31 mayo 2015

NEGRO.



     Como  decirte  que  la  noche  se  me  echa  encima  y  que  me  aterra  la  oscuridad,   no  solo  la  oscuridad  de  la  noche,  sino  la  oscuridad  del  alma,  esa  negrura  que  no  rasga  la  luz.
     Es la  negrura que  me  deja  el  corazón  roto.  Esa  sí  que  es  tiniebla  pura,  no  hay  ruido,  ni  nota,  ni  siquiera  el  susurro  del  agua,  es  el  universo  visto  desde  fuera,  y  yo  ingrávida  flotando  sin  rumbo.
    Como  asirme  a  una  nube,  si  no  hay  ninguna  tormenta  cerca,   necesito  descargar  el  aguacero  que  me  inunda  con  esas  aguas  turbias  y  negras  que  me  arrasan  al  caer  como  una  tromba,  me  calan,  me  pegan  el  vestido  a  la  piel,  me  dejan  casi  desnuda,  me  despojan   de  mis  vanidades  y  me  quedo encogida,  vacilante,  sin  aliento  y  recojo  mi  pelo,  mojado  porque  que  huele  a  mí.
    Ya  percibo  aromas  ¡No  he  perdido  la  vida! Lo  que  queda  son  añicos,  pequeños  retazos  desordenados  como  un  puzle  recién  comprado  del  que  solo  conozco  la  portada  de  la  caja  sin  destapar,  yo  sí,  reconozco  mis  pedazos,  se  han  roto  tantas  veces  que  ya  me  cuesta  encastrarlos  de  nuevo,  le  faltan  esquirlas  que  se  perdieron  en  anteriores  riadas,  se  las  llevó  el  agua  sin  retorno,  quedaron  en  el  mar  de  la  vida,  esos  huecos  no  tienen  color,  son  todos  negros,  agujeros  insondables  donde  han  ido  los  vertidos  y  desechos  del  dolor  y  la  amargura.
     Negro,  sobre  negro,  el  color  del  luto  por  la  vida,  por  la  que  se  me  va  y  por  la  que  me  queda,  negra  mi  soledad, el  negro  de  la  elegancia  por  la  supervivencia, el  negro  que  vislumbra  mi  pupila  y  solo  lo  rompe  un  destello  de  luz,  casi  imperceptible,  un  atisbo  de  esperanza  que  quiebra ese  azabache  que  nunca  debió  instalarse  en  mí  y  descomponer  mis  colores.
    
Mª Carmen Meroño. Bazar de Letras de Pozo Estrecho.


29 mayo 2015

Un año más, las asistentes al Bazar de Letras de Barrio Peral han terminado el curso con una tarde especial. Durante la última sesión del taller, leímos la comedia Puebla de las Mujeres de los Hermanos Álvarez Quintero. ¡El año que viene más!



Cristina Perea, del Bazar de Letras de Barrio Peral, nos regaló este relato tomando como inspiración el cartel de La Mar de Músicas de este año, especial Chile:


Ibrahim, como siempre, estaba buscando en el vertedero cosas que pudieran servir bien para su casa bien para vender y sacar algún dinero, cuando de pronto observó algo que sobresalía en la basura, era como el mástil de un barco. Se fue acercando y para su sorpresa vio que se trataba de un instrumento musical pero al tirar de él, todavía se sorprendió más porque había otro enterrado. No sabía que era aquello, lo más extraño que había visto nunca, era como una mezcla entre guitarra, bandurria, laúd… ni idea de lo que pudiera ser. Se fue a casa con el hallazgo pensando en cómo sacarle partido y en esas estaba cuando su hijo cogió el extraño instrumento y empezó a tocarlo. Por un lado, canciones modernas y por el otro, canciones populares. Ibrahim se quedó boquiabierto. Poco a poco se fueron acercando los vecinos al escuchar tan gratas melodías. Se fue corriendo la voz  y pronto empezaron a lloverle ofertas para dar conciertos.

Y así, gracias a la banguerra, nombre con el que bautizaron al extraño instrumento, salieron de la pobreza.