahora lo que venga va a ser un descanso, una liberación, un deshacerse de la carga y pesar menos, un ser más liviano, un pasar a otro estadío. Venga lo que venga, pero descansar porque está cansado, fatigado, agotado, exhausto. Vencido.
A partir de ahí, ya en una nebulosa. Todo pasa muy rápido, pero pasa, ocurre, sucede. No sabe si es ficción o realidad. Si es un sueño, una pesadilla o ficción que ha visto antes de quedarse medio durmiendo. A veces le acontece: se queda adormilado viendo una película y parece que la continúa en sueños. Imaginada pero la continúa, le pone final a su manera, con su estilo, con su impronta. Nada que ver con la original. Final nuevo, película nueva.
La nebulosa sigue, lo persigue, lo inunda, lo abraza, puede con él y con todo su ser. Se hace con él.
De repente, como en un subidón de adrenalina, abre los ojos. La conciencia se abre paso y todo es luz y realidad porque ¿ha sido un sueño o era realidad? Eh, ahora recuerda. Ahora es consciente. Nadie se lo va a creer pero él lo sabe; sabe que ha estado a punto de morir. Ahora, en este momento todo lo comprende: había sido auto secuestrado y metido en un zulo. En el zulo que había fabricado su propia mente. Y él respirando aliviado la maldice. Maldice su mente.
BASI JORQUERA 25-5-18

25 mayo 2018

Hay recomendaciones y recomendaciones. Comparto con vosotros esta preciosa que nos hace Joaquín Campillo, del Bazar de Letras del Centro Cultural:


Para aquellos que disfrutan con el regusto, después de leer un verso.

Para los que sufren la ausencia de la palabra.

Para los que viven la vívida esencia de un poema.

Para los que adormecen su tensión, con la melodía de unas palabras.

Para los que vierten, en el cántaro interior, el murmullo de un arroyo.

Para los que no entienden, pero sienten...