09 diciembre 2018

Buenas tardes,

Estamos apenados porque se acaba el puente así que buscaremos refugio en la Literatura. Hoy compartimos con vosotros este relato de Joaquín Campillo, del Bazar de Letras del Centro Cultural, inspirado por el maravilloso cartel del Premio Mandarache 2019. Esperamos que os guste:



MARINA Y EL UNICORNIO

            Menos mal que amanece. ¡Qué noche he pasado! Tengo la boca seca y me cuesta abrir los ojos. La cabeza me pesa como una roca. Pero... ¿¡Qué es eso!? ¿¡Esa silueta que se aprecia en la pared de enfrente...!? ¿Parece...? No... ¡Sí, es un unicornio! ¡Su cuerpo se asemeja al de un caballo moteado en negro! ¡Pero... las manchas... son letras! ¡¿Qué me sucede?! ¡¿Quién ha dibujado eso en la pared?!
            —Marina, no te cuestiones más. Estoy aquí y basta.
            —¡Me habla! ¡No puede ser!
            —Mujer escucha: vengo a decirte que debes ayudarme. En este castillo, donde habitas, han sido ocupados sus terrenos adyacentes. Invadidos, sí, por unas extrañas torres metálicas, negras; producen un hedor que ahoga los naturales aromas del sotobosque. Algún malvado hechicero, enemigo vuestro, las puso aquí. Pretende algo, y no bueno. Dicen que extraen un líquido negro, denso, apestoso, con lo que andan unas máquinas, auto..., automóviles, creo que les llaman.
            —¿Y qué puedo hacer para ayudarte, unicornio? Agradezco tu desvelo por mi hogar, pero no veo la forma de luchar contra esa fuerza mágica.
            —Te lo explico: Yo tengo un poder en mi cuerno, que todos desean, con él puedo destruir y construir, alternativamente; o sea, sirve para lo bueno y lo malo.  Mi estrategia nos llevará a conseguir nuestro fin. Tú montas sobre mí y te diriges al alimentador de letras que hay en las proximidades. Allí conecta la manguera a mi boca, y dirás ¿para qué?, para renovar mis fuerzas, mi carga, ¿no has visto cómo se transparentan en mi cuerpo esas manchas negras?; las letras tienen mucho poder.  Una vez hecho esto, atacaremos esa amalgama de hierros negros. Sobre mi lomo podrás, con las riendas, dirigir la ofensiva. Yo dispararé, a través del cuerno, letras negras, éstas, como proyectiles, derribarán esa diabólica construcción que invade tus tierras y el valle.
Debes proteger tu cuerpo para la lucha; saltará de todo, cuando las palabras impacten. Un yelmo te vendría bien.
            —No te preocupes tengo un casco de moto y gafas, aquí; ¿sabes?, yo monto en moto, ¿no sé si las conoces? Pero esto, fue después de aprender a cabalgar con los de tu especie. Me pondré también el vestido rojo de mis antepasadas abuelas, es largo y de paño fuerte; además, bajo él, protegeré mi pecho con un coleto de piel de búfalo. Lo llevaron mis abuelos cuando practicaban esgrima. La mochila, cargada de libros, en mi espalda también servirá de protección.
            —Debes estar atenta al vuelo de los estorninos, ellos formarán en el cielo frases, mensajes, y así nos darán sus estratégicos consejos para nuestra acción, que debe ser rápida. En este valle todo está cambiando: el verde de la floresta se convierte en amarillo y marrón, las plantas se mueren; los animales emigran por falta de alimento; ya no hay cultivos; las aguas del río se han ennegrecido. Por todo eso, los épicos unicornios de las narraciones, nos hemos unido para defender, de este monstruo destructor, a la naturaleza del entorno. Debes saber que en este lugar vivió un antepasado tuyo, hace mucho tiempo. Vino de un lejano país y aquí se dedicó a escribir; fue él quien nos creó, en una historia muy bella de una dama y un unicornio. Luego, las tejedoras, nos representaban en los tapices; en tu castillo hay uno, de él he salido yo.
—Pues entonces, ya estoy vestida y preparada. Espera que monte. Cumpliré con lo que me solicitas. Vamos a recargar tus fuerzas y después... ¡A la lucha! ¡Destruiremos a ese engendro, devorador de la naturaleza! ¡Vamos!
           
            Los gritos retumban en el pasillo. Una luz roja se encendió en el tablero del control. La puerta de la habitación se abre con urgencia. Una enfermera, que porta una jeringuilla, y un celador, que tiene los brazos como columnas, entran. Marina está sola sobre el lecho, de rodillas. Tiene la sábana atada, por sus extremos, al piecero de la cama. Al verlos entrar dice:
—¡Ah, mis fieles servidores! La buena doncella Marta y el forzudo don Julián acuden en mi auxilio.
            Cuando la jeringuilla transfunde el amarillento líquido, a través del frío metal de la aguja, que penetra en la azulada vena, es cuando cesan los gritos; y la voz de Marina es comparable a un balbuceo: "Unicornio, unicornio, vamos a vencer".

21/11/2018
Joaquín Campillo Villa






No hay comentarios:

Publicar un comentario