15 septiembre 2016

Hola a todos,

 

Aquí estamos, dando la bienvenida al curso 2016/2017. Y la primera colaboradora ha sido Pilar Galindo, del Bazar del Centro Cultural, que nos envía este relato que nos sobrecoge de principio a fin. Esperamos que lo disfrutéis y que os animéis a mandarnos vuestras colaboraciones.


El país del olvido
 
Querida mamá:
 



Sé cuanto sufres y lo siento tanto… A ratos, vives en un país donde la gente, tu gente,

se ha ido desdibujando hasta convertirse en completos desconocidos. Y te encuentras muy

sola entre ellos, a pesar de sus cuidados y su bienintencionada conversación.

Menos mal que hay otro lugar en el que vives la vida de antes, entre tus padres, tu

marido, las amigas, tu profesora preferida…a veces también aparecen por allí unos niños

pequeños a los que hay que atender y que te tienen muy atareada; pero eso no es problema,

estás acostumbrada a hacer varias cosas a la vez, a sacar adelante la casa y la familia y hasta

ayudarle a Mari Paz, que es una calamidad para el dibujo, con las láminas del Instituto.

Lo incomprensible es que, sin saber cómo, de pronto despiertas en esa otra casa llena de

gente extraña que se empeña en darse a conocer y hasta tienen el mal gusto de plantearte

acertijos ¿sabes quién soy? No, no tienes ni idea, pero te gusta tanto agradar, que sonríes y

callas. Cuando, entre besos y caricias, te desvelan el nombre misterioso, dices –claro, cómo no

voy a saberlo- Y miras a todos con tus pobres ojos perdidos, desorientados. En estos retazos

de vida, no puedes con tu soledad. Preguntas por los tuyos, crees que dejaste algo por hacer,

que te están esperando. Y nadie contesta. Cómo decirte que todos se fueron ya, que no

existen sino dentro de tus alucinaciones, que están al otro lado de la vida…Así que hacen

como si no te oyeran y hablan de cosas que no te interesan, que no comprendes.

A veces, crees que te han secuestrado y te obligan a permanecer en un lugar

desconocido, donde nada tiene sentido ¡Incluso las horas se te han rebelado!; la noche se hace

pasar por mediodía y alguna ordenanza absurda manda comer cuando uno debería dormir.

Estás tan desconcertada que te diriges a esos desconocidos tan amables y les pides, por favor,

que te lleven de vuelta a tu casa, donde está tu familia y seguro que te están echando en falta.

Pero ellos intentan convencerte de que esa es la tuya y que no pueden llevarte a ninguna otra,

—pero si esta es tu casa, mamá, es muy cómoda y muy caliente, mira como entra el sol—

Entonces, trastornada, te lamenta de que todos te hayan abandonado —Si mi marido estuviera

aquí, no me pasaría esto— Y ningún razonamiento, ninguna caricia puede paliar tu soledad.

Bajas la cabeza, rendida y entristecida. Es el momento que aprovecha el bendito sueño para

depositarte de nuevo en tu verdadero hogar, junto a tu madre y esos niños pequeños que

tanta briega dan.

Es muy cruel hacerte despertar, volverte al yermo de la invalidez y el olvido. Creo que ya

tienes derecho a ingresar en ese tiempo que, dicen, es eterno. Y donde tanta gente te espera.

Allí nunca más estarás sola

Un abrazo fuerte para ti, madre, aunque no sepas quien te lo da.