11 diciembre 2020

¡Buenos días! ¿Qué os parece si empezamos el fin de semana disfrutando de la poesía? Nuestra amiga Consuelo Susmozas, del Bazar de Letras turno de mañana, comparte con nosotras estos versos:


I

Él es el viento, al que nadie 

atrapa, y soles naciendo, 

para iluminar con sus luces 

los espacios oscuros y fríos 

como el hielo.



II

Que todas las bellezas 

existentes sean contempladas por tus ojos, 

que tu mirada se detenga

 arrodillada ante la verdad, 

verdad que llevarás a todos 

los rincones como el viento 

abriéndose camino.




17 noviembre 2020

¡Buenas tardes de veroño! La portada de "Utilidad de las desgracias" de Fernando Aramburu está siendo una magnífica inspiración para los asistentes a los diferentes Bazares. Esta tarde queremos compartir con vosotros "Albedrío" de Gustavo Lacalle Vadillo, que se acaba de incorporar este curso al elenco de creadores del Bazar de Letras, turno de tarde. ¡Que lo disfrutéis!


ALBEDRÍO


Ya casi era de noche, acercó la palma de la mano al marco de la puerta y esta se abrió con un siseo “Buenas noches, Winston”, el saludo llegó a sus oídos y como cada noche provocó una lejana sensación de hastío y rencor en su subconsciente, notó la casi imperceptible pulsación en su antebrazo y la dosis de endorfinas hizo el resto…. , de su boca salió un “Buenas noches, Alexia” que casi sonaba agradecido.

Las luces iban encendiéndose mientras accedía al minúsculo y aséptico apartamento asignado. 

Miró a su alrededor y todo estaba en orden, como siempre, aséptico, impersonal, asquerosamente perfecto; de nuevo el tac-tac bajo la piel y la sensación desapareció.

Recordó haber salido tras el almuerzo dejando la cama sin hacer y los restos de la comida sobre la mesa y sin embargo todo estaba en orden. La empresa se encargaba de todo eso, mientras él ocupaba su tiempo en leer y clasificar informes sin tener muy claro si aquello era de utilidad para alguien.

Se dejó caer en el pequeño sofá, que como todo lo demás, estaba presidido por el ubicuo logo, inscrito en  la leyenda “Beatitudo vestra facit nobis liberate” y recordó el día que se anunció a nivel global el fin de la pobreza, del hambre y de la infelicidad.

La enorme corporación ponía al servicio de la humanidad su descubrimiento, la energía inagotable, limpia y gratuita para todos. Ya no habría necesidad de trabajar, las necesidades serían cubiertas por el entramado industrial y cada individuo podría dedicar su tiempo a aquello que quisiera. La servidumbre del capitalismo se había terminado. Unos meses más tarde la corporación cambió su nombre por el sucinto y anónimo sustantivo de “LA EMPRESA”.

(Tac-tac-tac), esta vez la descarga fue más fuerte y una sonrisa vacua curvó casi al instante las comisuras de sus labios.

¿Algo de cenar, Winston?

No gracias, pon la televisión.

Se retrepó en el sofá, mientras las luces bajaban de intensidad y la imagen del presentador llenaba la pantalla -(tac-tac).

Tenía sed. 

Un refresco Alexia, por favor.

Se incorporó y observó el recipiente que surgió del dispensador, las pequeñas gotas provocadas por la condensación resbalaron por el sempiterno logo y cayeron al suelo de donde desaparecieron casi mágicamente -(tac).

Mientras bebía, el insultantemente atractivo presentador dio paso a una mujer igualmente irreal.

A la espera de que finalice el recuento podemos anunciar que el gobierno repetirá mandato por una amplia mayoría, -(tac-tac-tac-tac) dijo con voz aterciopelada. 

Winston dejó el refresco sobre la mesa y observó su mano, intentó recordar su aspecto antes del incidente con los “dedos”, así se llamaban extraoficialmente los miembros del servicio de seguridad de LA EMPRESA - (tac-tac-tac-tac-tac )

Esta vez ha sido fuerte, pensó brevemente antes de caer en un semi-letargo inducido por las drogas.

Le despertó la fanfarria habitual que precedía a los logros de la corporación y otro quimérico presentador anunció con una sonrisa rebosante de dientes el triunfo electoral.

...las nuevas medidas gubernamentales comenzarán a partir de este momento, sus dispositivos intradérmicos serán sustituidos  por otros de nuevo diseño y mayor sensibilidad.

El crepitar de su brazo volvió a ser perceptible.

Se incorporó lentamente y comenzó a quitarse el cinturón…

-¿Preparo la cama, Winston?

-Sí, por favor, creo que me acostaré pronto, pero antes quiero algo de comer, algo rápido. Yo lo dispongo, no te molestes Alexia.

Fue hacia la cocina mientras posaba el cinturón alrededor de su antebrazo, sacó del frigorífico un queso sin empezar y lo colocó bajo el láser de corte . 

Winston se acercó a la ventana y observó cómo los agentes comenzaban a llegar en sus brillantes vehículos.- (tac-tac). Siguió allí unos minutos, viéndolos entrar y salir de los edificios como laboriosos e inagotables insectos de colmena.

Oyó  los pasos en la escalera y a continuación el suave siseo de la puerta al abrirse, Alexia esta vez no advirtió de la visita. Se acercó con ojos húmedos hacia el queso, lo puso bajo el láser y cuando la luz roja se iluminó colocó su brazo bajo el haz de luz mientras apretaba el lazo del cinturón.

El corte fue limpio, instantáneo, vio su brazo caer al suelo, como años antes había visto su anular y meñique perderse en el cubo de serrín, en esta ocasión solo unas gotas de sangre se derramaron y el nano suelo, cómo no, se encargó de hacerlas desaparecer. Al final no era necesario el cinturón pensó, mientras oía el frenético tac-tac de la bomba intradérmica expulsando chorros de droga al aire.

Los “dedos” llegaron y mientras sacaban las porras, les gritó libre, pletórica y conscientemente …!!Hijos de Puta¡¡.


Beatitudo vestra facit nobis liberate-  Tu felicidad nos hace libres-

12 noviembre 2020

¡ Buenos días! Ya sabéis que en clase usamos diferentes fuentes de inspiración para convocar a las musas y que nos ayuden a crear relatos. Hace un par de semanas sacamos el relato escondido en la portada de la última obra de Fernando Aramburu:





La imaginación se pone a funcionar y cada persona crea una historia diferente. Hoy queremos compartir con todos vosotros la personificación de Víctor Ferrández Nieto, del Bazar de Letras, Turno de Mañana. Seguro que os gusta tanto como a nosotras:


Érase un guante de trabajo, que a diferencia de sus compañeros, tenía dos dedos en vez de cinco. La razón, un fallo de serie.

Por este motivo no encontraba trabajo. Se levantaba todas las mañanas temprano y entregaba en todos los sitios su currículum, pero  allá donde iba, recibía la negativa por respuesta.

Un día, vio un anuncio en el periódico en donde se pedían guantes de trabajo con dos dedos. Fue a la dirección, donde indicaba el diario y allí le dijeron que lo único que tenía que hacer era el signo del vencedor.

No podía imaginar que ese gesto tendría repercusiones en el futuro.

Winston Churchill, en fotografías de la época, aparecía con su puro y haciendo el signo del vencedor, durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.

Cuando lo vio, por fin se sintió útil a la sociedad y, también, que su vida merecía la pena.






22 octubre 2020

 ¡Buenos días! Hoy, por ser jueves, regalo doble. M Dolores Hernández, del Bazar de Letras del Centro Cultural Tardes, quiere compartir con nosotras un relato y un poema inspirados en nuestras lecturas de Charles Dickens del curso pasado ¡Que los disfrutéis!


El fantasma pasota

El señor Scrooge tiene un pequeño negocio en su pueblo natal, además un empleado que le ayuda, el cual recibe un salario muy bien renumerado, es un hombre bondadoso pues participa en el sustento del viejo internado próximo a su domicilio, de vez en cuando le gusta soltar algún que otro refrán. Henrit, hijo, estamos en el mes de las berenjenas y a la mujer se le cae la melena. Jefe ¡qué cosas se le ocurren! Hijo, aprende a ser honesto que a canas honradas no hay puertas cerradas. Bueno Henrit, hoy es Noche Buena vamos a cerrar temprano que tu familia te estará esperando para la cena y mañana a descansar que será Navidad.

El señor Ebenecer Scrooge se metió en la cama, no sin antes de haber cenado una sopa caliente y un suculento muslo de pollo bien asado. Al dar las doce campanadas le despertaron unos fuertes golpes en la puerta, se apresuró para abrir y quedó petrificado, en la puerta había un fantasma. No te asustes tronco que no vengo pa na malo, me ha pirao el jefe pa la tierra pa ver si aprendo algo bueno de ti y me sirva pa subir al cielo, pero mira vengo echando leches por un tubo, porque mi menda se ha subido a un taxi y no veas el sablazo que me ha dao ese jodio peseta después de pegarme una vuelta por toa la ciudad pa traerme hasta aquí.



Mira tronco, no te recomiendo el purgatorio, es un rollo. Tio ¡na más que hay trabajo, que te lo digo yo gilipichi! Bueno y dime porque estas allí y no en el cielo. Pues verás, es que me gustaba la mandanga y me pillaron en la calle meando y con un peluco marca Omega y claro menuda movida tronco, fui al talego. Venga tío, esta noche hay que divertirse, vístete y vamos a tomarnos un caliguai por ahí. Es que verás, yo no bebo. Mira tronco eres un pitilingorri, con lo que molan unos chupitazos, tío eres más tonto que mi amigo el cheli que se cortó un huevo porque lo tenía repe. Fueron a un bar y a otro, a otro, ya estaban como una cuba… en el último bar el camarero le pregunta al fantasma: ¿qué le pongo al señor? Al señor póngale dos velas y a mi amigo y a mí un cubata y una botella de coñac. Así hasta que se hartaron de beber y se fueron con una melopea de cuidado. Andando por la vía del tren, el fantasma le dijo al pobre del señor Ebenecer que ya no se tenía en pie: mira tío, el año pasado ocurrió que estando bebiendo en otro bar el dueño me dijo que iba a cerrar y que me fuera, yo le dije que mi menda no se iba y el otro menda se puso tan tozudo que me arreó una hostia echándome a garrotazos.

Cuando iban caminando hacia la casa del señor Ebenecer, se cruzaron por el camino con varias jóvenes que venían de celebrar la misa del gallo, el fantasma no pudo reprimirse y dijo: mira colega que pibas, aprende tronco a estar al loro. Dirigiéndose a la del centro le dijo: ¡pibón! Tus ojos son dos luceros, tus mejillas dos manzanas, menuda ensalada de frutas haríamos con mi banana-.

Volviendo a coger el camino de la vía del tren haciendo eses, le dijo el fantasma: tío, mira que escalera más larga, lo que me molesta es que tenga los pasamanos tan bajitos. Al llegar a casa del señor Ebenecer el fantasma se despide: adiós tronco, espero volver el año que viene si el jefe me lo permite. El fantasma vuelve al purgatorio y lo estaba esperando Dios muy enojado al verlo venir en ese estado. ¡¿No te he dicho que nada de copas y que aprendieras de las almas buenas?! ¡Y qué has hecho! Has empujado a un hombre bueno a beber lo mismo que tú. Pero jefe, lo he cumplido, nada de copas, he bebido de la botella, chupitazos para mi amigo y botellazos para mi menda. Pues despídete este año de salir de aquí. Cuenta y apunta, ya son noventa y nueve años que vuelves a desobedecerme.






Un niño llamado Oliver Twist


Tatuada su piel de carbón,

sus manos enrojecidas,

tierno corazón sin amor

sin madre que en su regazo cobije.

Oliver siente y padece

en la podredumbre de un hospicio,

contar sus años no sabe

ni las gotas de sudor

que lentamente resbalan

hacia sus viejos harapos.

Saladas lagrimas patinan

violentando su pequeña boca,

tragando la amarga saliva 

ungido entre tanta escoria.

Avivando el fuego trabaja,

donde hierve un viejo puchero

con tapadera de barro

cerrada a cal y canto

con oxidado candado.

Solo un mendrugo de pan

a mordiscos va comiendo,

terminado su trabajo

yace en polvoriento camastro

con sábanas remendadas.

La noche soñando pasa

a que un alma generosa

lo saque de su mal oliente prisión.

Entre el día y la noche,

la noche y el día

va rezando una oración,

para que por esa puerta entre 

un caballero de buen corazón

que lo lleve hacia una vida mejor.


Mª Dolores Hernández

13 octubre 2020

 ¡Buenos días, amigos del Bazar de Letras 2.0! Hoy queremos compartir con vosotros este relato de Milagros Márquez, ganador del Premio de la Semana Histórica sobre Isidoro Máiquez. ¡Esperamos que lo disfrutéis mucho! 


LA ESTATUA

Está amaneciendo. Es 2 de mayo de 1927. Mi día, mi gran día. Después de tantos años soy, de nuevo, el protagonista. Estoy en lo alto de un pedestal de mármol blanco con la placa, la concha del apuntador, un pequeño parterre con flores, una fuentecita y encima de todo yo, Isidoro Máiquez Rabay, fundido en bronce, traje goyesco, ademán teatral y una gran capa. Me esculpió Ortells. No he quedado mal pero, con este traje, a lo largo de los años algunos ignorantes me han llegado a confundir con un torero. Mejor hubiera quedado de Otelo, mi personaje favorito. Hasta el gran Talma me dijo: “Eres mejor Otelo que yo mismo”. Y eso es un gran halago. Pero, en fin, no me quejo, represento una gran figura declamatoria.

Me han colocado mirando hacia el mar. No lo veo pero sé que está allí porque en esta ciudad nací y disfruté correteando por sus calles hasta la mocedad. Estoy en el centro de la plaza. No me merezco menos. Ya era hora de que mi ciudad se acordara de uno de sus más preclaros hijos.

Desde bien temprano está llegando gente. A media mañana el público ya lo invade todo. Veo balcones y terrazas con colgaduras, llenas de personas de todas las edades. Hasta el gobernador civil ha venido, no podía ser de otra manera. A la cabeza va D. Alfonso Torres, alcalde de la ciudad, al que le agradezco este monumento; después los concejales, militares de alto rango, representación del cuerpo consular y de toda la sociedad cartagenera.

Suena música española a cargo de la banda del tercer regimiento de infantería de marina. A mi alrededor habían depositado tal cantidad de coronas de flores que  D. Alfonso se vio un poco apurado al acercarse para descubrir, ante los atónitos ojos  de sus conciudadanos, mi escultura.

Empezaron a leer glosas en mi honor, pero la que más me gustó fue la del alcalde. Un ingenioso discurso, sí señor. Lo más emotivo fue el final, cuando el gran barítono Marcos Redondo cantó el himno a la libertad de la zarzuela La Calesera. Se creó en la plaza una atmósfera difícil de describir, sobre todo para mí que nunca he sido muy dado a esas efusiones del espíritu. Tengo que reconocer que también participé de esa emoción, aunque con el paso de los años se haya popularizado en esta ciudad el dicho: “Eres más duro que Máiquez”. En aquel momento, porque ya era sólo estatua que, si no, alguna lágrima disimulada se me hubiera escapado.

Llegó la noche. Me fui quedando solo y pude entretenerme en contemplar dónde estaba. En esta plaza antes había un convento de los Padres Franciscanos, de ahí su nombre, que fue víctima de la desamortización de Mendizábal y, seguramente, al quedar abandonado y ruinoso, lo demolerían para dar paso a esta céntrica plaza. Desde aquí veo paseos centrales de cemento, parterres con palmeras y otros árboles que, cuando se hagan grandes, darán buena sombra en verano. Lo que más me gusta son los puestos de las floristas, de piedra y hierro forjado. Llegan temprano con sus canastos llenos de macetas y flores. Hay mucho bullicio en esta plaza.

Y así fue pasando el tiempo. Ya casi nadie se paraba a contemplar mi estatua. Solamente los niños que jugaban en la plaza me hacían compañía.

En verano las vecinas sacaban sus sillas a la puerta. Algunas veces había verbenas, música, gente bailando, parecían felices. Y pasó por encima de todos ellos la vida. Yo les veía crecer, hacerse mayores, desaparecer de este teatro en el cada uno tiene su papel.

Un día empecé a notar algo raro en el aire. Había tensión, gritos, insultos, la palabra maldita, GUERRA, volvía a oírse. ¿Guerra contra quién? ¿Otra vez los franceses? No, esta vez era mucho peor. Españoles contra españoles. En mi época me llamaron afrancesado aunque sólo quería llevar la cultura a este gran pueblo tan falto de líderes para que el pensamiento fluyera libre, pero parece que no lo conseguimos, ni yo, ni ninguno de mis contemporáneos por mucha fe que pusimos en ello.

Comenzaron a cavar en la plaza un refugio para esconderse cuando llegaran las bombas, ésas que caían desde el cielo. No habíamos aprendido nada. Una guerra no la gana nadie y, cuando todo pasa, las personas no tienen ni tiempo ni ganas de pensar. Bastante hacen con subsistir.

Pasaron los años y volvió el bullicio a la plaza. Marinos de uniforme blanco o azul según la estación del año, chicas paseando carritos con niños, limpiabotas, fotógrafos ambulantes, pintores que allí mismo realizaban sus obras y en una pequeña subasta las vendían. Se notaba que eran tiempos duros para muchos. El cine tomaba fuerza en detrimento del teatro. Hasta una sala llamada Teatro Máiquez pasó a ser Cine Máiquez. Por lo menos conservaron mi nombre. Después de dos siglos casi nadie se acordaba de quién fui yo. La vida cambiaba pero los niños seguían en la plaza. En verano tomaban chambis sentados a mi alrededor y protegidos del sol por aquellos pequeños árboles ya convertidos en grandes y señoriales monumentos.


Un día decidieron cambiar el suelo de la plaza. Le pusieron trozos de mármol de muchos colores. No me gustó nada. La gente se resbalaba, ¡cuántos vi caerse al atardecer cuando el lebeche viene cargado de humedad! Pero a mí me dejaron presidiendo la plaza, ¡faltaría más!, aunque los trabajadores me miraban de reojo y hacían mofa de mi indumentaria. ¡Hasta dónde llegaba la incultura! Yo, que había modernizado el teatro. Yo, que había sido uno de sus ciudadanos más importantes, ya nadie se acordaba de mí. Sólo los niños me acompañan. Los más osados trepan por mi capa hasta llegar a sentarse en mi brazo. Siempre he sido un hombre duro, con un genio endiablado, pero mis biógrafos tendrán que añadir esta debilidad mía por los niños de esta plaza.

Un día me sorprendió un pequeño grupo de personas depositando una corona de laurel a mis pies. No me habían olvidado. Recitaron poemas, hicieron algunas escenas. Yo estaba ilusionado, orgulloso, pero pensé: “esto será pasajero, pronto me olvidarán de nuevo”. No fue así. Siguieron todos los años y hasta representaban escenas de mi vida. Era estupendo ver otra vez a Moratín, a mi querida Antonia y a mí mismo en animada charla. Pero mucha gente seguía sin saber quién era yo.

Otra vez iban a remodelar la plaza, la verdad es que le hacía falta. Un día veo venir a unos trabajadores que, poco a poco, van desmantelando mi monumento. Será para ponerme en otro sitio más principal pensé y, por fin, cambiarán la placa para que todo el mundo sepa quién fui yo. Pero no. Me montaron en un camión camino de un almacén. ¡No me merezco esto! Allí estuve guardado no sé cuánto tiempo hasta que un día me volvieron a llevar a la plaza. No podía creer lo que veía. Habían instalado el monumento al fondo, entre dos grandes árboles. Un monumento que había sido ideado para ser visto por ambos lados y poder dar la vuelta a su alrededor. Allí me colocaron. ¡Ah! y rompieron la concha del apuntador que aún sigue sin arreglar.

Pero no todo fue  malo. A partir de entonces, se juntan los actores y el público el Día del Teatro. También celebraron, con escenas ambientadas en mi tiempo, los 200 años de mi nacimiento y niños, jóvenes y mayores se reúnen aquí para declamar y darle valor a este arte tan importante para la cultura que es el arte dramático, viviendo otras vidas entre palabras y versos.

Para redondear mi feliz estado de ánimo, han puesto hace poco un tótem a mi lado en el que, por fin, explican quién fui y algunas de las muchas cosas importantes que hice para engrandecer este maravilloso arte que es el teatro. Mi vida no ha sido en vano.

Gracias ciudad de Cartagena y ¡¡Que viva el teatro muchos siglos más!! 

Viento de levante.


23 abril 2020

¡Feliz Día del Libro! Hoy vamos a compartir el relato que Alicia Castro, del Bazar del Centro Cultural turno de tarde, creó inspirándose en la portada de Oliver Twist, el clásico de Dickens. Para que nunca se nos olvide que los libros son el mayor tesoro.


LA INFANCIA ROBADA

Samir es un niño que vive en un campamento de refugiados, un cooperante observa que deambula todos los días con un libro debajo de su magro brazo.

Un día se acerca a él y le pregunta qué se narra en el libro, a lo que el niño le responde que es la historia de Oliver Twist.

Si lo has leído podrías pasarlo a otro niño, le dice.

Samir lo mira con sus profundos y tristes ojos y le contesta que no puede porque es su almohada.

"Por la noche, en la fría tienda, solo cuando apoyo mi cabeza en él me permito soñar con un mundo diferente".


20 abril 2020

¡Buen lunes, amigos! Seguimos obligados a mantener nuestros cuerpos confinados pero nada hace que mantengamos nuestras mentes enclaustradas. Todo lo contrario, volamos por los mundos que nos ofrecen las Letras, transitamos los tiempos y los espacios que nos abren los libros, recorremos el aire que nos trae la brisa de la Literatura. Hoy queremos compartir con vosotros este inquietante relato que Geli Sánchez García, del Bazar del Centro Cultural turno de mañana, ha creado tomando como inspiración la portada de Oliver Twist. 


SOMBRA DE BLANCO SOBRE NEGRO


Se contaba… Se rumoreaba… Que existió un niño, un pobre chaval de ocho o diez años que deambulaba por la ciudad. Un jovencito descuidado y harapiento nacido de las cloacas, o lo que es lo mismo, del viejo Londres, esa parte de la ciudad que se sabía que existía pero que nadie de “bien” nombraba.

Oliver, así le pusieron de nombre, vagabundeaba por callejones oscuros, entre mendigos y basura. Solo salía de su escondrijo al caer la noche, cuando la policía dejaba de patrullar las abarrotadas calles. Ningún huérfano deseaba dejarse coger. Si incierto era su futuro día tras día, en la cárcel…

Se le veía de vez en cuando con algún mendrugo de pan o con una manzana podrida deambulado por las calles cercanas al río. Descalzo, con pantalones arremangados y un tirante roto, arrastrando por el suelo. Y en alguna ocasión con una gorra robada o un viejo sombrero descartado.
Siempre solitario y taciturno.

E igual que se dejaba ver, un día despareció. No se sabe si la policía lo cogió o quedó mal parado de una pelea o lo tiraron al Támesis.

Aunque hay quien asegura que ha visto cierta silueta a medianoche. Vagando entre la niebla.


                                              


07 abril 2020

Queridos amigos confinados,

Ay, qué distopía nos ha tocado vivir. Menos mal que nos refugiamos en las letras que leemos y en las que escribimos. Hoy nuestra amiga Alicia Castro, del Bazar del Centro Cultural turno de tarde, ha querido compartir con todos nosotros el relato que ha escrito inspirada por el cartel de esta edición de La Mar de Músicas. El año que viene bailaremos el doble, nos abrazaremos el doble y celebraremos la vida el doble.


HABANERA

La señora Micaela, Mica para sus conocidos, tiene una nueva cuidadora, que todas las mañanas la lleva de paseo al Malecón.

Mientras empuja su silla, va canturreando una habanera, que le enseñó su abuela.

De repente, Mica, que lleva años sin decir una palabra la mira con una pícara sonrisa, de niña pillada infraganti y dice:

Esta noche él vendrá a buscarme.


Él, que le cantaba esa canción a la luz de la luna acompañado por la música del Buena Vista Social Club.







24 marzo 2020

Queridos amigos, qué momentos más difíciles estamos viviendo. Ojalá esta situación sirva para que seamos más conscientes de lo afortunados que somos y de las grandes injusticias y disparates que ocurren a diario en otras partes de nuestra casa común. Los asistentes a los diferentes bazares siguen leyendo y escribiendo para sacar algo bueno del tiempo confinados. Hoy nuestra amiga Luci Alcaraz, del Bazar de Letras de Barrio Peral, ha querido compartir estos preciosos versos con nosotras: 



Cae la lluvia sobre un pueblo herido, 
que esconde bajo su techo un corazón encogido. 





Esta rosa recién llovida
es cortesía de
Ángeles Gómez
(Bazar de Letras de la Asociación Amanecer 
de Barrio Peral)

06 marzo 2020

Estimados lectores y amigos,
Se aproxima el 8 de marzo, ese día en el que a las mujeres nos gusta repasar lo que hemos conseguido hasta ahora para tomar impulso y seguir luchando hasta conseguir la absoluta igualdad, en todos los ámbitos de la vida. Hoy queremos compartir una reseña que muy amablemente nos ha mandado nuestra amiga y escritora Marisa López Soria sobre la obra de otra mujer escritora, Clarice Lispector. Seguro que os gusta:


CLARICE LISPECTOR
CUENTOS REUNIDOS
Editorial Siruela



Recuerdo el impacto emocional la primera vez que leí los cuentos de Clarice Lispector. 

¿Cómo no había escuchado antes hablar de esta autora?  Nadie antes me habló de ella ni yo me la había tropezado entre los buenos autores, no tenía noticias, ni la había leído.

Su escritura era tan novedosa como incomparable, pero sobre todo, sus emociones, lo que ella me transmitía lograba turbarme, reconocía ahí mismo las mías propias. Ella era una escritora del siglo pasado que me narraba y me sabía sin conocerme. 

Naturalmente, enseguida indagué, quise saber más. 

Y la supe nacida en Ucrania, como otra de mis autoras favoritas, Irene Nemyrowski, anterior a Clarice Lispector y con peor suerte que esta, aunque con un talento literario tan original y destacable.
Por su parte Lispector, como rechazo, nunca se consideró ucraniana pues que, igualmente judía, había salido huyendo con su familia de los pogroms, la violencia y el hambre hacia América. 

Siempre en uso del portugués de Brasil, país donde llegó a instalarse, su vocación literaria fue temprana. En aquella lengua que amaba, con solo 23 años, en 1944 asombró a los lectores con su primer libro, Cerca del Corazón Salvaje.

A Lispector no se la puede describir, hay que leerla. 

Desde la lectura de sus textos se ha convertido para mí en un referente, lo que no es sorprendente, ya que en la actualidad también lo es como singular representante de la literatura mundial. 

Claro que las cosas nunca son fáciles.



Porque Clarice Lispector escribe textos que no cuentan historias felices, sino sensaciones intensas de lo cotidiano, impresiones de la realidad tan violenta como ascuas al rojo vivo. No es escritora de cómoda definición pues sus historias basculan aquí y allá, de la prosa poética al ensayo, de la autoficción al periodismo, o se anclan al término cuento definido como tal. Pero es que para Clarice Linspector el texto se convierte en mero subterfugio y disculpa para indagar en aquello que le interesa y considera importante: las sensaciones más ocultas y próximas a la angustia existencial, a la búsqueda de la identidad femenina, a la condición en general del ser humano. Me atrevo a decir que Clarice Lispector es una perfeccionista y adelantada a nuestra actual definición de inteligencia emocional.

Sus cuentos, aunque vivió mucho tiempo en Europa, se sitúan en ambientes brasileños, sin quitarle por ello dimensión universal. Sus cuentos son ella misma en busca perenne del mundo interior, suyo y de los otros, sus cuentos son palabra, cuerpo, inteligencia, perversión, perspicacia, sensualidad, chispa y muerte. 

Clarice Linspector sin seguir las corrientes literarias de la época, ha creado la suya propia sin advertirlo, y, sin dejar de explorar los posibles caminos de la creación literaria, abrió fronteras a la indagación filosófica, al retrato psicológico o a la soledad del ser, más allá del dibujo puntual de paisajes y costumbres. Por ella y estas narraciones reunidas conocemos a la escritora de corazón salvaje llena de inquietud, búsqueda y vida.

Vuelvo a la pregunta, ¿por qué no la había leído antes?

 Las razones son varias, no exentas de culpa, pero también lo es el hecho de que a lo largo de la historia de la literatura, la mujer sea una anécdota que en cierto momento resulta de interés y se rescata. Es decir, las mujeres publican a partir de los años 50 y muchas lo hacen adoptando alguna de estas posturas:

a-Imitar el discurso masculino: su lenguaje, sus historias y sus símbolos.

b- Intentar crear un hipotético estilo personal distintivo de lo femenino.

c- Armonizar ambos conceptos en el intento de demostrar como diría Virginia Wolf que es posible una androginia en el arte, es decir la mezcla de los dos sexos en un solo ser.

El caso es que los editores de mediados de siglo encontraron un filón al que se denominó literatura femenina donde las mujeres tenían sexualidad y creaban sus propios personajes y modelos.

Imelda Navajo, investigadora de la literatura de mujeres, comentaba que al leer a las mujeres escritoras se podría descubrir una aportación al esquema unilateral de la ficción masculina.

De hecho no existe una literatura femenina ya que no se pueden agrupar la diversidad de estilos, de lenguajes, de intereses...Lo que sí ha existido y existe es una auténtica y muy valiosa literatura de mujeres.

Y existe una literatura de mujeres como accidente, como existe una literatura del siglo XIX, o la inusual e impactante escritura de Clarice Linspector.

No se la pierdan.



www.marisalopezsoria.com

28 febrero 2020

Ya llega el fin de semana y con demasiado buen tiempo para despedir Febrero. En fin, aprovecharemos para pasear al sol y leer a la sombra. Aquí os dejamos el relato con el que M. Dolores Hernández, del Bazar del Centro Cultural Turno de Tarde, participó en el Certamen de las Jornadas Carmen Conde de la Asociación de Mujeres Amanecer de Barrio Peral.


Réquiem por el Mar Menor

He sido biznieta de pescadores y nieta de un buen pescador, sin embargo, mi padre no siguió los pasos de mi abuelo. Nosotros vivimos en el centro de Cartagena, mientras mis abuelos lo siguen haciendo en el pueblecito que hay en la playa de Los Alcázares. Sus aguas eran de un intenso azul y otras veces se tornaban de verde esmeralda, también eran apreciadas por su transparente fondo y por su temperatura cálida, beneficiosas para determinados problemas de salud.



Allí, el pueblo estaba tan cerca del mar, que, al amparo de la callada luna bajo su dorado palio, los viejos y jóvenes pescadores, faenaban entre noches cuajados de guiños que hacían las estrellas, junto a la brisa que soplaba de levante.

Pero otras noches tenían que aguantar el temporal, porque el cielo bramaba de cólera, abría sus venas resplandecientes precipitándose en los brazos de nuestra maternal tierra, oyéndose los horrísonos jirones de la tormenta que alardeaba de su fuerza.

Bajo la mórbida luz de las lámparas, los pescadores resistían los embates de la marea, mientras el mar regalaba los frutos de su vientre, llenando las arcanas redes de las barcas repletas de toda clase de peces, colmando así sus ansias de pesca. Al extinguirse la noche volvían estimulando la vela para desandar el camino, hasta varar las barcas en la arena de la playa, de esa laguna que brillaba como un diamante bajo un apocalipsis del sol al atardecer, esas aguas eran el sustento y ganancias de muchas familias que residían allí. 

Mi abuelo era uno de ellos, ahora es muy viejecito, pero es mi viejete preferido, yo lo quiero mucho y siento tristeza cuando cojo sus manos encallecidas, ásperas del salitre, que me transmiten la rudeza de tantos años faenando. Ahora ese mar ya no es azul, está enfermo, las aguas marrones, sucias, no hay oxígeno, los peces agonizan, se mueren. Mi abuelo ya no es el que era, porque su vida se debate en un mundo sin memoria. ¡Mejor! nunca sabrá que las aguas de su laguna, perversos depredadores humanos las volvieron estériles.




Mª Dolores Hernández Martínez

24 febrero 2020

¡Buen lunes soleado! El pasado jueves celebramos el Certamen de las Jornadas Carmen Conde en Barrio Peral. Nuestras amigas de la Asociación de Mujeres Amanecer nos acogieron un año más y disfrutamos escuchando sus relatos. Carmen Mengual e Isabel Moreno recibieron un accésit cada una  y la ganadora del Primer Premio fue Milagros Márquez, que ha querido compartir con nosotras su Nostalgia:


 NOSTALGIA

¡Tan cerca estamos del mar y de ti
 callada luna!

Es de nuevo verano. Hacía años que no volvía a esa casa en la que había sido tan feliz. Pero quise hacerlo, lo necesitaba. Tenía que ser en noche de luna llena. Me invade la nostalgia, todo me lo recuerda, pero esta noche mirando la luna le pediré que me devuelva la paz que se llevó con él.

Era nuestro ritual en esas noches sin viento, luminosas, en las que los grillos se quedan afónicos y las plantas levantan sus hojas para recibir el frescor que la ausencia del sol les proporciona.

Noches claras de julio. Tumbados en la arena veíamos difuminarse los colores hasta llegar a alcanzar todas las tonalidades del gris. Gris del mar, gris de la arena, gris del cielo, nunca iguales. Si fuera pintora sabría expresarlo mejor pero no sé ir más allá de ese color que nos unía en un deseo: ver salir ese disco amarillo, distante y frío. Se anunciaba con su brillo sobre un mar al que acariciaba al seguir su camino por el cielo.

Con las manos cogidas esperábamos su llegada que nos bañaba de luz. En esos momentos todo quedaba en calma, hasta los grillos cesaban su canto.

El espectáculo era maravilloso. Con un nudo en la garganta nos dábamos cuenta de lo insignificantes que éramos ante ese poder mágico que tienen las noches de luna llena. Nos imaginábamos su cara redonda mirándonos, ese rostro tallado por las rocas que la han golpeado desde el principio de los tiempos. Permanecía impasible ante la pasión que despertaba en nosotros.

Los hombres antiguos hicieron de ella su diosa, Selene. Para nosotros era la diosa del Amor, de esas noches de entrega en la que se fundían hasta nuestras almas.

Todo eso pasó, pero lo que no desaparecerá nunca es el poder de esa belleza deslizándose sobre el Mar Menor como si fuera otro faro.

Aquella noche bajé a la playa, sola, como ella. Necesitaba consuelo y esperaba encontrarlo allí. Sentía que esa noche tu espíritu vendría a fundirse con el mío como tantas veces, pero unas nubes negras lo impidieron.

Tan cerca estoy del mar, de la callada, señorial y oculta luna, y tan lejos de ti.


17 febrero 2020

Buen lunes,
Un año más se han desarrollado diferentes actividades dentro del programa "Aquí sólo queremos ser humanos". En la primera planta del Centro Cultural hemos tenido la oportunidad de visitar la exposición de fotografías Campos, Muros y Encrucijadas de José Palazón (Asociación PRODEIN) y Paloma Camuñas  (Asociación Amigos de Ritsona). Y los asistentes al Bazar del Centro Cultural (turnos de mañana y tarde) han sacado el relato de estas fotos que arañan. Nuestra amiga Geli Sánchez García ha querido compartir el suyo con todos nosotros:


LA FRESCURA DE LA NIÑEZ EN MOMENTOS DIFÍCILES


El campo de refugiados Dagirtî es un campamento “súper”. Súper pequeño, súper poblado, súper vallado, súper vigilado, súper mísero. Súper. 
Uno de tantos por los que él ha pasado en los últimos años.
Es el final del día y ha encontrado un momento de solaz -quién lo diría en un lugar cómo aquel-, para fumarse un cigarrillo. Al fondo del campo, detrás de las últimas tiendas hay una trinchera poco profunda, como una herida larga y abierta en el terreno, próxima a las alambradas. Ahí, sobre un cúmulo de tierra y piedras, alguna raíz y algún que otro insecto, se ha encendido un cigarro, uno de esos que tan a la ligera ha repartido últimamente, quedándole en la cajetilla el último.
Su trabajo en el campo ha terminado. El encargo está listo para que mañana, tras un no muy largo viaje en avión, lo entregue en la empresa para la que trabaja.
Está satisfecho con las fotos que ha realizado, fotos que revelan la dureza del día a día por sobrevivir, el sufrimiento, la miseria, la enfermedad, el dolor e incluso la muerte, pero… Pero está cansado de ver tanto calvario.
Ha desvelado el alma de muchas de esas personas en sus fotos, la joven madre que pierde su bebé, el viejo enfermo de tuberculosis, el hombre amputado, el niño desnutrido, el muchacho que salta la valla…
También ha hecho fotos generales del campo, del personal sanitario, de las tiendas, de la bomba de agua, del montón de basura…
Cierra los ojos. Se recrea en esa calada que llena sus pulmones de aire nocivo -lleva tiempo pensando en dejarlo-  no obstante, en momentos como este, se alegra de no haberlo hecho.
El ruido de un niño correteando le hace abrir de nuevo los ojos. Un niño que ha burlado el control de su familia, en este caso el de su joven madre llegada apenas seis meses atrás, el de sus abuelos cansados y envejecidos, y el de su padre, convaleciente tras un intento de fuga.
Tal vez el niño no lo ha visto. Tal vez le da igual. Tal vez se siente confiado porque ha visto al extranjero deambular por el campamento un día sí y otro también.
Viste únicamente un pantalón de camuflaje y unas botas. Su pelo rizado, demasiado largo, le cae por la espalda. Corretea feliz en círculos, solo le falta abrir los brazos y planear. Pero no. Se detiene y lanza el objeto que lleva en la mano al aire. Lo repite varias veces y en cada ocasión se puede oír su risa fresca y alegre.
Quien lo observa siempre lleva su cámara a mano.
Un niño jugando queda inmortalizado con el zoom del objetivo. Tras él un aglomerado de endebles y coloridas tiendas de campaña. En el aire el símbolo de otra sociedad: una muñeca Barbie sin ningún glamour.

FIN  

10 febrero 2020

Buenos días, amigos. Con estas temperaturas parece que haya pasado una centuria desde Navidad... pero no hace tanto estábamos disfrutando con los Amigos Modernistas de nuestra ciudad en el Mr. Witt, al que tanto vamos a echar de menos. Marian Cifuentes, del Bazar del Centro Cultural Turno de Tarde, ha querido compartir con nosotros el relato que leyó fuera de concurso aquella mágica noche. ¡Seguro que os emociona tanto como a nosotras!


NOCHE DE INVIERNO

La Navidad convoca con insistencia.
La iluminación de las calles…
los fastuosos escaparates,
invitan a la compra, al capricho.

En estos días se interrumpe
la monotonía del año.

Nos lanzamos a la calle,
los adornos nos confunden y envuelven.
Sin horas de reloj afanamos estos días,
como si fueran los últimos de nuestra vida.

Pero el camino continúa,
la realidad vuelve, 
nos aguarda la rutina
y la repetición de nuestros actos.

Sin fantasía acogeremos el presente,
el día a día sin cargas que frenen
en el camino ya trazado.

Porque existe la felicidad
en el encuentro con uno mismo, 
con los demás, 
escuchando, compartiendo.

Es bien entrada la noche 
y mi pluma recoge 
prontamente mis pensamientos. 
Aunque me vence el sueño. 

Me incorporo y levanto la vista de la inmaculada cuartilla. 
Miro por la ventana, 
la calle está solitaria, hace frío. 
Observo el vaivén de ramas 
de árboles cercanos 
que mueve el viento.

También me parece ver más allá 
algo que se mueve, ¿es un hombre?
Y te veo… 
más al colchón que a ti.

Tu cuerpo escuálido tiembla 
bajo el frío, 
de una noche intransitable.



Llevas sobre tus hombros 
un gran colchón 
que te hace tambalear.
También sujetas, 
¡no sé cómo! una gran bolsa con barras de pan.

Observo tus pasos inciertos
que apenas controlan 
el equilibrio, 
del peso en tu espalda.

Hiere esa imagen.
Me deja un silencio amargo 
y muchos porqués…

Todavía seguías erguido cuando doblaste la esquina, 
pero nunca sabré, si llegaste al lugar que pretendías 
o caerías de bruces bajo el colchón 
o sobre el empedrado de la calle,
cubierto de un otoño apresurado 
de hojas caídas de ramas 
rendidas como tú.

¿De qué rama familiar se desgajó tu vida?
¿qué fin tenía tu esfuerzo?
¿acogería el colchón a niños indefensos y necesitados de calor?
¿o quizás sería tu nido escondido 
recogedor de miserias vividas?

Puede que ocultes en él
al ser humano que fuiste 
antes de convertirte 
en un interrogante.

Adolescente o adulto 
en una noche de invierno… 
si me escucharas, te diría: 

¡Endereza tu cuerpo¡ 
¡mira la noche¡
Las estrellas que ves…
otros ojos mirarán 
pensando en ti.

Lo mejor de tu vida 
estará en tus recuerdos.
¡Vuelve a ellos, 
allí estará alguien 
esperando tu vuelta 
siempre sin desfallecer!

La Navidad
es propicia para el encuentro. 
Brazos extendidos 
hablarán sin palabras. 
Te abrazarán y sentirás lágrimas emocionadas 
que confortan. 

¡Entonces… libérate¡ 
¡Habla¡ 
¡Comparte tus angustias¡
Porque las palabras 
salidas del alma 
es el todo compartido, 

Más que un largo abrazo,
más que el beso apasionado 
en un instante de infinito placer.


Marian Cifuentes Ballester 14/12/2019

06 febrero 2020

Esta semana en los talleres del Bazar de Letras hemos creado relatos y reflexiones tomando como inspiración el título de la segunda novela de Miguel Delibes, Aún es de día, y tras leer un fragmento. Nuestra amiga Paqui Reñasco Trías ha querido compartir con nosotras estas líneas:


Contra tanto agorero apocalíptico,
que no nos roben la esperanza.
Que el miedo que beneficia a algunos 
no nos paralice a la mayoría.
Sana tu mente
Piensa que es sólo un cambio,
sólo una metamorfosis mundial.
Aún es de día sobre nosotros.



03 febrero 2020

Buen lunes primaveral aunque sea en febrero. Hoy queremos compartir con vosotros una dulzura de poema que nuestra amiga Inmaculada Villalain Arnaiz, del Bazar de Letras de Barrio Peral, creó para sus alumnos del cole. ¡Vivan las maestras con corazón!


El Tiranosaurio Rex

El Tiranosaurio Rex
está enfadado
pues un diente 
se ha mellado.
Cuando iba a cazar
con un tronco
se ha topado.
¡Qué torpeza!
¡Qué dolor!
Pero la culpa
la he tenido yo.
Su rugido es tan enorme
que los demás dinos se esconden
quietos, silenciosos y agazapados,
hasta que a ese gigante
se le pase el enfado.