03 octubre 2019

¡Bienvenidos al Curso 2019/2020! Empezamos satisfechos porque los asistentes a los diferentes talleres del Bazar de Letras siguen cosechando éxitos en los certámenes y concursos en los que participan. En esta ocasión Milagros Márquez, del Bazar del Centro Cultural tardes, quiere compartir con nosotros el Relato con el que ha ganado el Certamen de Cartagineses y Romanos:


QUE LOS DIOSES ME DEN FUERZAS

Que los dioses me den fuerzas para contar mi secreto y así poder redimir el pecado que desde mi juventud me ha atormentado la vida.
Estoy sentada en un cómodo diván en mi casa. Tengo delante un gran ventanal asomado a ese mar tan azul, tan bello y tan triste en mis recuerdos, ese mar que acaricia las costas de Cartago Nova, como se llama ahora esta ciudad.
Apenas puedo moverme. Los años han hecho de mi una anciana decrepita. Creo que los Dioses están esperando que confiese, para llevarme con ellos, ya que los remordimientos han sido el castigo que he pagado en esta vida.
Recuerdo un tiempo muy lejano. Una isla en el Mare Nostrum, sus habitantes éramos romanos. Yo soy romana. Tenía 6 años cuando desembarcaron en ella los piratas matando a casi todos los que no les servían para el mercado de esclavos que tenían montado en Cartago. Allí me llevaron, junto con mis padres y hermanos. No olvidare nunca los gritos de mis abuelos, pacíficos pescadores al ser masacrados junto con los que no les servían para sus fines. La guarnición que Roma tenía en la isla no nos ayudo, miro a otro lado, al lado donde estaban las monedas que le habían hecho llegar aquellos miserables.
En el mercado fui separada de mi familia y eso añadió otra gota más al vaso casi lleno de odio contra el cartaginés.
Tendría 8 años cuando llegue a esta ciudad, entonces llamada Qart Hadasht, formando parte del sequito de un militar a las órdenes de Aníbal. Mi señor tenía dos hijas de mi edad y me incorporaron a su servicio. La niña esclava romana, sirviendo a las niñas del enemigo cartaginés.
Pero los dioses fueron benévolos conmigo. Al principio fue el miedo, el rechazo y el odio que sentía hacia todo lo que me mantenía sumisa y servil, apenas cruce unas palabras con ellas, aunque algo entendía de ese lenguaje bárbaro por estar mi isla cerca  de sus costas, faenando juntos los pescadores, hombres buenos y pacíficos de ambos lados  en el mismo mar.
Paso el tiempo y me di cuenta de que del vaso de mi odio se iban escapando algunas gotas por la grieta que iban haciendo en él, el cariño y el respeto que mostraban todos hacia mi persona. Pronto me integraron en sus juegos. Su carácter bondadoso, tranquilo y cercano hicieron el milagro. No eran mi familia pero había encontrado un poco de paz en mi vida aunque seguía manteniendo en mi brazo la pulsera de esclava.
Me permitían asistir a las clases que un joven maestro romano, también esclavo les daba a sus hijas. A diario abría nuestras mentes hacia las lenguas y las ciencias, pero también hacia el amor y la concordia entre los pueblos.
La vida allí era dulce, tranquila, quería a esa familia pero mi vaso del odio no se había vaciado del todo. En mis pesadillas veía a mis padres y a mis hermanos maltratados humillados, esclavos como yo pero con menos suerte y a gritos me pedían que recordara que era romana, que la casa donde vivía era de mis enemigos, que no dejara nunca de pensar en ello
Manteniendo esa lucha interior fueron pasando los años. Llegaban rumores de una nueva guerra con los romanos pero parecía imposible que en esta ciudad tan bella, con gentes buenas y trabajadoras se fuera infiltrando de nuevo ese odio al otro, al diferente solo por estar en distinto lado de ese mar  que, en lugar de unirlos, los hacía enemigos por intereses que nada tenían que ver con las personas, ya fueran Cartagineses o Romanos
Pero la guerra es así, nadie la quiere pero todos pagan un alto precio cuando acaba.
En la ciudad los rumores eran ya casi continuos y las maldiciones al romano Escipión estaban en boca de todos.
En la casa de mis amos la vida aun era apacible. Las niñas nos habíamos convertido en tres hermosas jóvenes que hacía tiempo habían dejado los juegos infantiles para pasar a otros que nos pedía la sangra caliente de la juventud.
Por las tardes dábamos paseos a la playa o a la laguna, acompañadas siempre de otros esclavos para protegernos y por el joven maestro que nos explicaba como los minerales eran trasladados en barcos a Cartago desde las minas cercanas. También nos hablaba sobre los vientos, abundantes en esta ciudad, del cielo, las nubes, el porqué de la lluvia, pero sobre todo del amor por los demás y dar gracias a los Dioses por la suerte que habíamos tenido. Yo lo escuchaba ensimismada y todo el amor que debía repartir  se concentraba  en él. Era mi dios, mi ídolo. Y ese fue el germen de mi gran pecado.
Un día mi señor me mando llamar a su presencia. 
Se acercan malos tiempos para todos, me dijo, los romanos buscaran una escusa para atacar la ciudad y habrá un baño de sangre. Si somos nosotros los derrotados debes hacer valer tu origen romano. Aquí tienes los documentos de compra que le exigí al vendedor por si alguna vez los necesitabas. Ya eres una hija más para nosotros, por eso te los doy, pero nunca he querido quitarte el brazalete de esclava por si llegado el momento, junto con los papeles sirviese para demostrar tu origen romano.
Caí a sus pies llorando y abrazada a sus rodillas le di las gracias por todos estos años en los que yo también me había considerado parte de la familia. Los Dioses no me darían años suficientes para demostrarles mi agradecimiento.
Y sin embargo los traicioné. No pido perdón, sé que no lo conseguiré, solo quiero aliviar un poco mi culpa contando esta historia
Una tarde en la que mis compañeras de paseo no pudieron venir, fui con el joven maestro a la laguna, no llevábamos esclavos para protegernos. Nosotros éramos los esclavos.
Al atardecer, con el sol rojo poniéndose tras las montañas y convirtiendo la tierra en toda clase de grises, nos amamos en la soledad de la arena con  la fuerza, el ímpetu y la locura que lleva consigo la sangre joven y enamorada.
Ya había caído la noche, se encendieron algunas lucecitas en el mar, señales de barcos de pesca que faenaban por allí. Y entonces me dijo: (Dioses ¿porque lo escuché? ¿Por que al oír sus primeras palabras no salí corriendo para avisar a los  que yo consideraba ya mi familia?) Dentro de dos noches no bajes a la laguna van a atacar los romanos por la muralla pero otros vendrán por aquí en barcos de pesca y yo les abriré la puerta. Soy romano como tú, tenemos que acabar con los malditos cartagineses que nos robaron la infancia y la juventud. Entre caricias, me dijo donde tenía que esconderme, él vendría por mi cuando acabase la batalla, estaba muy seguro del resultado, sabia muchas más cosas de las que me dijo.  Había sido un espía romano desde que lo trajeron a esta ciudad. Era mentira todo lo que nos hablaba del amor entre los pueblos. Esa filosofía maravillosa que nos había enseñado desde niñas y que le servía para no levantar sospechas.
No pude moverme. Todo mi mundo se derrumbaba. Sentía asco de mi misma, pero la pequeña gota de odio que aun quedaba en el vaso junto con lo que yo creía que era amor bastó para traicionar a toda una ciudad a la que ya consideraba mía.
Esa noche pude volver a la casa para avisarles pero no lo hice. Más tarde supe que me buscaron angustiados .Pido a los Dioses que nunca llegaran a saber de mi traición.
Pero la suerte estaba echada, me escondí y cuando a la noche siguiente empezaron a sonar las trompetas y el ruido de la guerra se volvió insoportable quise salir para unirme a ellos, entonces comprendí que aquellos que luchaban por defender la ciudad, eran los míos, mi familia, mis gentes, mis amigos. Ya no había odio, pero era demasiado tarde, me había encerrado temiendo que les avisara.
Esta es la historia de mi traición. Que los Dioses me juzguen y espero de su misericordia que me arranquen pronto de este mundo, de esta ciudad a la que vendí cuando era joven por una ilusión amorosa y  unos tiernos abrazos.

2 comentarios:

  1. Milagros: ¿que puedo decirte que tú no sepas? Fantástica narración que aún siendo fruto de tu imaginación, bien pudo ser realidad.¡enhorabuena!

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  2. Magnífico relato me ha enganchado desde el principio. Enhorabuena

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