17 febrero 2020

Buen lunes,
Un año más se han desarrollado diferentes actividades dentro del programa "Aquí sólo queremos ser humanos". En la primera planta del Centro Cultural hemos tenido la oportunidad de visitar la exposición de fotografías Campos, Muros y Encrucijadas de José Palazón (Asociación PRODEIN) y Paloma Camuñas  (Asociación Amigos de Ritsona). Y los asistentes al Bazar del Centro Cultural (turnos de mañana y tarde) han sacado el relato de estas fotos que arañan. Nuestra amiga Geli Sánchez García ha querido compartir el suyo con todos nosotros:


LA FRESCURA DE LA NIÑEZ EN MOMENTOS DIFÍCILES


El campo de refugiados Dagirtî es un campamento “súper”. Súper pequeño, súper poblado, súper vallado, súper vigilado, súper mísero. Súper. 
Uno de tantos por los que él ha pasado en los últimos años.
Es el final del día y ha encontrado un momento de solaz -quién lo diría en un lugar cómo aquel-, para fumarse un cigarrillo. Al fondo del campo, detrás de las últimas tiendas hay una trinchera poco profunda, como una herida larga y abierta en el terreno, próxima a las alambradas. Ahí, sobre un cúmulo de tierra y piedras, alguna raíz y algún que otro insecto, se ha encendido un cigarro, uno de esos que tan a la ligera ha repartido últimamente, quedándole en la cajetilla el último.
Su trabajo en el campo ha terminado. El encargo está listo para que mañana, tras un no muy largo viaje en avión, lo entregue en la empresa para la que trabaja.
Está satisfecho con las fotos que ha realizado, fotos que revelan la dureza del día a día por sobrevivir, el sufrimiento, la miseria, la enfermedad, el dolor e incluso la muerte, pero… Pero está cansado de ver tanto calvario.
Ha desvelado el alma de muchas de esas personas en sus fotos, la joven madre que pierde su bebé, el viejo enfermo de tuberculosis, el hombre amputado, el niño desnutrido, el muchacho que salta la valla…
También ha hecho fotos generales del campo, del personal sanitario, de las tiendas, de la bomba de agua, del montón de basura…
Cierra los ojos. Se recrea en esa calada que llena sus pulmones de aire nocivo -lleva tiempo pensando en dejarlo-  no obstante, en momentos como este, se alegra de no haberlo hecho.
El ruido de un niño correteando le hace abrir de nuevo los ojos. Un niño que ha burlado el control de su familia, en este caso el de su joven madre llegada apenas seis meses atrás, el de sus abuelos cansados y envejecidos, y el de su padre, convaleciente tras un intento de fuga.
Tal vez el niño no lo ha visto. Tal vez le da igual. Tal vez se siente confiado porque ha visto al extranjero deambular por el campamento un día sí y otro también.
Viste únicamente un pantalón de camuflaje y unas botas. Su pelo rizado, demasiado largo, le cae por la espalda. Corretea feliz en círculos, solo le falta abrir los brazos y planear. Pero no. Se detiene y lanza el objeto que lleva en la mano al aire. Lo repite varias veces y en cada ocasión se puede oír su risa fresca y alegre.
Quien lo observa siempre lleva su cámara a mano.
Un niño jugando queda inmortalizado con el zoom del objetivo. Tras él un aglomerado de endebles y coloridas tiendas de campaña. En el aire el símbolo de otra sociedad: una muñeca Barbie sin ningún glamour.

FIN  

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