20 octubre 2019

Buenas tardes,

Comenzamos hoy una sección dentro de nuestro blog en la que queremos que amigos relacionados de uno u otro modo con las Letras nos recomienden qué leer (o releer). La primera valiente que se ha dejado embarcar ha sido la poeta y profesora Natalia Carbajosa y aquí os dejamos su recomendación:



RESEÑA DE LA DIVINA COMEDIA, DE DANTE ALIGHIERI

Cada año espero con fruición a que llegue el verano para leer o releer un “clásico” con la atención y la calma debidas; esas tardes largas y calurosas que no invitan a moverse de la mecedora, y sí a leer y leer mientras avanza el día casi imperceptiblemente, apenas moviendo de pronto una hoja de la colasia del jardín, con el zumbido perezoso del motor de un coche avanzando de tarde en tarde por la calzada al otro lado del jazminero (o ese otro, mucho más irritante, de un mosquito tenaz), me han visto recorriendo las páginas del Quijote, la Ilíada, el Ulises, y otros muchos tesoros. El pasado verano le tocó el turno a la Divina Comedia.

Para leer esta obra en condiciones, recomiendo la edición bilingüe del poeta y traductor Ángel Crespo, que tan bellamente rimó en español los tercetos encadenados de estos tres libros en uno (Infierno, Purgatorio y Paraíso), y cuyas notas a cada capítulo, no innecesariamente prolijas y sí utilísimas, ayudan a que no nos perdamos ninguna referencia, contemporánea de Dante o de carácter mitológico. Concebida, al estilo pitagórico, para estar en consonancia con la armonía celestial, La divina comedia se compone de tres libros con treinta y tres capítulos cada uno, enteramente vertidos en tercetos. Acompaña al poeta florentino en su singular periplo, como sabemos, el universal autor de la Eneida, Virgilio, en el papel de guía sereno y laureado de la antigüedad. 

Compuesta casi a las puertas del Renacimiento italiano, la Divina Comedia engloba una visión del mundo conocido, y de todos sus saberes hasta el momento (filosóficos, religiosos, artísticos) de carácter medieval. Mas como sucede con la cualidad comunicativa de la poesía, dichos saberes no están transmitidos a modo de compendio o pesado texto de estudio, sino envueltos en el misterio, el suspense, la visión e incluso el humor y la ironía que sólo la inspiración artística es capaz de crear. Leer la Divina Comedia se convierte así, y no sólo por la voluminosa edición que yo manejé, en una experiencia no simplemente intelectual, sino también física: la lectora se estremece ante tanta belleza y tanta sabiduría que le entra por los sentidos, se compadece de la desgraciada peripecia de los condenados, comprueba que los errores humanos (la ambición, la codicia, la vanidad) siguen siendo los mismos al cabo de los siglos, y atraviesa entregada cada paisaje de este singular viaje de la mano de sus mentores. 

Pero la Divina Comedia es mucho más que un libro único, de esos que sin dudar ubicamos en la estantería, erróneamente considerada difícil o inalcanzable para el lector común, del Parnaso: para el poeta e influyente crítico angloamericano del siglo XX T. S. Eliot (citado por la investigadora Viorica Patea), esta obra representa la existencia, en la cosmovisión europea anterior al puritanismo y al pensamiento cartesiano posteriores, de una “sensibilidad unificada”, una unión perfecta entre el mundo de ahí afuera y su percepción y/o manera de ser asimilado. Tras la imaginación visual y alegórica de Dante se imponen otros modelos estéticos e intelectuales que provocan la ruptura “entre la superficie sonora de la poesía y su contenido profundo”, ruptura de la que, arguye Eliot, todavía no nos hemos recuperado. 

En estos tiempos de decaimiento de la cultura y la identidad humanas, leer la Divina Comedia es también una espléndida manera de emprender el camino de vuelta a la casa de la que la hiperestimulación y el entretenimiento vacuo nos intentan expulsar constantemente. Nuestro particular “guía” hacia el texto, Ángel Crespo, allana las dificultades y consigue que disfrutemos de ella sin más penalidades que las que compartiremos con sus personajes. Dejemos, pues, a un lado tantas propuestas mediocres que, aunque vayan en forma de “libro”, no nos aportan absolutamente nada; y deleitémonos con aquello que, al fin y al cabo, en un sentido profundo, constituye nuestro propio equipaje vital. Por lo menos en el tiempo semi-eterno del verano. 

Natalia Carbajosa 




1 comentario:

  1. Después de leer la reseña de Natalia ¿quién se atreverá a escribir algo más que gracias?

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