10 febrero 2020

Buenos días, amigos. Con estas temperaturas parece que haya pasado una centuria desde Navidad... pero no hace tanto estábamos disfrutando con los Amigos Modernistas de nuestra ciudad en el Mr. Witt, al que tanto vamos a echar de menos. Marian Cifuentes, del Bazar del Centro Cultural Turno de Tarde, ha querido compartir con nosotros el relato que leyó fuera de concurso aquella mágica noche. ¡Seguro que os emociona tanto como a nosotras!


NOCHE DE INVIERNO

La Navidad convoca con insistencia.
La iluminación de las calles…
los fastuosos escaparates,
invitan a la compra, al capricho.

En estos días se interrumpe
la monotonía del año.

Nos lanzamos a la calle,
los adornos nos confunden y envuelven.
Sin horas de reloj afanamos estos días,
como si fueran los últimos de nuestra vida.

Pero el camino continúa,
la realidad vuelve, 
nos aguarda la rutina
y la repetición de nuestros actos.

Sin fantasía acogeremos el presente,
el día a día sin cargas que frenen
en el camino ya trazado.

Porque existe la felicidad
en el encuentro con uno mismo, 
con los demás, 
escuchando, compartiendo.

Es bien entrada la noche 
y mi pluma recoge 
prontamente mis pensamientos. 
Aunque me vence el sueño. 

Me incorporo y levanto la vista de la inmaculada cuartilla. 
Miro por la ventana, 
la calle está solitaria, hace frío. 
Observo el vaivén de ramas 
de árboles cercanos 
que mueve el viento.

También me parece ver más allá 
algo que se mueve, ¿es un hombre?
Y te veo… 
más al colchón que a ti.

Tu cuerpo escuálido tiembla 
bajo el frío, 
de una noche intransitable.



Llevas sobre tus hombros 
un gran colchón 
que te hace tambalear.
También sujetas, 
¡no sé cómo! una gran bolsa con barras de pan.

Observo tus pasos inciertos
que apenas controlan 
el equilibrio, 
del peso en tu espalda.

Hiere esa imagen.
Me deja un silencio amargo 
y muchos porqués…

Todavía seguías erguido cuando doblaste la esquina, 
pero nunca sabré, si llegaste al lugar que pretendías 
o caerías de bruces bajo el colchón 
o sobre el empedrado de la calle,
cubierto de un otoño apresurado 
de hojas caídas de ramas 
rendidas como tú.

¿De qué rama familiar se desgajó tu vida?
¿qué fin tenía tu esfuerzo?
¿acogería el colchón a niños indefensos y necesitados de calor?
¿o quizás sería tu nido escondido 
recogedor de miserias vividas?

Puede que ocultes en él
al ser humano que fuiste 
antes de convertirte 
en un interrogante.

Adolescente o adulto 
en una noche de invierno… 
si me escucharas, te diría: 

¡Endereza tu cuerpo¡ 
¡mira la noche¡
Las estrellas que ves…
otros ojos mirarán 
pensando en ti.

Lo mejor de tu vida 
estará en tus recuerdos.
¡Vuelve a ellos, 
allí estará alguien 
esperando tu vuelta 
siempre sin desfallecer!

La Navidad
es propicia para el encuentro. 
Brazos extendidos 
hablarán sin palabras. 
Te abrazarán y sentirás lágrimas emocionadas 
que confortan. 

¡Entonces… libérate¡ 
¡Habla¡ 
¡Comparte tus angustias¡
Porque las palabras 
salidas del alma 
es el todo compartido, 

Más que un largo abrazo,
más que el beso apasionado 
en un instante de infinito placer.


Marian Cifuentes Ballester 14/12/2019

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