28 diciembre 2019

Queridos amigos, este año se acaba y no es ninguna inocentada. Parece increíble pero el 20 ya está a la vuelta de la esquina. Afortunadamente, nuestros amigos del Bazar de Letras siguen compartiendo con nosotros sus relatos que tanto nos ayudan a superar el vértigo de la velocidad con la que vuelan las hojas del calendario. Hoy ha sido Pilar Galindo quien nos presenta esta bala de plata. ¡Nos vemos el año que viene!




La  bala de plata

“Cuando el río suena, agua lleva”

Viajaba en tren a La Coruña, anochecía. El único pasajero, además de mí, que ocupaba el  vagón en  esos momentos, dejó con rabia el periódico en el que estaba enfrascado y dijo:   "¡No hay justicia en  el mundo!  Estos mandamases omnipotentes, que saquean a sus pueblos, lejos de pagar sus desafueros,  se  refugian en alguna isla del Pacifico y… ¡a vivir de lo robado! No, en este mundo, no hay justicia."

-- Alguna vez se hace justicia aquí abajo. Yo doy fe de ello-- le contesté.

El hombre me miró ceñudo y sorprendido.

- No me diga…

- Puedo  demostrárselo, si quiere escucharme. No se trata de un caso de proyección pública, sino de una historia familiar, llegada a través de una persona de mi plena confianza.

- Tengo verdadera curiosidad por conocer esa excepción a la regla. Le escucho.

Y empecé  a contar:

“Demasiado temprano, entró en mis sueños “La danza del sable” y, hasta que identifiqué la melodía del móvil, me sentí preso de urgencias asfixiantes.

--¿Pasa algo, mamá, por qué llamas tan pronto?

--Hola, Jaime, tengo buenas noticias. Nieves está  aquí conmigo y quiere decirte algo.

--¿Mi hija?, balbuceé.

--Hola, papá…

Su voz temblaba en mi oído. Cuando calló, apoyando el teléfono contra el pecho, lloré y lloré, como si no hubiera llorado nunca y nunca más pudiera llorar.

Nieves me dijo que vendría a verme esa tarde. Hacía cuatro años que no la veía. Una vez  me dijo un amigo filósofo:

 --No humilles nunca a una mujer, una mujer despechada es más peligrosa que un rinoceronte herido.

Yo tenía una esposa, una hija, un hogar. Un día, sacudió mi vida un amor desbocado, que no me vi capaz de dominar. Después de un tiempo de mentiras y excusas, decidí que mi mujer no se merecía  la traición  y el engaño. Y le dije la verdad. Era cierto, ella no se merecía que le mintiera, pero tampoco estuvo a la altura de la verdad.  Irrumpió en  mi vida como un rinoceronte herido. Y  la destrozó. Aquí, me dije, una mujer despechada. 

¿Hubiera sido mejor seguir engañándola? ¿Cómo tenía que haber procedido para no humillarla? 

Para la separación yo quise un acuerdo amistoso, sobre todo, para no hacer daño a nuestra hija. En ese acuerdo amistoso, perdí todo cuanto podía perder, en cuanto a bienes materiales. Pero mi mujer no quedó satisfecha, así que intentó impedirme ver  a mi hija: no acudía a las horas de visita fijadas, si yo iba a recoger a la niña a casa, nunca estaba, tampoco me cogía el teléfono.

Al conocer mi abogado estos incumplimientos, lo denunció ante el Juzgado de Familia. Hubo de pasar bastante tiempo hasta que  la justicia nos dio la razón.  Cuando mi mujer, por sentencia judicial, se vio obligada a entregarme a la niña fines de semana alternos, entonces… Ella disparó su bala de plata: me acusó de “abusar" de mi hija. 

Me dejó fuera de juego  la maldad  de la que fue capaz mi mujer. ¿Era  su respuesta a mi abandono o siempre fue tan cruel? ¿Cómo era capaz de usar a nuestra hija para vengarse? 

Entre dudas y presumibles culpas, yo estaba destrozado. En ese estado anímico, mi amor desbocado se iba mustiando, como se mustian las flores el día después de la fiesta. Mi abogado me instó a decir la verdad y toda la verdad y, después de oírme, creyó en mi inocencia. 



Mi madre también me creyó.  Y nadie más. Mi mujer  había llegado con su  sucia acusación a mis amigos, a mis vecinos, a la familia.
Hablé  con mi hermano, pero ya su mujer había sido emponzoñada por  la mía  que, entre sollozos, le había contado lo que yo “le hacía” a la niña. Así que solo conseguí de él el beneficio de la duda. En la oficina, la gente  callaba  al  llegar yo. En el casino, los corrillos se deshacían a mi entrada.

Mi abogado me tranquilizaba—no tienen pruebas, Jaime, vamos a ganar—Tuvo razón, el asunto fue sobreseído por falta de pruebas. Pero  nada cambió, seguí viviendo bajo sospecha. El agua derramada  no puede recogerse.

Fue mi madre quien me aconsejó que me fuera por un tiempo. Que pusiera distancia. Conseguí que me destinaran, con urgencia, a otra sucursal  y, en apenas un mes, me encontré exiliado en esta ciudad,  donde llueve a diario, todo lo contrario que en la tierra que tuve que dejar.

He vivido aquí tres años, como un  sonámbulo que camina dormido, vive entre sueños y sueña con despertar. Solo mantenía contacto con mi abogado y con  mi madre.  Ella me daba noticias de mi hija. También supe por ella que mi  exmujer tenía pareja.

El anuncio de que mi niña llegaba dentro de unas horas  me puso en movimiento: limpié  la casa, llené el frigorífico, compré flores para festejar a mi hija.

La vi bajar del tren, al lado de mi madre, busqué en ella a la niña de cinco añitos que me arrebataron y pensé que nadie podría resarcirme por el tiempo perdido.

Después de los abrazos y las lágrimas, interrogué a mi madre. 

--¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué habéis venido?

--Nieves quiere vivir contigo. Tendrás que pedir el cambio de custodia.

No podía ser cierto…

--¿Tú quieres…? Pero, ¿por  qué?

- Vamos, Nieves, díselo - la urgió mi madre.

En un murmullo apenas audible, la niña dijo:

--Él me ha hecho lo  que mamá dijo que tú me hacías cuando yo era pequeña.    

Casi ahogado, pregunté:

--¿Quién es él?

--El  novio de mamá. 

Los tres callamos, como asustados por el estruendo de las palabras de Nieves. Miré a mi hija y dije muy despacio:

--Pero, yo nunca te hice nada.

--Él sí.

La voz de mi niña parecía venir de lejos y era muy triste. Solo pude acunarla entre mis brazos, para que nada más la rozara.

No fue cosa de un día, pero conseguí  la custodia de mi hija. Tengo otra vez un hogar y una hija. Entre los cientos de palabras que se almacenan en mi memoria,  referidos a este feo asunto, quiero destacar las que Nieves dijo a la psicóloga, que  la trató durante un tiempo:

- Mi madre lloraba contándole cosas a la tía. Yo no entendía de lo que hablaban. Solo recuerdo que la tía estaba asustada. 

- La primera vez, creí que el  novio de mamá me acariciaba…

- Luego  empecé a recordar… y entonces entendí aquellas palabras…"



--¿Hay o no hay justicia en la tierra?, pregunté a  mi compañero de viaje.

--En su caso, contestó, si no se tratara de un asunto tan sórdido, podría decirse que ha triunfado, una cierta justicia poética.


Pilar Galindo Salmerón






17 noviembre 2019

¡Buen y fresco domingo!
Nuestros amigos del Bazar siguen cosechando premios y hoy es Milagros Márquez (del Bazar del Centro Cultural Turno de Tarde) quien quiere compartir con nosotros su relato ganador del Accésit del Certamen Dulcine@s, organizado por la Asociación ADESMA de El Albujón. ¡Seguro que os gusta!


EN UN LUGAR DE….

LA FOTO

Todo ocurrió en un instante. Había ido a recoger a mi nieto al colegio y estábamos esperando el autobús, cuando el corazón se me encogió de golpe. Me pareció ver…pero no, estaba segura, era él. Creo que también me reconoció y cuando nuestros ojos se encontraron fue como un retroceso en el tiempo. Cuántos recuerdos vinieron en ese momento a mi mente.

Llegó el autobús y mi nieto hablaba y hablaba como siempre, contándome las cosas del cole, pero yo no lo escuchaba. Estaba en ese mismo espacio pero en otro lugar del tiempo. Lejos, muy lejos quedaban en mi memoria esas imágenes de dos jóvenes adolescentes corriendo entre risas para coger el autobús que los llevaba al instituto.

No podía ser él. Aparentaba un hombre derrotado por la vida, no era el joven de mi recuerdo que quería conquistar el mundo para ponerlo a mis pies.

Cuando llegué a casa busqué en un lugar del armario en el que tengo una caja con los trozos de vida que vamos conservando en forma de fotos y allí estaban, un poco amarillentas por el tiempo, la fiesta de fin de curso, la excursión al monte…y nosotros siempre juntos cogidos de la mano.



Ese sí era el joven de mis recuerdos, guapo, moreno, de ojos muy negros y mirada dulce que con una sonrisa te paraba el corazón. No podía ser la persona que yo vi en el autobús. ¿Tan mal le había tratado la vida?

Recuerdo que cuando se fue a trabajar a Alemania, en los años 60 del pasado siglo nosotros éramos los emigrantes, nos despedimos entre sollozos y besos jurándonos amor eterno, sin saber que la vida juega despiadadamente con los sentimientos. ¿Por qué dejaste de escribirme?

Ibas a venir a formalizar las relaciones, casarnos e irnos juntos a buscar yo allí también trabajo. ¿Qué pasó? Nunca lo sabré.

La vida siguió su curso y un día otra ilusión más fuerte, más duradera entró en mí y el recuerdo de aquellos años se fue difuminando convirtiéndose en fotos borrosas hasta terminar por desaparecer. Pero, ¿desaparecieron de verdad? Creo que no. Siempre quedó el rescoldo, la duda de cómo hubiera sido mi vida con él en otro país.

He tenido un matrimonio feliz. Aposté por él y no me equivoqué. Colmó todas mis esperanzas e ilusiones y muchas más. He vivido unos años de ensueño. Tuve hijos  que me han dado nietos. He sido muy feliz.

Esa noche en la soledad de mi cama que ya me queda ancha, pensaba en todo esto. En el amor de la juventud, en el otro que fue el amor de mi vida y creo que lo único que quería era volver a ser joven, no recuperar el amor de los 15 años. Vivir otra vida en otro lugar, nuevas aventuras, ilusiones nuevas. Pero ya no tengo tiempo. Miro la foto de la mesilla que como siempre me sonríe y pienso que no había otra vida mejor que la que he vivido con sus luces y sus sombras y me dormí feliz.

Pero al día siguiente cambiamos la parada del autobús.

25 octubre 2019

Hola, amigos,


Llega el fin de semana y acabamos una semana más en la que los deberes han sido difíciles y retadores. Hemos empezado el curso poniendo el listón muy muy alto pero merece la pena por escuchar/leer maravillosos textos como el que Geli Sánchez (del Bazar del Centro Cultural turno de mañana), ha querido compartir con todos nosotros. Teníamos que describirnos de una manera original. Allá va:


UN CÓCTEL MUY PARTICULAR 

El barman agita la coctelera con la dosis justa de energía. 

Dentro de ella hay una parte de albañil de sabor fuerte y otra parte de costurera espirituosa. Una pizca de vinatero añejo y otra pizca de ama de casa con solera. Unas gotas de soldado centenario y otras tantas de campesina gran reserva.

El barman prepara una copa de fino cristal, larga y delgada. Vierte la mezcla con sumo cuidado.

Agita, pero no mezcla.

Coge la copa en alto y observa tonalidades claras con ligero matiz tostado. Dos burbujas escapan a la superficie, ambas de reflejos castaños. Se lleva la copa a los labios y degusta una textura ligera y de cuerpo templado al paladar. Su sabor es afrutado, en su punto de madurez, sin llegar a ser dulzón, incluso con un punto de acidez al final. Evoca largos días de sol y campo.

El barman deposita la copa sobre la barra y la observa atentamente. La copa en sí es adecuada y la mezcla conseguida. Pero él sabe que no está del todo acabada.

Coge un palillo de buena madera que no acaba en sombrillita sino en un generoso corazón e inserta, no una ni dos, sino tres aceitunas, y lo coloca todo dentro del líquido que reposa cogiendo consistencia.

Y entonces, el barman, reconoce admirado que ha terminado su creación. Ha conseguido algo nuevo. Algo distinto. Un sabor único e irrepetible con el que deleitar a los mismísimos ángeles.

Geli



20 octubre 2019

Buenas tardes,

Comenzamos hoy una sección dentro de nuestro blog en la que queremos que amigos relacionados de uno u otro modo con las Letras nos recomienden qué leer (o releer). La primera valiente que se ha dejado embarcar ha sido la poeta y profesora Natalia Carbajosa y aquí os dejamos su recomendación:



RESEÑA DE LA DIVINA COMEDIA, DE DANTE ALIGHIERI

Cada año espero con fruición a que llegue el verano para leer o releer un “clásico” con la atención y la calma debidas; esas tardes largas y calurosas que no invitan a moverse de la mecedora, y sí a leer y leer mientras avanza el día casi imperceptiblemente, apenas moviendo de pronto una hoja de la colasia del jardín, con el zumbido perezoso del motor de un coche avanzando de tarde en tarde por la calzada al otro lado del jazminero (o ese otro, mucho más irritante, de un mosquito tenaz), me han visto recorriendo las páginas del Quijote, la Ilíada, el Ulises, y otros muchos tesoros. El pasado verano le tocó el turno a la Divina Comedia.

Para leer esta obra en condiciones, recomiendo la edición bilingüe del poeta y traductor Ángel Crespo, que tan bellamente rimó en español los tercetos encadenados de estos tres libros en uno (Infierno, Purgatorio y Paraíso), y cuyas notas a cada capítulo, no innecesariamente prolijas y sí utilísimas, ayudan a que no nos perdamos ninguna referencia, contemporánea de Dante o de carácter mitológico. Concebida, al estilo pitagórico, para estar en consonancia con la armonía celestial, La divina comedia se compone de tres libros con treinta y tres capítulos cada uno, enteramente vertidos en tercetos. Acompaña al poeta florentino en su singular periplo, como sabemos, el universal autor de la Eneida, Virgilio, en el papel de guía sereno y laureado de la antigüedad. 

Compuesta casi a las puertas del Renacimiento italiano, la Divina Comedia engloba una visión del mundo conocido, y de todos sus saberes hasta el momento (filosóficos, religiosos, artísticos) de carácter medieval. Mas como sucede con la cualidad comunicativa de la poesía, dichos saberes no están transmitidos a modo de compendio o pesado texto de estudio, sino envueltos en el misterio, el suspense, la visión e incluso el humor y la ironía que sólo la inspiración artística es capaz de crear. Leer la Divina Comedia se convierte así, y no sólo por la voluminosa edición que yo manejé, en una experiencia no simplemente intelectual, sino también física: la lectora se estremece ante tanta belleza y tanta sabiduría que le entra por los sentidos, se compadece de la desgraciada peripecia de los condenados, comprueba que los errores humanos (la ambición, la codicia, la vanidad) siguen siendo los mismos al cabo de los siglos, y atraviesa entregada cada paisaje de este singular viaje de la mano de sus mentores. 

Pero la Divina Comedia es mucho más que un libro único, de esos que sin dudar ubicamos en la estantería, erróneamente considerada difícil o inalcanzable para el lector común, del Parnaso: para el poeta e influyente crítico angloamericano del siglo XX T. S. Eliot (citado por la investigadora Viorica Patea), esta obra representa la existencia, en la cosmovisión europea anterior al puritanismo y al pensamiento cartesiano posteriores, de una “sensibilidad unificada”, una unión perfecta entre el mundo de ahí afuera y su percepción y/o manera de ser asimilado. Tras la imaginación visual y alegórica de Dante se imponen otros modelos estéticos e intelectuales que provocan la ruptura “entre la superficie sonora de la poesía y su contenido profundo”, ruptura de la que, arguye Eliot, todavía no nos hemos recuperado. 

En estos tiempos de decaimiento de la cultura y la identidad humanas, leer la Divina Comedia es también una espléndida manera de emprender el camino de vuelta a la casa de la que la hiperestimulación y el entretenimiento vacuo nos intentan expulsar constantemente. Nuestro particular “guía” hacia el texto, Ángel Crespo, allana las dificultades y consigue que disfrutemos de ella sin más penalidades que las que compartiremos con sus personajes. Dejemos, pues, a un lado tantas propuestas mediocres que, aunque vayan en forma de “libro”, no nos aportan absolutamente nada; y deleitémonos con aquello que, al fin y al cabo, en un sentido profundo, constituye nuestro propio equipaje vital. Por lo menos en el tiempo semi-eterno del verano. 

Natalia Carbajosa 




03 octubre 2019

¡Bienvenidos al Curso 2019/2020! Empezamos satisfechos porque los asistentes a los diferentes talleres del Bazar de Letras siguen cosechando éxitos en los certámenes y concursos en los que participan. En esta ocasión Milagros Márquez, del Bazar del Centro Cultural tardes, quiere compartir con nosotros el Relato con el que ha ganado el Certamen de Cartagineses y Romanos:


QUE LOS DIOSES ME DEN FUERZAS

Que los dioses me den fuerzas para contar mi secreto y así poder redimir el pecado que desde mi juventud me ha atormentado la vida.
Estoy sentada en un cómodo diván en mi casa. Tengo delante un gran ventanal asomado a ese mar tan azul, tan bello y tan triste en mis recuerdos, ese mar que acaricia las costas de Cartago Nova, como se llama ahora esta ciudad.
Apenas puedo moverme. Los años han hecho de mi una anciana decrepita. Creo que los Dioses están esperando que confiese, para llevarme con ellos, ya que los remordimientos han sido el castigo que he pagado en esta vida.
Recuerdo un tiempo muy lejano. Una isla en el Mare Nostrum, sus habitantes éramos romanos. Yo soy romana. Tenía 6 años cuando desembarcaron en ella los piratas matando a casi todos los que no les servían para el mercado de esclavos que tenían montado en Cartago. Allí me llevaron, junto con mis padres y hermanos. No olvidare nunca los gritos de mis abuelos, pacíficos pescadores al ser masacrados junto con los que no les servían para sus fines. La guarnición que Roma tenía en la isla no nos ayudo, miro a otro lado, al lado donde estaban las monedas que le habían hecho llegar aquellos miserables.
En el mercado fui separada de mi familia y eso añadió otra gota más al vaso casi lleno de odio contra el cartaginés.
Tendría 8 años cuando llegue a esta ciudad, entonces llamada Qart Hadasht, formando parte del sequito de un militar a las órdenes de Aníbal. Mi señor tenía dos hijas de mi edad y me incorporaron a su servicio. La niña esclava romana, sirviendo a las niñas del enemigo cartaginés.
Pero los dioses fueron benévolos conmigo. Al principio fue el miedo, el rechazo y el odio que sentía hacia todo lo que me mantenía sumisa y servil, apenas cruce unas palabras con ellas, aunque algo entendía de ese lenguaje bárbaro por estar mi isla cerca  de sus costas, faenando juntos los pescadores, hombres buenos y pacíficos de ambos lados  en el mismo mar.
Paso el tiempo y me di cuenta de que del vaso de mi odio se iban escapando algunas gotas por la grieta que iban haciendo en él, el cariño y el respeto que mostraban todos hacia mi persona. Pronto me integraron en sus juegos. Su carácter bondadoso, tranquilo y cercano hicieron el milagro. No eran mi familia pero había encontrado un poco de paz en mi vida aunque seguía manteniendo en mi brazo la pulsera de esclava.
Me permitían asistir a las clases que un joven maestro romano, también esclavo les daba a sus hijas. A diario abría nuestras mentes hacia las lenguas y las ciencias, pero también hacia el amor y la concordia entre los pueblos.
La vida allí era dulce, tranquila, quería a esa familia pero mi vaso del odio no se había vaciado del todo. En mis pesadillas veía a mis padres y a mis hermanos maltratados humillados, esclavos como yo pero con menos suerte y a gritos me pedían que recordara que era romana, que la casa donde vivía era de mis enemigos, que no dejara nunca de pensar en ello
Manteniendo esa lucha interior fueron pasando los años. Llegaban rumores de una nueva guerra con los romanos pero parecía imposible que en esta ciudad tan bella, con gentes buenas y trabajadoras se fuera infiltrando de nuevo ese odio al otro, al diferente solo por estar en distinto lado de ese mar  que, en lugar de unirlos, los hacía enemigos por intereses que nada tenían que ver con las personas, ya fueran Cartagineses o Romanos
Pero la guerra es así, nadie la quiere pero todos pagan un alto precio cuando acaba.
En la ciudad los rumores eran ya casi continuos y las maldiciones al romano Escipión estaban en boca de todos.
En la casa de mis amos la vida aun era apacible. Las niñas nos habíamos convertido en tres hermosas jóvenes que hacía tiempo habían dejado los juegos infantiles para pasar a otros que nos pedía la sangra caliente de la juventud.
Por las tardes dábamos paseos a la playa o a la laguna, acompañadas siempre de otros esclavos para protegernos y por el joven maestro que nos explicaba como los minerales eran trasladados en barcos a Cartago desde las minas cercanas. También nos hablaba sobre los vientos, abundantes en esta ciudad, del cielo, las nubes, el porqué de la lluvia, pero sobre todo del amor por los demás y dar gracias a los Dioses por la suerte que habíamos tenido. Yo lo escuchaba ensimismada y todo el amor que debía repartir  se concentraba  en él. Era mi dios, mi ídolo. Y ese fue el germen de mi gran pecado.
Un día mi señor me mando llamar a su presencia. 
Se acercan malos tiempos para todos, me dijo, los romanos buscaran una escusa para atacar la ciudad y habrá un baño de sangre. Si somos nosotros los derrotados debes hacer valer tu origen romano. Aquí tienes los documentos de compra que le exigí al vendedor por si alguna vez los necesitabas. Ya eres una hija más para nosotros, por eso te los doy, pero nunca he querido quitarte el brazalete de esclava por si llegado el momento, junto con los papeles sirviese para demostrar tu origen romano.
Caí a sus pies llorando y abrazada a sus rodillas le di las gracias por todos estos años en los que yo también me había considerado parte de la familia. Los Dioses no me darían años suficientes para demostrarles mi agradecimiento.
Y sin embargo los traicioné. No pido perdón, sé que no lo conseguiré, solo quiero aliviar un poco mi culpa contando esta historia
Una tarde en la que mis compañeras de paseo no pudieron venir, fui con el joven maestro a la laguna, no llevábamos esclavos para protegernos. Nosotros éramos los esclavos.
Al atardecer, con el sol rojo poniéndose tras las montañas y convirtiendo la tierra en toda clase de grises, nos amamos en la soledad de la arena con  la fuerza, el ímpetu y la locura que lleva consigo la sangre joven y enamorada.
Ya había caído la noche, se encendieron algunas lucecitas en el mar, señales de barcos de pesca que faenaban por allí. Y entonces me dijo: (Dioses ¿porque lo escuché? ¿Por que al oír sus primeras palabras no salí corriendo para avisar a los  que yo consideraba ya mi familia?) Dentro de dos noches no bajes a la laguna van a atacar los romanos por la muralla pero otros vendrán por aquí en barcos de pesca y yo les abriré la puerta. Soy romano como tú, tenemos que acabar con los malditos cartagineses que nos robaron la infancia y la juventud. Entre caricias, me dijo donde tenía que esconderme, él vendría por mi cuando acabase la batalla, estaba muy seguro del resultado, sabia muchas más cosas de las que me dijo.  Había sido un espía romano desde que lo trajeron a esta ciudad. Era mentira todo lo que nos hablaba del amor entre los pueblos. Esa filosofía maravillosa que nos había enseñado desde niñas y que le servía para no levantar sospechas.
No pude moverme. Todo mi mundo se derrumbaba. Sentía asco de mi misma, pero la pequeña gota de odio que aun quedaba en el vaso junto con lo que yo creía que era amor bastó para traicionar a toda una ciudad a la que ya consideraba mía.
Esa noche pude volver a la casa para avisarles pero no lo hice. Más tarde supe que me buscaron angustiados .Pido a los Dioses que nunca llegaran a saber de mi traición.
Pero la suerte estaba echada, me escondí y cuando a la noche siguiente empezaron a sonar las trompetas y el ruido de la guerra se volvió insoportable quise salir para unirme a ellos, entonces comprendí que aquellos que luchaban por defender la ciudad, eran los míos, mi familia, mis gentes, mis amigos. Ya no había odio, pero era demasiado tarde, me había encerrado temiendo que les avisara.
Esta es la historia de mi traición. Que los Dioses me juzguen y espero de su misericordia que me arranquen pronto de este mundo, de esta ciudad a la que vendí cuando era joven por una ilusión amorosa y  unos tiernos abrazos.

30 mayo 2019

Amigos, se acaba el curso 2018/2019. Pero no nos ponemos tristes porque antes de que nos demos cuenta habrá pasado el verano y sus calores y estaremos otra vez abriendo las puertas del Bazar. Además el fin de curso es una oportunidad para leer a amigas como Geli Sánchez (del Bazar de Letras del Centro Cultural, turno de mañana) que quiere compartir con nosotros este "hasta luego".



CIERRE DE CURSO, de Geli Sánchez.

Érase una vez una lectora.
Una lectora que se unió a un grupo con sus mismas inquietudes.
Inquietudes que satisfacía la buena lectura.
Lectura presentada todos los trimestres por una profesora.
La profesora nos dio a conocer nuevos títulos y autores.
Autores como: Eduardo Mendoza, Álvaro Pombo, Ron Rach, Ayanta Barilli, Santiago Posteguillo y Elía Barceló entre otros.
Otros fueron seleccionados para el prestigioso Premio Mandarache.
Un Mandarache con títulos como Lamia, Tu futuro comienza aquí y Los surcos del azar.
No fue el azar el que dio como ganador a Paco Roca con su extraordinaria obra.
Obra que disfrutó la lectora del comienzo de este relato.
Relato que se atrevió a escribir sin ser escritora, tan solo narradora de historias.
Y esta historia no da para un libro, pero sí para cerrar el curso.
El curso del Bazar de Letras de la Universidad Popular.
Y popular es, inscritos hay un buen número de alumnos.
Alumnos con deseos de repetir la experiencia el año que viene.
Y el que viene pisando fuerte es el verano.
¡¡Feliz verano para todos!!



21 mayo 2019

Detrás de una nube se esconde un verso que empuja al rayito de sol que espanta las gotas que nos acompañan por las horas que forman el día llamado martes. Unos poemas de Basi Jorquera para respirar.



PLAZA DE LOS NARANJOS

Trapicheos,
buenos y malos rollos
Pa vivir
Que rule, que rule.
Descanso de turistas
Sin prejuicios
Marroquíes y españoles
Ciudadanos del Mundo.
Cafés, tés con miel,
Cigarros liaos.
Marroquí pa convivir
No perder la esencia
¿Morriña, conquista o todos de Gaiga?
Sin bandera, sin fronteras,
¿Sin Dios, amo ni Patria?
Imagine all the people, living in another world.
BASI JORQUERA 27-4-19


LA VIDA

Arde mi vida
Cual tea ardiente
En hoguera de San Juan,
Cual brasa hiriente y candente
En el puto infierno.
Cual pólvora negra,
Qué sigue su camino hasta llegar al
Petardo más estruendoso, más cegador, más explosivo, más destructivo...
Así me tratas cuando un día y otro y otro me dices que no. Porque no es no. Lo sé.
Pero no puedo evitar ir a verte, a hablarte, a esperar que salgas cuando estoy seguro que no lo harás.
Hoy ha sido un palo en to lo alto.
¿Cómo mo me ves que no lo ves?
O si lo ves...

BASI JORQUERA 30-4-19


REY DE COPAS

Cuando te sientes mal
Déjate guiar por tus pasos,
Tu olfato lo resolverá.
Y aquí me hayo.
En la mismica puerta
De la que fue mi casa
Muchos años:
Señora Isabel, litros y litronas
Porros, canutos, petas,
Hachis y María, ¡Oh, dulce María!,
Tequila barato, sal y limón
Barra sucia, aseos peor,
Sin música pero todo a su alrededor,
Punkies, rockers, poperos, pijos,
Mods,
Jóvenes sin igual
Todos sentados fumando pipa de la paz,
Nenicas, novias, novietas y amigas sin par,
Jóvenes sin igual,
La Polla, Loquillo, Nacha Pop, Hombres G, Brighton 64 y
Ariadna Gil, única entre mil,
Jóvenes sin igual,
Jóvenes sin par.
Únicos en el lugar.

BASI JORQUERA 9-5-19


A MARÍA

Te echo de menos,
Como el  alto mástil a su bandera ondeante,
Como la tabla al tubo de su big one,
Como el risco a la montaña,
Como la  blanca gaviota unos días al lebeche y otros al levante.
Como una madre a su hijo,
Como un abuelo cariñoso a sus nietas,
Como el camello a sus yonquis
Y el yonki a su chute.
Así echo yo de menos tu cuerpo, que nunca ha sido mío,
Tus labios pequeñitos y rojos carmín , que nunca he besado,
Tu susurro a mi vera, que lo anhelo.
Así es como te echo yo de menos,
Como el cielo nocturno a la luna moruna y la Vía Nívea
Y los girasoles al sol de invierno.
Así te echo yo de menos.
Y las conversaciones con cañita y Marinera,
Crianza, Reserva o Gran Reserva
Que lo mismo da que da lo mismo.
Escuchando a Vetusta, Los Secretos, Coldplay o León Benavente ("jeje").
Así es como te echo  yo de menos, María de la O.

    BASI JORQUERA 7-5-19


CAMINO A...

Pasan coches...
Antes franceses, italianos,
Alemanes, americanos,
Made in Spain,
Ahora japoneses, coreanos,
Chinos, eléctricos, híbridos,
Qué futuro más
... Por la ventanilla del bus.
Pasan los regadíos, las vetustas viviendas campestres solitarias, aisladas, las pinadas carrascas,
Las nubes blancas sobre fondo azul,
La gente que va y viene,
Que se mueven como hormigas inquietas en hormiguero asediado,
¿Dónde irá tanta peña?
¿No podría viajar yo solo?,
Noooo, ¡qué aburrido!
Sin peña, sin gente, sin coches que pasan,
Sin personas que se mueven cuál hormigas inquietas en hormiguero asediado.
BASI JORQUERA 10-5-19


QUIOSCO

Gentes que pasan, icues que corren, saltan, lloran, juegan,
Gentes que vuelven.
Que pasarán, que volverán a pasar,
Se paran, toman una caña, o dos, o tres y una marinera o dos o  tres,
Lo que de el bolsillo, o las ganas, o el aguante,
O el solecillo de la mañana,
O la brisa de la tarde.
O la luna moruna y la conversación las noches frías de invierno,
Y la luna llena de verano y el cielo estrellado.
Juventud mezclada con juventud acumulada.
Silletas, madres, padres, Pelotitas que van y vienen.
All stars abajo, Dockers más arriba, jerseys en los hombros,
Marlboro entre los dedos y los labios,
Foulars de colores al cuello.

Ficus centenarios asesinos disparando sin piedad sus frutos rebotados.
Cabezas heridas y cuerpos asustados.

Cañas bien echadas, camareros y camareras (lo políticamente correcto) amables, simpáticas, guapetonas, y bienintencionados.
Mola el quiosco de la Plaza San Francisco.



14 mayo 2019

Buen martes, amigos del blog. Nuestra compañera Pilar nos sigue acompañando con sus relatos y hoy ha querido compartir con nosotras este hilo de esperanza:



Tallado de papel
Mayo.
Un hilo de esperanza

--Dígame, ¿en que puedo ayudarle?
-- ¡Voy a quitarme la vida!
-- ¿Lo ha pensado bien? Mire que no tenemos más que una…
-- ¡No quiero seguir viviendo!
 --Yo se lo digo de todas maneras, el que avisa no es traidor,  para que  no se lamente, cuando ya no haya vuelta atrás.
 --Cómo voy a lamentarlo,  si tengo una vida de mierda.
--Si usted escuchara las desdichas que yo oigo cada noche, pegada a  este teléfono, vería que en todas partes cuecen habas.
--A mí no me consuela que también sufran los otros. A  mí me duele mi dolor.
-- Y a mí, el mío, pero a veces distrae secar  lágrimas ajenas.
--Yo  no estoy llorando, sólo quiero dejar esta vida penosa.
--¿Puedo tutearte?
--Claro.
--Ya tienes pensado como vas a hacerlo…
--Si, me tiraré del viaducto
--¡No, por Dios, no hagas  eso!
--¡Bah!, no Importa la forma, el caso es irse…
--Pues no, se ve que no tienes ninguna experiencia como suicida.
--No estoy para   bromas, voy a colgar.
--Pues  tú te lo pierdes.
--¿Qué me pierdo?
--Mira, chico, yo he  tratado   dos veces  de suicidarme, ¿no crees que podría ayudarte a dar ese pasó de la mejor manera posible?
--No  creo que matarse sea más o menos feo,  eso son sandeces.
--El último acto de la vida debe tener algo especial, ¿no has oído hablar del canto del  cisne?
--No  intentes jugar conmigo, voy a quitarme de en medio, estoy decidido.
--Vale, pero antes, date un gusto, un placer final. Yo  me puse música,  la más linda, y me  preparé un vermú blanco con hielo, lo fui bebiendo a traguitos cortos,  mientras escuchaba mi melodía.
--Y ¿que fue lo que falló?
--El corte fue superficial.
Me desperté medio borracha y perdida de sangre, pero me desperté y aquí sigo.
--Pero volviste a intentarlo.
 --Sí, y no voy a decirte cómo, es demasiado humillante,  eso no  te lo cuento. Pero te aconsejo que busques algo para amenizar la despedida. Esta noche sopla  viento de levante, si te tiras por el viaducto, darás cuarenta tumbos antes de llegar al suelo, te golpearás con los pilares y forjados del puente,  acabarás destrozado, hecho un pingajo.
--¡Cállate!
-- Es así como te digo, deberías buscar otra manera y pensar también en esos últimos  momentos,  que pueden ser la  última felicidad.
--¿La que tú conseguiste en tu segundo suicidio?
--Tomé pastillas, muchas, pero no fueron suficientes.
-Salieron por todos los  orificios de mi cuerpo.  Vómitos, orina,  heces,  lagrimas y vermú, al ritmo de Only You.
 --Te has dado por vencida.
-  Si. Ahora que te he contado mis fracasos, ¿no quieres decirme qué te duele tanto?
–Estoy solo.
 --¡Cómo que estás solo! y yo,  ¿no pinto nada?
-- Tú eres sólo una voz al extremo de un hilo.
 --Oye, que vayas a matarte,  no te da derecho a ser grosero.
--Para mí, la compañía es presencia y calor, tú eres una voz que juega conmigo.
--Te entiendo,  sólo hay una forma de convencerte de que soy real y no juego contigo vente para acá, podemos, entre los dos, preparar un bonito adiós y pensar en formas distintas de morir. Si me convences, te acompaño, nos vamos juntos.
--Y ¿dónde estás,  cerca o lejos,  en este mundo o en el otro?
--Estoy en la calle  Esperanza 7, quinto piso. Puedo mandarte un taxi, si quieres, dime sólo cómo vas vestido y dónde estás.
-- Cazadora marrón y vaqueros,  calle Soledad ,1.
--¿Alto, flaco rubio?
--Flaco, renegrido, desesperado.
--Y ¿te llamas?
-- Félix.
– Casi como el ave fénix…
--La voz  es de Lupe.
Dime, Félix, ¿cual es tu música?
--Fandangos.
-- El taxi es verde, irá muy rápido. Voy preparando el té con albahaca y miel.  Marchando un fandanguillo. No te tardes, chico, que me pesa tu soledad y  la mía.

Pilar.




02 mayo 2019

Buen lunes o buen jueves,
Se acerca la Gala Final del Premio Mandarache y queremos compartir con vosotros este relato que nuestra amiga Geli Sánchez García (del Bazar de Letras del Centro Cultural, turno de mañana) realizó tomando como fuente de inspiración ese épico cartel de la edición 2019. 



Una pequeña historia dentro de la Gran Historia



La imaginación vuela, por lo tanto no se le deben cortar las alas, hay que dejarla ir a su aire aun cuando aparezcan historias mágicas.
Y esta que tengo en mis manos lo es.
Si miramos hacia el medievo a nuestra mente acuden los castillos como elemento representativo. Imponentes castillos de piedra que se elevaban sobre las colinas dominando kilómetros a la redonda. Uno de ellos es protagonista en esta historia, al igual que Lady, una avezada amazona que recorre la campiña inglesa de finales del XIX a lomos de su cuadrúpedo.
En una nublada tarde la dama en cuestión se aleja demasiado de su casa de campo, tanto como para adentrarse en territorio desconocido a lomos de un animal de leyenda. El suyo es un mitológico unicornio de papel parduzco con letras impresas en tinta negra salido de ese invento llamado imprenta que surgió en el Renacimiento.
Su destino es el lejano castillo recortado en el horizonte que la atrae, la llama, la tienta..., no así la moderna construcción que hay al lado.
En su camino por el verdeante campo Lady detiene su montura junto a un solitario surtidor de gasolina americano de los años cincuenta pintado de un rojo tan intenso como sus vestimentas.
Su unicornio evidentemente no necesita de un surtidor, tampoco de la apetecible hierba fresca que hay bajo sus cascos.
Sigue queriendo llegar al castillo, pero antes decide curiosear por un torreón de piedra semioculto invadido de hiedra. Desmonta y decidida se adentra en él pasando bajo su arco de entrada. En realidad, es una torre vigía del siglo XVI abandonada tanto tiempo atrás.
Dentro está oscuro pero la pálida luz del exterior le ofrece la visión de un bulto inmóvil. Sin miedo se acerca y lo coge, es una bolsa. O más bien una mochila de color anaranjado con bolsillos y adornada con abundantes hojas verdes en plan camuflaje. La mochila olvidada de un explorador, tal vez del propio Doctor Livingston. Mira dentro y aparece un viejo casco de motorista con gafas incluidas, no duda en ponérselo, le gusta, lo encuentra práctico y cómodo para cabalgar, así evita de su rostro los distintos insectos que pululan por el campo. Con ambos objetos continua su camino hacia su destino final.
Cerca de una arboleda, a los pies del castillo, una nube de pajarillos salen volando oscuros sobre el cielo gris, como palabras que se lleva el viento.
El castillo del siglo XV es una inmensa mole de piedra oscura perteneciente a sus antepasados. Sus murallas, sus almenas, su torre del homenaje… ella todo mira ensimismada. Lo contempla con una sensación de nostalgia, parece un edificio frio y lúgubre, solitario y triste, pero a ella le gusta.
En su parte norte se elevan hacia el cielo otras torres, otras almenas, pero de hierro. Esqueletos retorcidos que avanzan hacia las alturas. A Lady no le gusta esa construcción llamada fábrica. Un engendro del siglo XX.
El tiempo se agota, la tarde plomiza va desapareciendo porque el manto oscuro de la noche quiere sumirlo todo en sombras y entonces… nada es lo que parece y esta historia… no existe.

FIN

22 abril 2019

¡Con tantos días de lluvia y cielo gris se nos va a poner el alma gótica! Aquí os dejamos unos poemas de Basi Jorquera para que los disfrutéis.


                       CHARCOS

Pequeños pies,
Pequeñas manos,
Inocentes. 
Saltando, brincando,
Descubriendo,
Como Cristóbal Colón
De oficio descubridor
Botas diminutas, inmensa imaginación,
Como Cristóbal Colón
De oficio descubridor,
Legos, construcciones, castillos
Monsters, mikados, música Amaral, pinturas, juegos en general,
Como Cristóbal Colón
De oficio descubridor,
Pies mojados, chándales empapados
Lunes por llegar, deberes por hacer 
Padres responsables, 
Como Cristóbal Colón
De oficio: Imaginar. 

                   BASI JORQUERA 21-4-19 

A Paula, Sofía, Claudia y Alfonsico. 



  SURFERS

<<Los surfers vuelven llenos de arena y siempre cuentan la historia de Helena... >>
Tras la tormenta, sigue la tormenta
Su resaca
Mar embravecido, espuma blanca
Marea, mar de fondo
Oportunidad de traslado a otra vida
En el tubo de tu ola
Ni siquiera
Salirnos del mismo mar
Que nos acaricia a ti y a mi
Que nos acarició y nos acariciara
Pereza.
Nenicas en bañador
Summer time in spring
Summer time in my heart
And in yours?

                 BASI JORQUERA 20-4-19 



SEMANA SANTA 

Noches de Pasión, noches solitarias
Cae el sol, llega el crepúsculo
Con él tu recuerdo, tus palabras,
Tan cerca, tan lejos
Cuerpo valiente, corazón ardiente
Lo intento, lo intento
El fracaso ronda mi mente,
Flirteo, te necesito
No tengo suficiente, 
Semana de Pasión, alma de blues 
Por ti la Luna moruna, el Sol de invierno y el rocío de la mañana, 
Por ti la vida, la alegría, la pena, el llanto, la risa y la brisa de tu sonrisa.  

                   BASI JORQUERA 17-4-19



 MORTADELO 

Tardes lluviosas, días solitarios
Bares tristes, cervezas viudas
Amargas cascarujas,
Cabellos largos, lolitas en potencia
Parejas con bastón, faldas debajo de las varices,
Frío, humedad,
Ceniceros por llenar.
Alma en vela
Esperándolo todo,
No esperando nada.
Mientras tanto:
Tibia cerveza.

             BASI JORQUERA 21-4-19 



ICUE

Pelotita solitaria, muerta
Que te meces con las olas
Vas y vienes a su antojo
Sin voluntad, pero libre
Un poco + cerca,
Un poco + lejos.
Cobra vida cuando un icue
La coge entre sus manitas,
Pelotita solitaria.
No te marches
Pelotita Marinera.

                   BASI JORQUERA 20-4-19 



ECONOMÍA BÁSICA

Te negaría 1000 veces cien
Y volvería a tu ser, a tu alma, a tus brazos, 
A por ti, otras 1000 veces ciento una. 
Tantas veces como te negara más mil, que es el placer que tú me provocas cuando te veo, ( no mola neoliberalizar el placer) cuando  hablas o te vislumbro entre la multitud con tu cabello dorado, tus zapatos de tacón, nuestra sonrisa aún contenida o cuando todavía espero nuestras conversaciones
aún pendientes; de la venus de milo, de vetusta morla o del color de tu sujetador o de lo mucho que subió el IPC, el año pasado.

       BASI JORQUERA 15-4-19



TORMENTA EN MI CORAZÓN

A pesar de que el día era soleado que, el mar estaba sin borregos o con menos
de los habituales, perfecto para pasar un día a remo con la familia en formato picnic, y la chica que tenía delante dando cuenta de su desayuno alardeaba 
constantemente de cabello natural, rubio y cuyos brillos se asemejaban a los de su amada al reflejar la luz de los rayos del astro rey.

A pesar de todo ello, echaba en falta a su amada.

BASI JORQUERA 11-IV-19

16 abril 2019

Pero qué buenos momentos nos ha dejado este trimestre que se acaba. Ha sido largo pero por eso nos ha permitido tanto y tan bueno. Gracias a todos los que, semana tras semana, os acercáis al Bazar a compartir Letras. Y en especial a Joaquín Campillo (del Bazar del Centro Cultural Tardes) que, amable como es, ha querido compartir este relato con todas nosotras. A la vuelta de vacaciones, seguiremos.



EL FINAL DEL VUELO
           
            En lo oscuro, la melodía que suena remueve dos cuerpos en la cama. La mujer responde al estímulo y eleva sus párpados. La tiranía de la alarma nunca deja de ser eso: un abuso de la máquina sobre el deseo. Casi de forma automática la mano silencia el celular.

            Aromas nocturnos que hay que despedir la llevan a la ducha. Los vapores impiden que su moldeado cuerpo se aprecie nítido tras la mampara. Una toalla, con deleite, envuelve su cuerpo. El uniforme pende de una percha: Falda azul de tubo que cubre las rodillas, chaqueta ceñida al talle, en la espalda, decorada con un fino cordón dorado; en la bocamanga, luce un galón prestado de oro, como corresponde a su categoría; zapato negro con poco tacón, asegura la estabilidad y el movimiento, sin dejar al margen la elegancia; las medias negras se adaptan a las esculturales piernas.  La melena larga se ve obligada a sufrir el trenzado, por la normativa. Vibra la batidora su canción, mientras prepara el batido multifrutas, consuelo de su estómago.  

            Llegar al aeropuerto le supone una hora. La bella cariátide arrastra su pequeña maleta por los pasillos, camino de la zona de personal. Saludos, más o menos sinceros, la colman al llegar al local donde se reúnen las tripulaciones: Azafatas, pilotos, sobrecargos comentan las novedades antes de pasar lista y recibir las últimas indicaciones del vuelo. Allí toma su dosis de cafeína, retoca su maquillaje antes del despegue...  Ya en el aire, comienza su tarea.

            Vuela, al igual que el avión, el tiempo. En otro lugar, Mario cierra el ordenador y mira el teléfono. Han pasado veinte horas desde que su pareja, azafata, despegó; no hay ningún mensaje de llegada en su teléfono. El vuelo a Singapur conlleva dieciséis horas; se extraña un poco. Sale del trabajo. El metro, atestado como siempre, le recibe en su habitáculo lleno de seres que se miran, se soportan y donde cada uno piensa en lo suyo. Él desgrana los últimos momentos que pasó con Marisa, vuelve a pensar en la demora de su aviso. Una costumbre, habitual y normalizada entre ellos desde hace dos años que comparten vida; y todo lo que implica el enamoramiento.

            Entra en el apartamento y la mano obedece al monótono instinto: enciende la televisión. Un latigazo acompañado del espanto se hace presente en su cuerpo. El noticiario de la tarde vomita las tragedias sucedidas: El avión de Marisa ha desaparecido del rádar en el golfo de Bengala. La cabeza entre las manos que agarran con fuerza sus cabellos; los dientes apretados y las lágrimas que afloran...

            En aquel mar, ahora en calma, flotan fragmentos de todo tipo y parte del avión todavía se mantiene en superficie. Un hombre, con chaleco salvavidas, a duras penas consigue nadar hacia una balsa. Cuando llega observa que, dentro, hay una mujer con el uniforme desgarrado, con erosiones en su cara y cuerpo; esta le tiende la mano para que suba a bordo...
           
            —¡Gracias a Dios, nos hemos salvado! —dice él— Usted es Marisa, la azafata que me atendió.
           
            Los dos se funden en un abrazo. Unas horas después, tras oírse un ronroneo de un bimotor, una bengala surca el cielo. Marisa vuelve a cargar la pistola lanzadora; todavía le quedan cuatro.

06/04/2019
Joaquín Campillo Villa