23 febrero 2019

Buen día soleado,
Esta semana hemos disfrutado un año más de las Jornadas Carmen Conde que organiza la Asociación de Mujeres Amanecer de Barrio Peral. Y también del Certamen de Relatos inspirados en los versos de la gran autora cartagenera. La ganadora de esta edición, Milagros Márquez, ha querido compartir con todos nosotros su emotiva narración. Allá van esas cartas:


LAS CARTAS

El amanecer me arrojó a ese duermevela en el que confunden la realidad con los sueños. Había dormido poco. En la soledad de la noche lo había decidido, un año de dudas, vacilaciones… Ayer recibí su última carta en la que me decía la dirección que tantas veces le había rogado. Teníamos que conocernos para saber si era verdad ese amor que se manifestaba romántico, exultante, apasionado, completo.
Todo había comenzado las Navidades pasadas. Cuando recibí su primera carta no sabía si tomarla en serio, ya en la mitad de mi vida había alguien que se interesaba por mí y me pedía amistad, me parecía increíble. Cuando era joven y lo necesitaba no llegó, los pocos candidatos no llenaban las expectativas de mis fantasías, llevándome de la mano por mares escondidos donde descubriríamos el gran secreto de la vida, el amor total de aceptación y de entrega.
Por curiosidad contesté la primera carta, en la que me decía que su nombre era Lucas, de edad próxima a la mía, y su deseo era que mantuviésemos correspondencia como amigos. Lo que más me intrigó fue  que en la era de las redes sociales y otros medios modernos de comunicación, hubiera escogido precisamente ese tan antiguo, Al preguntárselo, meses después, me dijo que allí era donde verdaderamente podía descargar su alma, revelar sus más íntimos deseos y, sobre todo, volver a disfrutar de momentos inolvidables releyendo las mías.
Las cartas llegaban regularmente todas las semanas salvo, y esto era lo más intrigante, cuando desaparecían por un tiempo para volver a iniciar la correspondencia donde se dejó la última vez. Yo preguntaba, pero él no respondía. Con el paso del tiempo las cartas se hicieron más intimas, describiendo situaciones imaginarias de amaneceres juntos en una playa cogidos de la mano en esa hora en que los grises dan paso a la explosión del color. Así veía él nuestra relación, empezó en amistad y surgió un amor profundo, romántico, compartido. Navegaríamos juntos por la vida y sus cartas al fin me llevaron por mares escondidos y aventuras amorosas insospechadas. Le abrí mi alma como nunca lo había hecho. Por eso teníamos que conocernos para que todas esas fantasías se realizaran.
La dirección era de una ciudad cercana y al llegar me sorprendió que fuera una residencia, pero ya estaba allí y descubriría la verdad.
Le enseñé la carta a una cuidadora y me sorprendió cuando dijo: Usted es Lucia ¿verdad? Lucas hoy no tiene un buen día, no le va a conocer. De su mente se borran días, semanas y luego vuelve sin acordarse del tiempo perdido. En los días buenos es cuando le escribe las cartas que yo llevo al correo. Es un hombre maravilloso y está muy enamorado de usted.
Tuve que sentarme para no caer. Me llevó hasta Lucas, al verme sonrió pero en sus ojos solo había un vacío insondable. Su aspecto era bueno y no había mentido sobre su edad.
Me quedé toda la tarde, le cogí la mano. Yo hablaba y hablaba de todo el amor que me había entregado en sus maravillosas cartas y que consiguieron despertar en mí algo que creía ya muerto. Sabía que no me entendía pero me daba igual, allí estaba Lucas escuchándome, cogiéndome la mano con una caricia cálida y entrañable
A partir de entonces iba a verlo con mucha frecuencia tanto si me conocía como si no, seguíamos escribiéndonos y juntos volábamos a esos sitios maravillosos que existían en nuestros corazones, cumpliéndose así un verso que me escribió una vez: Afluentes de tus ríos serán mis ríos y, como esas aguas, ya no nos separamos nunca.