13 marzo 2018


Buenas tardes,

Hoy toca dar un paseo por el lado salvaje, que diría Lou Reed, de la mano de Basi Jorquera del Bazar del Centro Cultural.



EL POEMARIO
Me despierto por la mañana en un espacio reducido rodeado de sucios cartones. El tufo de mi cuerpo sudado inunda mi pituitaria. El húmedo frío de la noche todavía hace mella en mi tullido y tumefacto cuerpo. Tullido porque estoy cojo a consecuencia de una pelea callejera, tumefacto debido a una caída cuando los efluvios del vino peleón hicieron efecto sobre mi persona. Sí, a pesar de ser un homeless soy persona, tengo dignidad, aunque día a día esta alocada y competitiva sociedad me la mancille una vez tras otra.
Nada más abrir mi ojo izquierdo, en el derecho un orzuelo crónico me impide hacer un uso normal de mi vista, mi cabecica empieza a cavilar dónde ir a asear mi costrosa masa de piel y huesos. Al bar de la esquina, pienso por proximidad. Pero enseguida lo descarto pues el dueño, pesetero y rácano, ya me llamó la atención por gastar el agua de su aseo sin haber consumido. Decido, aunque está algo retirado y no me apetece arrastrar mi cojera, acudir al Hogar del Buen Samaritano a pegarme una ducha. Ya toca, pienso. No me gusta ir pues no me cae bien la gente que hace uso de esas instalaciones. Hasta en la pobreza hay clases, discurro. Pero sí, voy. De paso algo sólido pillaré que reconforte mi vacío estómago.
Al salir, no me decido en qué banco del parque sentarme a tomar el tibio sol de este frío día de invierno. De momento es gratis, me reconforto. Me entretengo viendo pasar a la afortunada gente que discurre hacendosa y ordenada como hormigas alrededor de su hormiguero. No saben la suerte que tienen, me digo. Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que le falta o lo pierde. Hasta yo tengo suerte, ahora mismo no caigo en qué exactamente pero sí, seguro que hay alguien peor que yo. De eso seguro.
Es hora de comer, lo percibo por la salivación producida al ver a un infante atacando un suculento bocata de jamón serrano. ¡Joder, quien lo pillara! Entro en dilema, pues no sé a qué Mercadona acercarme para ver lo que encuentro en los contenedores. Creo que el de Carlos III es el más próximo y a esta hora es precisamente cuando se deshacen de los productos frescos caducados de ese día. A lo mejor tengo suerte y consigo unos tomates cherry un poco macocos. Un lujazo, vaya. Me encantan esa variedad de tomates por la sensación que dejan al explotarse en la boca al masticarlos. No tengo suerte con lo de los tomates pero sí, me voy de los contenedores del Mercadona comido, que es de lo que se trataba.
La tarde se pasa rápida, la noche llega otra vez amenazante. Nunca se sabe si una helada terminará con tus huesos en la morgue a la mañana siguiente. Al pasar camino de mis cartones veo un cartel grande en una librería que publicita un poemario que se titula “lo salvaje” y reflexiono: si mi vida no es salvaje, que baje Dios y lo vea. 

 BASI JORQUERA 15-II-2018

3 comentarios:

  1. Me repito de mala manera, pero no puedo cambiar: leer a Basi me encanta, me sorprende y me maravilla. ¡como siempre!

    ResponderEliminar
  2. Estoy de acuerdo, Carmina. Basi tiene una forma particular de plasmar la dureza con palabras.

    ResponderEliminar
  3. En este relato te has superado Me ha gustado muchísimo.

    ResponderEliminar