16 noviembre 2018

"Los desobedientes hacen avanzar el mundo", dice Manuel  Rivas en una reciente entrevista.



Y estamos de acuerdo. Pero en el Bazar de Letras, además de reflexionar al respecto, hemos usado esa sentencia para crear relatos tan interesantes como este que Milagros Márquez quiere compartir con todos nosotros:


LOS DESOBEDIENTES HACEN AVANZAR EL MUNDO

No creí nunca, ni en mis peores pesadillas, que llegaría a esta terrible situación.
No puedo dar marcha atrás y redimirme de los pecados que durante años, inconscientemente, he cometido.
Siempre he respetado las reglas, he sido fiel a los principios que me habían inculcado de pequeño: obedecer y no destacar en el grupo. “El que obedece nunca yerra” Ese era uno de los lemas preferidos para adocenarnos sin que nos diéramos cuenta.
Los cursillos anuales de la empresa, también iban en ese sentido. El cooperativismo, el grupo, en definitiva, la empresa lo primero. Al cliente mínima información, pero bien envuelta en papel de regalo.
Pasaron años en los que me sentía orgulloso de mi trabajo, era bueno, muy bueno, ahora me doy cuenta, en engañar, en hacer ver lo blanco negro, sin perder esa bonita sonrisa que practicaba todos los días al afeitarme. Pero aun así, procuraba no salirme de la media, como me habían enseñado. La empresa lo primero.
Llegaron los años negros en los que yo seguía obedeciendo, sin darme cuenta aun, de todo el mal que hacía. Pero cuando les tocó perderlo todo a mis amigos, a los clientes que habían confiado en mí, creí volverme loco. Al mirar atrás, vi en mi camino  personas arruinadas, desesperadas. Yo les ofrecí, yo les anime, confiaban en mí y ahora todo eran desahucios, miseria y suicidios, en los que también tenía un tanto por ciento de culpa.
Fue un tiempo de desesperación, de no poder salir a la calle sin encontrarme con la mirada fría y acusadora del que antes fuera un buen amigo.
Ya no puedo más Esta mañana me he vestido con mi mejor traje para ir a la empresa. Pero el coche iba dirigido por mi conciencia, no por mi voluntad. Y aquí estoy solo, en esta playa, en este amanecer gris y negro como mi alma. Entro en estas aguas oscuras para redimirme y limpiar todo el mal que he hecho. Siento una gran desesperación y una profunda tristeza. No volveré a salir. Seré otro desgraciado más que no pudo soportar la carga de los pecados  que muchas veces conlleva la obediencia ciega. Nunca me pare a pensar si lo que hacía estaba bien o mal. No tuve una conciencia individual.
Espero y confío, que las futuras generaciones, sepan sacudirse las cadenas  de esa  maldita obediencia sin razones  y así el mundo podrá seguir avanzando.


MILAGROS MÁRQUEZ  Noviembre 2018



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