06 junio 2015

Mi nombre se dice pronto (….)

En la edición de este curso del Certamen de las Jornadas Carmen Conde de Barrio Peral, tuvimos el gusto de leer y premiar este relato de Milagros Márquez, del Bazar del Centro Cultural. Esperamos que os guste.


MI NOMBRE SE DICE PRONTO (….)
SE DICE SUAVE Y SUENA A PLATA OXIDADA.
SE GRITA Y CONTESTA EL MAR


Me llamo Ahmed. Soy estibador en un puerto del Mediterráneo español, donde llegué hace años en una patera, tuve esa suerte, muchos se quedaron en el cementerio azul con sus sueños y sus ilusiones. Encontré personas buenas que me ayudaron a conseguir los papeles y me buscaron un trabajo lejos de aquí, pero no pude aceptarlo, no puedo separarme de este mar que me une a mi familia y en la lejanía , me la hace parecer más cercana.
Una mañana andando por el puerto con mis recuerdos, me llamó un hombre, era capataz de un grupo de estibadores que necesitaba obreros para dos barcos que iban a entrar al día siguiente, dijo que se fijó en mí por ser alto y fuerte, y aquí sigo no un día, sino años.
Cerca del puerto hay una pequeña playa a la que acudo todas las tardes y grito mi nombre una y otra vez, como en un ritual, pensando que mi  mujer o mis hijos al acercarse a la playa, que durante tantos años fue mi casa, recogerán de las olas las letras  y así sabrán que no les olvido.
El mar me trae también sus nombres escritos  con  sonidos cambiantes, furiosos en la tormenta, suaves en las placidas tardes del verano, amorosos como el fuerte abrazo de las olas rodeando las rocas
Un día pensé que si los escribo arrojándolos al mar en una botella, él sabría en qué playa depositarla para que ellos la encontraran y como el genio de la lámpara al abrirla, saldría de ella todo  mi amor y los envolvería en un largo y cálido abrazo
Otras veces escribo sus nombres con piedrecitas, y sueño que alguna de las innumerables gaviotas que me rodean, como en los cuentos, haya aprendido a leer, y las transporte en su pico para formarlos en otra arena de otra playa donde ellos aguardan mis noticias.
¡Qué envidia me dan esas gaviotas! Pueden volar por encima de este mar y volver, sin importarles que los hombres pongan alambradas y puertas. Pero ¿quién puede poner freno a la desesperación?
¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que nos podamos reunir en una de las dos orillas?

Me llamo Ahmed, mi nombre sabe a sal y suena en la música de las olas a tristeza y desesperación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario