07 mayo 2025

 ¡Buenos días! ¿Cómo estáis? Como todos los años, en los talleres del Bazar de Letras hemos cumplido con la tradición de convertir el cartel de La Mar de Músicas en un relato. Nuestra amiga Milagros Márquez, del Bazar del Centro Cultural, ha querido compartir con todos nosotros su relato. Seguro que os gusta este monólogo cargado de carácter. 




 EL SOMBRERO

Estoy indignada. La foto está bien como anuncio, como spot publicitario, pero no iré así a la boda de tu amigo. Ya sé que te gusta presumir de mí porque soy distinta, me trajiste como un trofeo, pensaba que con el tiempo cambiarías, pero nunca te has adentrado a mirar detrás de esos ojos que tanto te gustan donde encontrarías un mundo  de infinitas sensaciones, ternura, compañerismo, una confidente y un amor sin límites. No me reduzcas solo a un objeto, me siento como una muñeca que llenas de regalos pero que no quieres descubrir, porque el misterio y lo exótico es lo que te sigue atrayendo de mí, pues te aseguro que te estás perdiendo lo mejor, deja de mirarme como una porcelana, esa sonrisa condescendiente me hace daño.

Yo sí estoy enamorada de ti desde el primer día en que te vi perdido en aquel salón de baile y me ilusioné pensando que tú lo estarías también con el tiempo, que me descubrirías como mujer, no como trofeo al que hay que lucir. 

Quisiera que alguna vez me negaras algo, me trataras como tu pareja y discutiéramos, no siempre tengo la razón. ¡Estoy harta! No sé cómo va a acabar esto, por lo pronto no voy a ir con ese ridículo sombrero de flor de loto, precioso, sí, pero ¿te imaginas los de detrás estirando el cuello acordándose del diseñador y de la tonta que lo lleva?

Te dejé hacerme la foto para que te dieras cuenta y lo único que se te ocurrió decir es que “iba a epatar” a todas las mujeres.

Te dejo esta carta para que medites sobre nuestra relación, no es un ultimátum, te quiero demasiado, pero no seré más tu adorado jarrón chino.

Piénsalo bien mientras voy a comprarme un sombrero nuevo.





04 abril 2025

 ¡¡Buenos días!! Hoy tenemos el placer de compartir con vosotros el Manifiesto del Teatro 2025 gracias al buen hacer de nuestra amiga Milagros Márquez. 


¡Arriba el telón!



MANIFIESTO DEL TEATRO 2025 

EL TEATRO A TRAVÉS DE NUESTROS CLÁSICOS


Hoy celebramos la esencia de un arte, “EL TEATRO”, un arte en el que vivimos historias que nos muestran lo más profundo del alma humana, la bondad, la maldad, el amor, el odio, etc. Presentándonos el mundo como un teatro donde los hombres y las mujeres son los actores y en sus personajes encontramos el reflejo de nuestras propias pasiones.

Son importantes, aunque ahora las tengamos un poco olvidadas, cualidades como el honor y la honra, pues el alma, como dice un clásico, no se compra ni se vende, se tiene o se pierde.

El teatro nos enseña que vivir es soñar y en cada obra buscamos las respuestas a nuestras preguntas e inquietudes más profundas.

Todo ello nos recuerda que el teatro es el arte de vivir. Como esta frase del Burlador de Sevilla: “Quien bien te quiere te hará llorar”; y el escenario nos invita a ser dueño de nuestros destinos, como decía Lope de Vega en su obra Fuenteovejuna: “El que no sabe de amor, no sabe de nada”. También nos enseña que la vida es sueño y que todo es vanidad como refleja El gran teatro del mundo.

Hoy más que nunca, celebramos que la palabra es la más poderosa de las armas y que el teatro no es un mundo aparte, sino el reflejo de nuestra propia vida.



¡¡¡VIVA EL TEATRO!!!


25 febrero 2025

¡Buenos días pre-primaverales! Un año más, la Asociación de Mujeres Amanecer nos acogió con todo el cariño en sus Jornadas Carmen Conde para recordar la obra y la vida de la fundadora de la Universidad Popular.

Hoy queremos compartir con vosotros los relatos ganadores del Certamen que celebramos el pasado jueves 13. Esperamos que os gusten tanto como al Jurado.

¡A leer!

PREMIO LITERARIO ASOCIACIÓN DE MUJERES “Amanecer”

1º Premio:
- Elena del Baño por La Joyería (Bazar Miércoles Tarde Centro Cultural)

LA JOYERÍA

En mi barrio había una frutería a la que los vecinos llamábamos La Joyería, seudónimo que carece de originalidad pues cualquier comercio con buen género y precios desorbitados, recibe este apodo.

Que la fruta y la verdura se vendan como objetos de lujo ya sabemos que no es un capricho de los tenderos. La falta de lluvias ha llevado a los campos españoles a un estado de emergencia donde el producto, por escaso, se ha vuelto exclusivo.

Por este motivo han aumentado las importaciones, siendo Marruecos y Perú dos de nuestros principales países proveedores. Es una curiosa coincidencia que este largo viaje lo realicen por igual tanto las frutas como las personas.

La familia que regentaba la Joyería también vino del Perú. Desconozco la historia que había detrás, pero intuyo, siguiendo con mi falta de innovación, una búsqueda de mejores oportunidades laborales y el anhelo de un futuro más prometedor para sus hijos.

Tenían dos, una chica que estudiaba ADE en la Universidad y ayudaba en el negocio por las tardes llevando la caja y un niño pequeño que era la alegría de la tienda. Jugaba al balón en la calle y, cuando le picaba el gusanillo, entraba al pequeño establecimiento y clareaba un racimo de uva, desgajaba una mandarina o arrancaba un plátano justo a ras del nudo.

Su madre aprovechaba ese momento de calma para recordarle que tenía que hacer los deberes. Una caja puesta del revés servía de asiento y una balda vacía en el mostrador hacía las veces de mesa. Siempre que el niño iba a escribir lavaba delicadamente sus manos. Cogiendo el lápiz con la mano izquierda, rellenaba las fichas de caligrafía con trazos firmes y precisos.

- “¿Qué más te pongo, cariño?” – preguntaba la frutera a una vecina mientras miraba orgullosa a su hijo. “Este también me ha salido listo” - seguro que pensaba, impresionada por la disciplina del chiquillo que no levantaba la cabeza hasta que había terminado.

Por lo que se ve, Perú exporta aguacate Hass, uva sin pepitas, jugosos arándanos y familias de padres trabajadores y niños estudiosos.

Pasado un tiempo, anunciaron el cierre por traslado a una de las calles céntricas de la ciudad. Otro pequeño viaje migratorio, los mismos motivos de antaño.


Accésit:
- Mercè Sànchiz  por Se acabó (Bazar de los Jueves Centro Cultural )

SE ACABÓ

Yo se lo cuento, y le prometo que diré la verdad.
No sabía que estaba en casa. No le había oído entrar. Pero cuando volví del desmayo me pareció oír ruidos en el lavabo. Me acerqué hasta la puerta y allí estaba. Tan rubio, tan bonito, tan pequeñito. Siempre que el niño iba a escribir lavaba delicadamente sus manos, como si fueran de cristal.
-Mi niño, ¿qué vas a escribir ahora?
-Mamá, ya no soy un niño y sabes que hace tiempo que no escribo.
Entonces fue cuando me di cuenta de que había sangre en sus manos que iba deslizándose por el lavabo, que su cara también estaba enrojecida y que tenía razón, ya no era mi niño, era un hombre hecho y derecho. Sólo había sido producto de mi imaginación, o de mis recuerdos del pasado, cuando éramos felices.
-Y ¿esa sangre?
-Ya no volverá a hacerte daño.
Me dolían mucho la espalda y la cara, estaba cansada y yo también tenía algo de sangre en la cara. Me miré en el espejo del baño y entonces me acordé de lo que acababa de pasar. Una vez más. ¿Cuántas llevaba ya?
-Ya que tú no eras capaz de ponerle en su sitio, lo he tenido que hacer yo.
- ¿Cómo… qué dices?
- Que ya no recibirás más palizas, que se acabó.
- ¿Has convencido a tu padre de que yo no soy mala?
- ¡Tú no eres mala! El malo, el sinvergüenza, el hijo de puta es él.
- Hijo no hables así, es tu padre.
- ¡Y tú mi madre!
- Pero ahora no sé qué voy a hacer… 
Y de golpe se puso a llorar y a golpear la pared. Yo no entendía nada. Intenté calmarle, mientras le secaba las manos y el sudor de la frente. Pero era inútil. Así que me fui hacia la cocina a buscar un Orphidal que, como usted sabrá, es mano de santo para calmar los nervios, la angustia. Yo siempre lo tengo en el botiquín. Seguro que la farmacia se ha hecho rica con todas las cajas que he comprado… Pero, perdone, perdone, que ya sé que esto a usted eso no le interesa.
Y en el pasillo… lo encontré. Sí, sí, a mi marido, claro. ¡No me lo podía creer! Pero entonces entendí lo de la sangre en las manos de mi hijo, lo que dijo de que se acabó, que el malo era él… Y le seré sincera: no sé si sentí tristeza o alegría. Pero lo que sí sentí seguro fue miedo por lo que le podía suceder a mi hijo. Mi pobre niño que además de vivir en un hogar, si me permite la expresión, de mierda, ahora se había metido en un lío de los gordos. ¡Te quiero mucho, Daniel!
Así que si hay un culpable ¡soy yo, Señoría! Por haber aguantado las palizas y los insultos de mi marido, por no haber cogido a mi hijo y salir corriendo a empezar una nueva vida.
Se lo ruego, Señoría, lléveme a mí a la cárcel, condéneme a todos los años que considere de justicia, se lo agradeceré eternamente, porque mi hijo no tiene la culpa, sólo llevó a cabo lo que tantas noches soñé con hacer yo. ¡Y qué Dios me perdone! Pero es la verdad.
-Escuchada la declaración, el jurado se retira a deliberar. Se levanta la sesión.



    PREMIO  TALLER LITERARIO Jornadas “Carmen Conde”

1º Premio:
- Inmaculada Villalaín por La mujer con nombre de flor

LA MUJER CON NOMBRE DE FLOR

Cuando Manuel nació, sus padres lo recibieron con infinita alegría pues era un bebé muy buscado y deseado. Desde ese día su empeño consistiría en que su niño creciera sano, fuerte y feliz. Así lo hicieron, pero a partir del año y medio empezaron a observar ciertos rasgos en el bebé que les preocuparon: evitaba el contacto visual, se balanceaba a menudo, le gustaba manipular siempre el mismo juguete ignorando otros y a veces no respondía cuando se le llamaba. El pediatra, después de observarle y hacerle diferentes pruebas, les comunicó que Manuel tenía rasgos del espectro autista, aunque en un nivel bajo de severidad y añadió que con el apoyo necesario podría mejorar mucho. Una vez superado el primer impacto se pusieron a ello. Con ayuda de un orientador trabajaron con su hijo de forma perseverante consiguiendo avances en sus comportamientos repetitivos y en su lenguaje, lo cual les llenaba de esperanza.

Al cumplir los tres años Manuel empezó la escuela con bastante incertidumbre por el temor a una reacción de rechazo al nuevo entorno. Manuel lo pasó regular en el período de adaptación, que para él, fue más largo. La maestra, que tenía mucha experiencia, sabía cómo actuar y con cariño y paciencia le enseñó las rutinas diarias para darle seguridad. Le insistía en que le mirara a los ojos, procuraba que no se aislara ni que jugara sólo, le estimulaba a hablar...Y en eso estaba cuando entró en escena una personita que iba a ayudar mucho al crío sin ella saberlo. Se trataba de Margarita, una niña especialmente sensible y cariñosa. Empezó a sentarse junto a él en la misma mesa y a hablarle con tal ternura que él la miraba y le contestaba con palabras y frases cortas. En el recreo le cogía de la mano y paseaban por el patio o se sentaban en el suelo lleno de piedrecitas, y entre los dos llenaban cubos para luego hacer una montaña. Muchas veces se acercaban otros niños y Manuel los aceptaba sin problema. En la clase, cuando había ruido y él se balanceaba nervioso, Margarita le daba un besito y le acariciaba la cara consiguiendo que se relajara. Al cumplir los cinco años descubrieron que Manuel tenía una capacidad extraordinaria en el área de lenguaje y una gran memoria. Aprendió a leer y escribir rápidamente teniendo la habilidad especial de recordar frases de cuentos y poesías que le habían recitado. Las reproducía sin equivocarse tanto oralmente como sobre el papel. Eso sí, siempre que el niño iba a escribir lavaba delicadamente sus manos como su madre le había enseñado a hacer desde chiquitín. Él lo cumplía a rajatabla ya que no le gustaba nada tenerlas sucias. Acabó Infantil y Manuel en Primaría seguía mejorando en compañía de Margarita, a la vez que interactuaba con sus otros compañeros, con los que ya hablaba y jugaba. En esta etapa Manuel destacó por su inteligencia y creatividad y empezó a escribir poesías sencillas y breves historias que gustaban mucho a todos.

Después de nueve cursos en el cole, el chico pasó al instituto pero con la ausencia de Margarita, que inesperadamente se había ido a vivir a otra ciudad, Manuel lo pasó bastante mal porque necesitaba su compañía. Por suerte, se echó un par de amigos con los que compartía su afición por las letras. En estos años leyó y escribió mucho, y no lo hacía nada mal. Sus profesores le animaron a participar en concursos literarios y ganó uno de poesía y otro de relatos cortos. Le encantaba escribir. Además los rasgos autistas cada vez eran menos evidentes, había mucho esfuerzo y empeño empleado en ello. Superó bien la adolescencia, y pasó con nota el bachillerato pero no así la ausencia de Margarita de la que nunca se olvidó.

Manuel fue finalmente a la universidad a estudiar Literatura. El destino o el azar hicieron que en su misma carrera, en el mismo horario y en la misma clase estuviera Ella. Cuando se vieron fue emocionante, se miraron, se abrazaron largamente y empezaron a hablar sin parar. Tenían tantas cosas que contarse. Durante sus estudios, igual que de pequeños, se sentaron juntos siendo ahora cómplices amigos o tal vez algo más. Y fue entonces cuando Manuel escribió un libro de poemas que tituló “La mujer con nombre de flor”, donde expresó sus sentimientos hacia ella. Cuando Margarita lo leyó, le miró con amor y no necesitaron hablar. A partir de ese momento su historia continúa con sus vidas unidas. Ella es profesora de instituto y él, además de dar clase a adultos, es escritor. Y como siempre, cada vez que Manuel va a escribir, lava delicadamente sus manos como lo hacía cuando era niño.

 Accésit:
 - Alejandra Pardo por Los niños

                                                          LOS NIÑOS

Miguel y Pablo eran dos hermanos muy inteligentes, inquietos, nerviosos y muy activos. Se parecían mucho en su manera de pensar y actuar y solamente se diferenciaban en sus aficiones: a Pablo le gustaba mucho la ingeniería en todas sus ramas; a Miguel, todo lo contrario: las letras lo llevaban de cabeza. Le encantaba escribir toda clase de historias, poemas, todo lo que pasaba por su cabeza. Tenía una imaginación prodigiosa y disfrutaba creando historias que luego compartía y leía a su hermano.

Un día Miguel conoció la historia de Antoñito, un niño de una familia muy pobre al que le gustaba escribir pero era tan pobre que no tenía dinero para comprar folios. Iba por los contenedores de basura buscando papel para poder escribir. Las historias que escribía eran sobre la naturaleza: el mar, las montañas, los animales... todo lo que le venía a la mente. Tenía una manera de describir las cosas que resultaban unas historias maravillosas pero no las podía presentar a nadie, y mucho menos a que se las pudieran editar. 

Miguel, que era un chico de buen corazón, al enterarse de lo que le pasaba, le preguntó si podía ver alguno de sus escritos. A Antoñito le daba vergüenza presentarlos en esos papeles estropeados y sucios pero Miguel le dijo que no se preocupara, que la calidad del papel no importaba sino lo que en él se decía. Al ver la maravilla de historias que había escrito, Miguel compró un paquete de folios, se los llevó y le dijo "ya puedes escribir aquí tus maravillosos relatos para que todo el mundo pueda disfrutar de tan exquisita lectura".

Cuando Antoñito cogió el paquete de folios, era tal su alegría que no sabía qué hacer con ellos. Cogió el folio para escribir y lo primero que hizo fue lavar muy bien sus manos y secarlas cuidadosamente: no quería dejar ninguna huella sobre el papel, aquel papel que tanto había necesitado y que ahora, gracias a Miguel, tenía y podía escribir sus relatos y presentarlos a todo el mundo. 

Antoñito escribió muchos relatos y, con el apoyo de Miguel, los presentó a una editorial a la que le fascinaron dichos relatos. Miguel nunca podría olvidar a aquel niño que, antes de coger el folio para escribir sus historias, lavaba cuidadosamente y secaba sus manos. 





07 noviembre 2024

¡Buenos días! Esperamos que estéis todos bien. Nosotras estamos, una vez más, refugiadas en la Literatura que tanto conforta y ayuda a desarrollar la resiliencia. Esta semana, M Carmen Meroño, del Bazar de Letras de La Palma (¡aunque ella es galilea!), ha querido compartir con todos nosotros su relato inspirado en un sonido. Seguro que os gusta tanto como a nosotras.




¡AY,  RÍO!

El rumor del agua me hacía sentir su fluir mágico dentro de mí, era un bálsamo que inundaba mi cuerpo. El riachuelo era escueto, pequeño, cristalino, manso, pequeñas pozas permitían el reflejo del sol brillante y cegador. El verde de tus veredas se reflejaban en tus aguas.

¡Ay, río! Cómo jugaste con mis sentimientos, rompiste mi armonía y destruiste mi paz.

Has sido como un marido infiel, que hace saltar por los aires todo en un momento de arrebato. Estabas celoso de mi paz, no mediste consecuencias, ni dolor, ni desolación, ni siquiera mis gritos de auxilio, estabas furioso.

¡Cielos! ¿Qué te hice? Caíste sobre mí como un ave rapaz, que arrebata la vida a un polluelo indefenso. No, no, traicionaste mi confianza, te vendiste a unas nubes que con sus lágrimas te ofrecieron más amor que yo.

¡Qué falsas fueron! ¿Cómo consiguieron tu favor? ¿Qué trueque hiciste con ellas?

¡Ay, río! Has desoído el clamor, el llanto, el dolor de los que te amábamos. Te vendiste y no le plantaste cara a la nube siniestra.

Ve y cuéntale que dejaste a los tuyos sin amparo, que su amor se ha convertido en odio y que recuperarte te costará toda una vida, una vida igual a una eternidad.

La confianza no se repara, se gana.

¡Ay río! ¿Cómo pudiste hacerme esto?





11 octubre 2024

 ¡Buenos días y bienvenidos a un nuevo curso del Bazar de Letras! Comenzamos nuestras publicaciones recordando las recientes Fiestas de Cartagineses y Romanos de la mano de Milagros Márquez, que ha querido compartir con nosotras la historia de un héroe. Seguro que os gustará:


A LA SOMBRA DEL HÉROE




He mandado que me suban a cubierta y reposo sobre mi capa que tiene olor de mil batallas, desde aquí veo el mar, ese mar de mi infancia en Cartago y el mismo cielo de un azul infinito, no distingo bien el uno del otro, será por la fiebre que me producen las heridas de la última batalla. Di orden de zarpar rápidamente desde Italia, quiero ver pronto las costas de mi querida Cartago, si tengo que morir allí descansaré tranquilo rodeado de los míos y si no llego, que me arrojen a este mar que tantas veces he atravesado con honores de victoria o con tristezas de derrota, aquí mi espíritu navegará recorriendo las costas, las islas, mi vida y mi historia.

Soy Magón Barca, hijo de Amílcar y hermano pequeño del Gran Aníbal de quien fui su mano derecha, siempre lo he amado y respetado y aunque mis logros en Hispania fueron muchos, sé que la historia se olvidará de mí eclipsado por el nombre de Aníbal que seguirá pronunciándose a través de los siglos. Pero estoy orgulloso de haber sido un líder capaz de la caballería como lo demuestran las emboscadas a los romanos en Hispania e Italia.

Mi nombre significa grande o mago, alguien que sabe sacar provecho de lo más difícil y difícil era reclutar tropas prometiendo, sin haberlo conseguido aún, el oro del Sil o la plata de Qart Hadast. He sido un gran negociador, alagaba y colmaba de regalos a los jefes de las tribus hispanas y así conseguir hombres para el ejército de Cartago.

Estamos pasando cerca de una isla, no la reconozco pero recuerdo todas y cada una de ellas, he navegado hasta el mar que hay más allá de Gades buscando hombres y riquezas, pero la que estará siempre en mi corazón es una del Mar Nuestro, en la que fundé una ciudad a la que di mi nombre, a esa isla fui a contratar los mejores honderos y reclutarlos para nuestras filas pero hice un mal negocio y mi corazón quedó atrapado en la profundidad de unos ojos negros y un cascabeleo de risas en el aire. Se llamaba Adama y partir de entonces navegamos juntos, pero Magón será nuestro destino final, las suaves colinas que bajan hacia el mar en bosques de pinos, el aire limpio, la paz que necesitaré después de tanta guerra, ese creía yo que sería mi final, pero el destino que no le pide permiso ni a los poderosos decidió que no fuera así.

No éramos conquistadores como Roma, no imponíamos nuestras leyes, ni nuestros dioses, descendemos de un gran pueblo de comerciantes, el Fenicio, pactábamos con las tribus para el intercambio de mercancías, pero nuestros barcos eran hundidos y eso nos llevó a las guerras con Roma. Queríamos tener el dominio absoluto del mar.

Veo pasar nubes blancas, el aire salino me reseca los ojos y mi boca parece contener arcilla. Me cuesta respirar, tengo que llegar, solo necesito un poco más de tiempo, mientras van y vienen retazos de mi vida que no quiero olvidar.

Otra ciudad importante para mí, aunque de tristes recuerdos, es Qart Hadast, la ciudad de las minas de plata, no he visto puerto más abrigado y seguro. Cuando estás dentro las grandes montañas lo protegen y sientes que allí nunca llegará la guerra.

Los recuerdos llegan a mi mente como las piedras de una playa tropezando unas con otras para quedar inmóviles en la orilla hasta que una ola más fuerte las vuelva a llevar rodando buscando el camino o el recuerdo que habías dejado atrás.

Aníbal estaba preparando una expedición a Roma desde Qart Hadast. Había noticias de que los romanos, con la excusa de la toma de Sagunto por nosotros, estaban formando un gran ejército al mando de Escipión el africano que se uniría a la gran armada de Cayo Lelio, salirle al encuentro o aprovechar para un golpe genial atacando a la misma Roma, era la idea que se discutió en el último consejo cartaginés, porque dudábamos encontrar los apoyos necesarios, ser traicionados por alguna tribu que tuviera un pacto anterior con Roma o encontrar el ingente material de hombres y pertrechos que necesitaba semejante aventura.

Aníbal, nuestro héroe, mi querido hermano, también dudaba. Eso tendría como consecuencia dejar casi desprotegida esta pequeña y maravillosa ciudad. Estos recuerdos me producen un gran dolor, yo insistí en la expedición y también en quedarme a defenderla ante el consejo cartaginés, siempre pensé que era inexpugnable, sus altas murallas y su mar interior eran su mejor defensa. Después de días de deliberaciones, se aceptó mi propuesta y los dioses saben que no fue por ganar más honores, a mi entender no podíamos dejar sin defensa esa zona tan importante del Mar Nuestro.

Aquello fue un terrible error, tenía entonces 34 años y la sangre me hervía solo con oír mencionar a los malditos romanos, que adivinaban nuestros pensamientos y nos iban adelantando en la guerra.

Estoy en un duermevela a causa de la fiebre pero aquella aciaga noche no dormía, con la bella Adama recostada a mi lado pensaba que sería de ella y de todos nosotros si mi plan estratégicamente concebido fallaba, solo contaba con 1000 soldados y los que habíamos armado de entre los habitantes de Qart Hadast.

Cuando me avisaron de que se divisaba una gran armada, aun lejos del puerto, puse en marcha mi plan: 500 hombres bien armados defenderían la ciudadela y otros 500 el cerro consagrado a Asclepio. Sabiendo que Escipión estaba acampado en otra de las colinas cercanas, hice una salida con 2000 habitantes de la ciudad, para asustar a los atacantes. Ese fue mi gran error, tenía que haberme quedado dentro a defenderla, como se acordó en el Consejo. La lucha fue durísima, una verdadera carnicería. Cuando tuve noticias de que los romanos habían conseguido pasar las murallas y que también se luchaba en la zona del mar interior al ser abiertas las puertas por un esclavo traidor, quise volver con los pocos hombres que me quedaban, pero era imposible, decían que no quedaba ser viviente en la ciudadela y hui, hui destrozado con graves heridas. Mi pensamiento era llegar a Cástulo, contratar mercenarios para volver, y reconquistar la bella ciudad.

Pero el destino no lo quiso así. Fui contratando mercenarios por Hispania y me dirigía a Gades para cerrar tratos cuando me llegó la noticia de la muerte de nuestro hermano Asdrúbal cuando intentaba unirse a Aníbal en Italia. Con rabia y dolor en el alma tomé una decisión, partir para Italia. Esa sería mi tercera expedición a esa península y nunca volvería a Qart Hadast.

Después de reunir un ejército de casi 70000 hombres en aquella llanura de Elipa, en la Galia Cisalpina fui herido. Eso significaba que la última oportunidad de Aníbal para recibir algún refuerzo nunca llegaría. Cartago no conseguiría cambiar el curso de la guerra.

Los dioses no me permitieron morir en la batalla como un soldado. Moriré aquí, en este barco y deseo que al recordar mi historia sean magnánimos.






03 junio 2024

Buenos días, amigos del Bazar de Letras. Ha llegado el final del curso y nuestros alumnos han practicado y experimentado con otras formas de narrar. Joaquín Campillo, del Bazar de Letras de los Jueves, quiere compartir hoy con nosotras este microrrelato. Seguro que os gusta.


EL ENVASE

Enrosca el tapón, ya tiene líquido suficiente. El asa no deja mucho espacio a la mano, apenas caben tres dedos; no está pensada para trasportarla mucho tiempo. Tampoco, él, hará un largo recorrido con la lata. Tiene forma de prisma rectangular. Es metálica. Sus caras están pintadas con estampas alegóricas de mujeres, que hacen faenas agrícolas. De hecho, parece que están allí luciendo su porte. El recipiente está cubierto por una capa oleosa, con mezcla de polvo. La oscilación del porteador hace que el líquido fluctúe, emitiendo una especie de chasquido. Y se transforma en un borboteo, al verter lo que contiene. Luego, abandonada sobre el suelo, destapada, esparce el olor del vertido, que se mezcla con las fragancias de la sierra. Mientras, el pirómano desciende por el camino.





12/04/2024
Joaquín Campillo Villa



30 abril 2024

Buenos días desde una lluviosa Cartagena. Como cada año, en los diferentes talleres del Bazar de Letras hemos escrito inspirándonos en el cartel de La Mar de Músicas. Este año, Islas del Mediterráneo. Compartimos hoy con vosotros este relato de Esther Valera Gasull, lleno de belleza y lirismo.






  MIS TRES MARES

MAR-llanura (tierra), Mar-salada (agua), Mar-música (aire). Míos sois aunque no os posea con documento de propiedad, pues no toda la  belleza se deja encerrar o apropiar con muros y puertas. La de estos mares, natural y libre, universal y gratuita como la gracia de la fe, solo requiere sentirla y acogerla.

Yo abrí los ojos al mundo en una inmensa llanura, de horizonte lejano y abierto, todos sus caminos y campos tenían vida y llanos éramos también sus dispersos habitantes. Amo esa llanura.

Antes de ver el Mar-agua, escuché su sonido en una gran caracola que había en casa. Mi madre me la acercó al oído y me dijo que ese ruido era el mar, que había llegado hasta allí atravesando y que algún día me llevarían a conocerlo. Cuando lo hicieron me pareció otra gran llanura, azul, movediza y resplandeciente. Si te acercabas a él con inocencia te sorprendía enseguida acariciándote los pies. Me cautivó este Mar.

Mi Mar-música nació casi al mismo tiempo que yo. Se inició con las nanas que mi madre me cantaba, apretándome en su cálido pecho, cuando no acudía el sueño, lloraba o estaba enferma. Era dulce y melancólica su voz, sanadora. Me dejé envolver en ese Mar de ternura.

La Llanura-tierra me ofreció su banda sonora original de pájaros, cascabeles, árboles, vientos...todo orquestado por la sencilla e invisible mano de su Creador. El hogar familiar colaboraba con ella, mi padre tocaba el acordeón los días de fiesta, cantaba, se sumaba mi madre y luego me unía yo.

El Mar-agua tenía otros sonidos, cadenciaba el paso del tiempo, reloj de millones de arenas, con un extraño e hipnótico tic-tac, arbitrario e incesante. Me atrapó. Después llegaron a mi la radio, los discos, los casetes y me vestí la nueva música que iba descubriendo como lo hacía con mis nuevos vestidos, ajustándolos a mi cuerpo y a mi alma según crecía física  y emocionalmente.

Cada uno de estos mares celebra fiestas a su manera. La Llanura se engalana cada primavera de flores, colores, de insectos cantores, de verde promesa, y suena como un arcoíris .

Al Mar-azul le gusta sorprender e improvisar su calendario según los vientos y mareas. Celebra su poder con grandes olas y baile de masas líquidas, vapuleado barcos, aspergiendo con gracia y furia rocas y acantilados, tejiendo puntillas de espumas bravas y llamativas.

La Mar-música lo hace en cualquier lugar donde se le convoque, por pequeño y escondido que esté. Voces, instrumentos y creatividad ecuménica al servicio de la humanidad que sabe o necesita escucharla. A veces lo hace con grandes conciertos, ruidosos o sublimes, otras con modestos festivales o recitales intimistas.

Pasados tantos años ya, la Llanura  es un lugar a donde siempre regresar, volver. El Mar, un gran ventanal de la vida desde el que contemplar, disfrutar, descargar el estrés y añorar a los que partieron a su otro lado. La Música una compañera fiel, generosa y solícita para hacernos reír, saltar, cantar, emocionarnos, hacernos llorar o consolarnos según lo necesitemos en cada momento.

En esta pequeña orilla que es nuestra ciudad, la Mar-música se encarna cada verano como realidad de su promesa: ¡¡Nos vemos en julio!! Este año ha recreado un archipiélago mediterráneo y sonoro, de canciones e intérpretes, grandes o pequeños, famosos o emergentes, sustentado en el abrazo de todos los tiempos y culturas, en la diversidad que enriquece y suma, en el lenguaje universal que va directo al corazón, nos une, nos hace temblar, bailar, apaciguarnos o levantarnos como sanados por un viento mágico. 

Me saluda hoy el cartel que lo anuncia con un collage de manos y rostros sin género, sin nombre, sin origen grabado en sus frentes. Casi todos con bocas cerradas y oídos abiertos al otro para escucharlo. He querido hacer presente un recuerdo. Una de estas caras de pelo rojizo y boca abierta me ha hablado: soy sardo y junto a tres compañeros cantamos canciones ancestrales a capela. Les he llevado al atrio de la catedral vieja y allí, desde el tiempo remoto y el interior de la pisada tierra, atravesando todo su cuerpo ha emergido una voz extraordinaria. Acompañados sólo por la ligera brisa, un poco de bruma y toda mi emoción  han cantado para mí  que, sentada en el suelo, arropada con un chal sobre mi espalda, con los ojos cerrados y  pequeñas velas a nuestro alrededor para no herir la noche, he querido quedarme allí hasta el amanecer... pero las voces estaban cansadas y comenzaba a hacer frío... He tenido que volver.

Hasta aquí he venido, a compartirlo con todos vosotros.




Esther Valera Gasull

Bazar de las Mañanas
del Centro Cultural