21 marzo 2019

Queridos amigos, llega la primavera. Y llega cargada de recuerdos de nuestra intensa semana pasada y los eventos para conmemorar el Día de las Mujeres. Hoy queremos compartir con vosotros el Relato ganador del Certamen 8 de Marzo que su autora, Geli Sánchez, leyó para el público en el Encuentro con Rosa Villacastín el pasado miércoles 13.


PARA MUJER PIONERA…
Para mujer pionera… mi madre. Al menos así la considero yo.
Nació en los albores de los años cuarenta. En la dura posguerra. Ella, la cuarta de cinco hermanas.
La vida no era nada fácil en aquellos tiempos, y menos para los que vivían en el campo. El bancal la recibió siendo una niña de once años.  Tuvo que dejar el colegio cuando era lista como ninguna para los números.
Trabajó duro, muy duro en verdad, en un campo vecino de sol a sol por unas míseras pesetas como ayuda para la casa.  Pocas diversiones tuvo aquella niña-mujer.  Trabajaba en el campo, ayudaba  en casa, cuidaba de su hermana pequeña, ayudaba a cargar el isocarro de su padre vinatero… 
Creció, y mientras que las hermanas se iban casando ella siguió trabajando y ayudando en casa. La máquina de coser fue su aliada en los años siguientes. Los bordados de pañuelos, sábanas y mantelerías le aportaron un dinerillo extra. 
En aquellos tiempos llegó el amor llamando a su puerta.  Y no le dio esquinazo. Ilusionada se enfrentó al reto de mujer casada con un albañil, con muchas horas de trabajo a sus espaldas y poco dinero en los bolsillos.  
Dejó los bordados y pasó a la costura. Tuvo el privilegio de ser la primera de su familia que trabajó para unos almacenes cosiendo vestidos, blusas y faldas que después aparecían en los escaparates de las tiendas de Cartagena. Sí, ella cosía y recibía a cambio un salario. 
Esposa, madre de cuatro hijos y trabajadora.  Los años siguientes siguieron siendo duros.  
Con más de cuarenta años se vio obligada a sacarse el carnet de conducir por necesidad. El marido ni lo tenía ni estaba dispuesto a estudiar para obtenerlo. Así que allí se vio ella hincando codos para lidiar con unos test de lo más complicados.  Los superó, al igual que superó las prácticas y pudo obtener no sin esfuerzo el permiso de circulación. Tuvo que sacar horas de donde no tenía para llevarlo a cabo con tesón y también con ilusión. 
El tiempo pasó, los hijos se casaron y se marcharon de la casa familiar y allí quedó ella con su marido jubilado. Mujer incansable que siguió cuidando de su familia,  de su casa, de su huerto y que abandonó la costura para dedicarla a otras aficiones como la lectura, la escuela de adultos e incluso la gimnasia para mayores.
Fue una de tantas mujeres que,  por la época que les tocó vivir y por la falta de dinero,  se vieron imposibilitadas en desarrollarse a sí mismas para obtener una vida, si no mejor, más gratificante.
Ahí sigue luchando por hacer lo que le gusta, lo que desea, lo que la llena y satisface. Día a día se enriquece con nuevas experiencias de conocer y ver lugares nuevos. Viajante incansable se atreve con todo. Yo la llamo “Dora la exploradora”.
Esa es ella. Mi madre. Una pionera en su propia historia.
             FIN



07 marzo 2019