07 octubre 2017

Pero cómo nos gustan los fines de semana. Me diréis que tienen las mismas 48 horas que el lunes y el martes juntos, pero no. Son dos días especiales el sábado y el domingo porque nos dejan ocupar las horas con lo que más nos gusta: las letras, la lectura, el vuelo de la imaginación que salta página a página. Todos los minutos de estas 48 horas para escuchar la vida. (Gracias a Pilar Galindo)




Escuchando  la vida

El primer ruido de la vida es el grito de la mujer que expulsa al hijo de su vientre.  El segundo, el  llanto de la criatura.  Nacer entraña dolor.  

Muuua, muua…junto a las orejitas rosadas, muua, muua, en la barriguita tierna…Es el canturreo del amor, que trae  las primeras risas. El sonido de la felicidad.

Los rugidos del hambre: aúllan las tripas vacías de los que no tienen con qué llenarlas.
Si lo que no comen o vomitan, quienes  aman  la esbeltez por encima de la  cordura, fuera a parar a manos de los hambrientos reales, ¡qué banquetes se pegarían!

 Son tan educadas las voces de la sociedad: un besito volado en cada mejilla, unos buenos deseos que, por no serlo, siempre van acompañados de la palabra “sinceros”; unas sonrisas como rictus; unos golpecitos en la espalda, que no trasmiten calor…qué hipócrita, qué falso el bullicio social.

La cantinela de las plañideras, que lloran y gimen para escenificar el sufrimiento, no es autentico dolor.

El dolor que destroza el corazón, se guarda muy adentro. Las dentelladas de la tristeza quedan en los sótanos del alma. Al mundo se ofrece una afligida dignidad.  El ruido del dolor es el silencio.

Algo se ha quebrado… rodar de añicos, insultos que buscan herir, voces exigiendo la casa y las llaves del coche, mentiras gritadas para que parezcan verdades, llantos desgarrados, besos sin retorno,  crujido de camas  vacías…
Es el amor, que se ha roto. 

El mar y sus sones son la música de la vida. La que deseas, la que buscas cuando las cosas se ponen bordes. No hay nada, por grave que sea, que no alivie una caminata por la arena, unos pies descalzos que alcanzan las olas y ese susurro del mar que va y viene, llevándose tristezas, acarreando consuelos.

El viento, que hace chirriar todos los goznes, que desgaja ramas y  golpea rítmicamente las cosas contra el alma, es el ruido malo de la vida. Un rumor que asusta, que despierta las sombras del pasado y arranca murmullos a las almas  perdidas en la eternidad.

La vida debería terminar como termina un día cualquiera: un sol cansado de alumbrar que se marcha despacio a su cielo, mientras lo va pintando con  los colores que robó al arco iris. En silencio. En paz.
Así la muerte, como esa ola que se agota en la playa, que resbala hacía el vientre del mar, porque ya terminó su trabajo. Sin ruido. En silencio. En paz.

1 comentario:

  1. Pilar: Precioso pero triste, sincero pero triste, magníficamente escrito pero triste. Palabras nacidas de un corazón apenado. Pilar, quiero verte y ver tu sonrisa sincera, no la otra, la de la mascara que oculta la triste realidad.

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